En la primera nota de REHUNO, dijimos:
Vivimos un momento de cambios permanentes y evolución social acelerada. Los acontecimientos vertiginosos sorprenden a diario y tienen la más variada dirección. En algunos casos la dirección de dichos acontecimientos es claramente negativa y des-humanizante, y por el contrario, en otros casos los hechos demuestran el avance de acontecimientos y descubrimientos con una clara dirección “humanizadora”.
Esto ocurrió hace casi un año. Luego, los acontecimientos nos pusieron -y nos ponen- frente a un cambio que impacta nuestra vida más allá de lo habitual (la pandemia del Covid-19). Este desafío nos coloca, como individuos y como sociedad, ante la posibilidad de elegir una respuesta, un modo de actuar en relación a uno mismo y a las demás personas que nos rodean.
No hablaremos sobre los aspectos y aprendizajes posibles en materia de salud y políticas públicas que daría para otra nota (u otro libro completo!). Hablemos de nosotros como individuos, como seres humanos que debemos dar respuesta diariamente cuando miramos a los demás, cuando salimos a la calle, cuando regresamos a nuestra casa.
Hablemos y reflexionemos sobre cómo está respondiendo nuestra mente en las acciones cotidianas… Hablemos con simpleza de salud y bienestar mental.
Simplificando -mucho- las cosas, tres opciones, tres actitudes, tienden a reflejarse en nuestro interior ante el temor a un posible contagio:
Una mecánica, casi autómata, que observa inundada de pánico a las demás personas, a la naturaleza y hasta los objetos, como instrumentos del posible y seguro contagio. Me aíslo, me separo… Los demás son un “peligro latente” que debo evitar. Exagerando los adjetivos: son el “posible enemigo”! El bombardeo de los medios de difusión contribuye mucho al aumento de esta mirada aterradora de los demás. Tiendo a ver y a moverme en el mundo desde esta óptica del “terror”!
Existe una segunda actitud, también centrípeta, individualista y poco reflexiva, pero esta vez apoyada en: “a mi nada me va a pasar” ! Y así, con un desinterés, que a veces se tiñe de “negacionismo”, tiendo a moverme como si el virus no existiera -al menos para mí-. Es una actitud que termina en el “descuido” hacia mi y hacia los demás.
Existe un tercer camino. Aquel, que parte de la reflexión y del concepto del “cuidado” propio y de los demás. Tomo distancia de los otros para cuidarme y cuidarlos, y no porque ellos son la personificación del terror! El “otro”, los demás, están en la misma situación mía. Compartimos una situación. “Somos y estamos viviendo una situación difícil y podemos cuidarnos mutuamente”. Se prioriza el cuidado personal, el de los demás y la solidaridad social
Las implicancias mentales y de bienestar interno serán muy diferente dependiendo del tipo de respuesta que demos.
La primera y segunda conducta me llevan al “pánico» y terror psicológico o al accidente y descuido personal y social. Ambas conductas son primas-hermanas del “sálvese quien pueda”.
El tercer tipo de respuesta, reflejo de una actitud humanista, se basa en la reflexión del cómo me cuido y cómo “los” cuido, me acerca al concepto de “comunidad”, de la “humanidad-en-común”. Esta conducta sanadora, es hermana de la solidaridad y del bienestar mental personal y social. Este modo de accionar nos llevará a generar soluciones solidarias, a avanzar personal y socialmente.
Tres diferentes modelos de conducta y de respuestas ante el mismo problema. La elección depende de nosotros mismos, de no dejarnos llevar por el automatismo, reflexionar sobre aquello que es lo más saludable para nosotros y los demás.
Esta reflexión implica la posibilidad de una respuesta sanadora y solidaria, que podríamos luego trasladar a otros aspectos de nuestra vida y de nuestras relaciones humanas.
Si bien esta nota no incluye grandes desarrollos sobre el covid-19, invita a la reflexión personal sobre nuestras actitudes y el tipo de conducta que fortalece nuestra salud física, mental y nuestro bienestar general… y el de los demás también!