por Mabel Severich Larrea
En Suramérica, el mundo andino celebra en estos días el Año Nuevo andino. Que según el país es llamado el Machaq Mara, Willka Kuti, Inti Raymi, Mara T’aqa, Mosoq Wata, We Tripanty y constituye la fiesta del sol y la cosecha del solsticio de Junio.
Esta celebración se da como símbolo de gratitud de los pueblos andinos a la Pachamama -Madre Tierra- por la bondad de haber permitido una buena producción y cosecha de productos agrícolas. Antonio Abal, sociólogo y periodista boliviano recordaba que “el calendario de las culturas andinas era lunar y estaba regido por las actividades del ciclo agrícola. Por tanto, el solsticio de invierno es el inicio de un nuevo ciclo agrícola en sus diferentes pisos ecológicos.”
Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, son los países que celebran esta festividad que recoge esta vivencia milenaria que permite conservar y reavivar las raíces étnicas de nuestro continente.
En estos tiempos, pareciera que hay darle un nuevo sentido al mundo simbólico andino. De hecho, en esta época de pandemia, en muchos casos han sido los pueblos y comunidades indígenas quienes en plena crisis nos han dado muestra de solidaridad y complementariedad, donde el individualismo queda subordinado a la búsqueda del Vivir Bien en comunidad.
Este nuevo año en especial -no solo para los Pueblos Indígenas andinos, sino para todo aquel que siente las energías de la Pachamama- se convierte en un momento de reflexión y renovación, en el que se pide a la Madre Tierra, nos devuelva al equilibrio entre ser humano y naturaleza.
Naciones Unidas, declaración A/73/L.92
En 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el 21 de junio como el “Día Internacional de la Celebración del Solsticio”, en sus diferentes manifestaciones. Durante el septuagésimo tercer período de sesiones, la Asamblea aprobó por unanimidad la Resolución propuesta por el Estado Plurinacional de Bolivia, que fue acompañada por las repúblicas de Chile, Ecuador y Perú, con el fin de reafirmar que los pueblos indígenas tienen derecho a practicar y revitalizar sus tradiciones y costumbres culturales, incluyendo el derecho a mantener, proteger y desarrollar las manifestaciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas, tradiciones e historias.
La resolución A/73/L.92, considera la celebración de este fenómeno natural del solsticio, como una expresión de la unidad del patrimonio cultural y de tradiciones milenarias que ayuda considerablemente a fortalecer los vínculos entre los pueblos a partir del respeto mutuo y los ideales de la paz y la buena vecindad.
En la misma, se llama a los gobiernos y Estados parte a dar a conocer esta celebración y participar en los eventos organizados a este fin. Sin embargo, en este 2020 prácticamente ningún gobierno central, ha llamado a la celebración -así sea virtual- de este importante día dentro de las culturas ancestrales.
Bolivia solo acogió el feriado nacional decretado el 17 de junio de 2009 y prohibió cualquier tipo de celebración, e incluso “encapsuló” las principales ciudades del país, a raíz de los altos índices de contagios por la COVID19. Sin embargo, desde algunas comunidades, se hicieron varias celebraciones transmitidas virtualmente por las diferentes redes sociales.
En Ecuador, como cada año, la Universidad Andina Simón Bolívar lideró el Inti Raymi de las universidades y de las diversidades en Quito. La Prefectura del Azuay realizó un acto de celebración basado en un baño de purificación en Dos Chorreras, en el Parque Nacional Cajas.
En las comunidades del Norte de Quito, Cayambe y Otavalo, la celebración del Inti Raymi se dio manteniendo las medidas de bioseguridad.
“En nuestras tolas, que fueron sitios sagrados para nuestros ancestros, los jóvenes revalorizan la identidad y la cultura” Comunidad Paquistancia, Cayambe, Ecuador.
5528 una fecha controvertida
Hay historiadores y autoridades que consideren que la cifra es el resultado de arbitrarias afirmaciones. Para muchos, es “un invento poco serio”. Sin embargo, los indigenistas declaran que los pueblos que habitaron territorios sagrados han sido los mismos de siempre. Para ellos el conteo viene desde la conquista española, entendiendo que el conteo inicia en 1492, son 528 años, a los que se suman cinco ciclos de 1.000. años.
La cuestión con el año, para otras lecturas y visiones, también aparece como otro elemento de colonización, ya que el no aceptar o entender esta temporalidad, responde a cuestionamientos de la ciencia y la investigación occidentalmente aceptada.
Entonces, ¿Por qué no aceptar la temporalidad de los Pueblos Indígenas, como válida? Podría ser que esa temporalidad se separe precisamente del antropocentrismo y más bien se acerque a las temporalidades de la naturaleza y las bondades que proporcionó y aún proporciona al ser humano.
Entre tanto, a quienes creen y sienten las fuerzas de la naturaleza, va un Jallalla por este nuevo año. Que la pandemia baje su impacto y con ella se vayan también todos los actos de discriminación y racismo que marcaron este año que terminó.