El gobierno no quiere usar los fondos soberanos ni endeudarse o lo hace con extrema moderación, lo que no se corresponde con la tragedia que vive la familia chilena. Porque la utilización más amplia de los fondos soberanos, y un mayor endeudamiento externo, obligarán al término de la pandemia a modificar el sistema tributario. Y un gobierno que representa al mundo empresarial no está dispuesto a hacerlo.
Mi amigo Sergio Arancibia, en Clarín.cl, se pregunta, con cierta sorpresa, ¿Por qué no usar los fondos soberanos? Pregunta válida, en medio de una pandemia atroz, que está dejando cesantes y sin ingresos a gran parte de asalariados, trabajadores independientes e informales y que ha colocado incertidumbre al futuro de los pequeños empresarios.
La respuesta es simple. El gobierno no quiere usar los fondos soberanos ni endeudarse o lo hace con extrema moderación, lo que no se corresponde con la tragedia que vive la familia chilena. Porque la utilización más amplia de los fondos soberanos, y un mayor endeudamiento externo, obligarán al término de la pandemia a modificar el sistema tributario. Y un gobierno que representa al mundo empresarial no está dispuesto a hacerlo.
Como sabemos, la recaudación impositiva en nuestro país es baja, apenas el 20% del PIB y, de éste, la mitad es una pesada carga para los sectores medios y vulnerables, mediante el pago del IVA. En consecuencia, el Estado para responder a la nueva deuda y recomponer los bonos soberanos, no tendrá más alternativa que aplicar mayores tributos a las grandes empresas y a los sectores de mayores ingresos; o sea, los que sufren menos con la pandemia. Pero no existe disposición a ello.
En consecuencia, si hoy día hay gastos considerables, a la salida de la pandemia, no habrá más alternativa que recuperarlos mediante una reforma tributaria profunda. Y eso no lo aceptan los ricos ni los grandes empresarios. Lo dice con meridiana claridad el editorial de El Mercurio (12-05-2020), cuestionando las propuestas de los economistas del Foro de Desarrollo Justo y Sostenible.
Por ello, a pesar de mucha parafernalia y discursos aparentemente cariñosos con los que sufren, el ministro de Hacienda y el presidente Piñera se han propuesto gastar lo menos posible para cuidar a sus amigos, pero a costa del sufrimiento de los sectores medios y vulnerables.
El Foro de Desarrollo Justo y Sostenible nos dice con claridad que los recursos frescos disponibles son muy limitados en comparación a los países de la OCDE e incluso a los de América Latina (07-05-2020). Existe un margen considerable de recursos para proteger a nuestra sociedad del impacto de la pandemia: una deuda pública en los niveles más bajos de la OCDE y Fondos Soberanos por US 22.000 millones.
El comportamiento del gobierno es económicamente irracional e inaceptable desde el punto de vista humano. Por tanto, ha llegado la hora de utilizar esos recursos. De no hacerlo habrá resultado absurda la aclamada política de superávit estructural, el ahorro durante vacas gordas y el bajo nivel de endeudamiento del sector público. Habrá que hacerlo ahora, en medio de la demanda de la sociedad civil que exige una renta básica mientras dure la crisis sanitaria.
La renta básica de emergencia podrá ser financiada entonces con los fondos que ha ahorrado el país durante 30 años. Allí están para ser utilizados en situaciones de emergencia, como la que estamos viviendo. Para ello está también el bajo endeudamiento del gobierno central, de sólo un 28% del PIB y, sobre todo, ahora con las bajísimas tasas internacionales de interés. No hay donde perderse. Hay que aumentar el gasto público para proteger a la familia chilena. Piñera y su ministro de Hacienda debieran atender el sufrimiento de la mayoría nacional.