En Chile, en medio de la pandemia, cuando estaba agarrando vuelo el número de fallecidos y contagiados, se produce la caída del ministro que está al frente del combate al COVID-19. La pregunta que surge es por qué renuncia cuando hacía menos de 10 días hubo un cambio de gabinete donde uno de los reemplazos que muchos vislumbraban era en la cartera de salud. Dicho cambio fue un mero juego de sillas ministeriales para recomponer el cuoteo político y prepararse para tiempos electorales. Muchos apostaban a que el ministro de salud (Jaime Mañalich) debía salir. Presumí que no caería porque no se cambia a un general que tiene la responsabilidad de enfrentar una guerra, salvo que incurra en alguna locura o que se vislumbre una derrota de proporciones, puesto que en este minuto estamos enfrentando una guerra no convencional: el enemigo no es otro país ni otra persona o grupo de personas, sino un virus, el COVID-19, del cual no existen mayores antecedentes. El general a cargo de esta guerra, en este caso, es el ministro de salud.
Sin embargo, intempestivamente, ahora cayó. Desconozco si renunció, si le rechazaron la renuncia o si se la pidieron. Da lo mismo. Lo importante es que algo pasó en el interregno para que el presidente le quitara el piso a Mañalich, quien también fuera su ministro de salud durante los 4 años de su anterior gobierno. ¿Qué pasó? No pueden haber sido los ataques de que ha sido objeto, las peticiones de la oposición, ni las políticas o las estrategias de comunicación implementadas. Todos estos elementos ya estaban antes del cambio de gabinete último y no fueron suficientes para derribarlo.
Desde el cambio de gabinete último hasta ahora visualizo dos grandes factores que deben haber incidido en la caída de Mañalich. Uno, que desde entonces los resultados indican que se está perdiendo la guerra en forma categórica y dos, las contradicciones en los datos remitidos a la organización mundial de la salud (OMS) y a la opinión pública. Esta última razón, combinada con la primera, habría sido la gota que rebalsó el vaso.
Se sabe que para ganar una guerra, convencional o no, es imprescindible tener a todo un país respaldando y acatando a sus autoridades, sus políticas, sus decisiones, sus acciones. Por los más diversos motivos, Mañalich no lo logró. El nuevo ministro tendrá la responsabilidad de lograrlo. De parte de los ciudadanos de a pie, se tiene la mejor voluntad para respaldarlo porque, mal que mal, en ello se nos va la vida. Pero importa destacar que no basta un cambio de cara, es imprescindible otra mirada, otro enfoque, otra estrategia, otro abordaje que recoja las mejores experiencias de otros países que han enfrentado de mejor manera la pandemia.
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