Por Florencia Varas*

Cientos de miles de pequeñas cabecitas grises se deslizan intentando llegar al mar. Son las bellas tortugas marinas, de las arenas blancas de India, se habían extinguido, ahora son millares, que pudieron quebrar la cáscara de sus huevos y llegar al océano. No hubo humanos alrededor.

En Canadá, bellos zorros de pelaje rojizo se acercan sin miedo a los jardines, más de algún americano de Miami vio un enorme cocodrilo merodeando en su piscina.

Se han visto pumas en los alrededores de Santiago, nuevas aves cantan en los árboles de las ciudades vacías y el aire por primera vez es diáfano y puro. Nos damos cuenta lo mucho que el planeta ha sanado al tenernos confinados.

Lo que había sido imposible lograr con todos los tratados internacionales sobre el cambio climático se logró en apenas unos meses del cese incesante de la explotación humana.

Por supuesto hubo grandes daños colaterales de muertes, como en todas las guerras, y habrá grandes crisis económicas.

Pero esta vez la humanidad tiene la oportunidad única de repensar una nueva forma de vivir.

 

* Florencia Varas es periodista, agregada cultural en Inglaterra desde 1990 a 1994, ex corresponsal de los periódicos The Times y Sunday Times, de Londres.