Este artículo continúa una serie que intentará explicar brevemente distintos aspectos de la propuesta de la Renta Básica Universal (RBU). Para ver toda la serie de artículos publicados sobre este mismo tema, pulsar aquí.
En algunos países, afortunadamente, estamos acostumbrados a tener una sanidad pública, una educación pública, una jubilación pública, y algunos otros beneficios sociales financiados por el Estado. Hace un siglo, estos servicios apenas estaban empezando a implantarse en el mundo. Me imagino algunas objeciones de aquella época: “para tener educación hay que trabajar para poder pagarla”, o “¿cómo se le va a pagar a alguien por quedarse en su casa, sólo porque cumplió cierta edad? Si tiene salud que trabaje, y sino que lo cuide su familia”, refiriéndose a la jubilación. Hoy día se esgrimen argumentos parecidos en contra de la RBU. Mucha gente no entiende que se le pueda pagar a alguien por el sólo hecho de existir, olvidando que, por el solo derecho de existir, tenemos derecho a una sanidad y educación públicas, y por el solo hecho de llegar a cierta edad, tenemos derecho a una jubilación (que es como la RBU pero sólo para mayores).
Hoy día nos parece lógico que todos tengamos derecho a una sanidad pública, y que todos los niños tengan derecho a una educación pública. Entendemos que la salud y la educación son condiciones necesarias para desarrollarse, sin las cuales habría una enorme diferencia entre personas dependiendo únicamente del lugar de nacimiento (un niño rico tendría salud y podría estudiar lo que quisiera, mientras que un niño pobre estaría condenado a la enfermedad y a los trabajos más primarios, sin poder desarrollar nunca ninguna vocación). También entendemos que, llegada cierta edad, todos tenemos derecho a un retiro financiado por la sociedad a la que hemos contribuido.
Ciertos avances sociales requieren de su implantación para que todos nos demos cuenta de los beneficios que tienen, y de que no provocan ningún mal. Por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, o algunos derechos conquistados por las mujeres, en su momento fueron vistos por algunas personas como “peligros sociales”; sin embargo, pasado un corto tiempo, hemos visto que nada malo ha ocurrido, sino al contrario. Con la RBU, cuando sea implantada, ocurrirá lo mismo. Ahora algunas personas están asustadas ante esa perspectiva, imaginando que la sociedad entrará en un caos en el cual nadie querrá trabajar, pero cuando la RBU esté funcionando, y se vea que no ha ocurrido ningún caos; que, por el contrario, la sociedad funciona mejor que nunca, nos olvidaremos de los temores que alguna vez tuvimos. Ha llegado la hora de la RBU.