Un retrato sobre las infancias ancestrales dentro del contexto de un genocidio en movimiento
Furiloche, Puel Mapu. Kalfulikan tiene seis años. Kalfulikan porta el nombre de un toki (guerrero) mapuche. Su ñuke (mamá) me cuenta que Kalfu quiere decir azul y que likan es una piedrita especial. Kalfulikan vio crecer al Lof Lafken Winkul Mapu de la mano de su kuku (abuela), como también vio crecer la dimensión de los actos de violencia y desprecio en contra de él. “Cuando pu pichikeche (niñxs) empiezan a jugar a qué viene el winka (personas no mapuche) es seguro que están por llegar”, me advierte la madre de Kalfulikan. Y es exactamente lo que pasó en esta última embestida represiva por parte del poder judicial y policial de Río Negro. Un ejercicio tan cotidiano y repetitivo que Kalfulikan (como todos lxs otrxs niñxs de la comunidad) ya tiene una mochila preparada para poder escapar hacia el monte. “Kalfulikan ya no se asusta como antes”, me advierte su ñuke. “Cuando volvimos del monte, Kalfulikan se paró en la ruka (casa) y dijo: ‘¡Yo soy feliz acá! Si llega a pasar que ellos vuelven, vamos a estar en el monte hasta que se vayan, pero nosotros no nos vamos a ir de acá’”, una advertencia que resulta un principio de vida, un rasgo identitario difícil de desdoblar. El espíritu y la fuerza de Kalfulikan se expande hasta alcanzar la sonrisa de su abuela y la ternura de su madre, atraviesa las distintas capas de violencia que ha padecido en su vida, asumiendo, con el paso del tiempo (pero de forma precoz) nuevas responsabilidades y obligaciones; responsabilidades y obligaciones que ningún organismo institucional nacional está capacitado para comprender, porque ni siquiera estas instituciones puede comprender lo que significa que un niño mapuche, ante el peligro inminente, tome la decisión de llamar a todas las fuerzas y los che (gente) del territorio para que lo ayuden, para que le muestren un buen camino ante los momentos difíciles.
Introducción
Esta crónica nace a partir del montaje mediático, jurídico y empresarial que pretenden asestar contra la comunidad Lafken Winkul Mapu. El y la lectora podrá leer un análisis comunicacional pormenorizado de todos los medios (gráficos) masivos que refutan y sostienen el discurso del mapuche usurpador y violento, como así también encontrará la mirada de uno de los niños de la comunidad, algo que, por supuesto, los medios masivos coercitivos nunca se permitirían, reivindicando, como lo vienen haciendo hace 140 años, sólo la voz del opresor.
Kiñe | Uno
Kalfulikan, el espíritu y la memoria de un niño mapuche
Cuando conocí a Kalfulikan él tenía tres años de edad. Era uno de lxs niñxs más pequeñxs de la familia Nahuel. En ese encuentro conocí a su mamá y a su abuela. Incluso intercambié unas palabras con la machi, que en ese momento era una adolescente. Luego de ese encuentro conocí a Aukan, el primo de Kalfulikan. A Aukan lo conocí en el juzgado de Fiske Menuko. Parques Nacionales acusó a las tías y a la abuela de Kalfulikan de usurpación, un acusación que contiene en su interior la expresión más cínica que una Estado Nación puede elaborar y ejercer sobre un pueblo ancestral de Abya Yala (mal llamado América). En el juzgado, Aukan estaba atento a todo, con su trarilonko (elemento identitario importante) mapuche en la cabeza rodeado de paredes blancas e impecables, aunque acuciantes como las paredes de una cárcel. Recuerdo que durante un cuarto intermedio de la audiencia el pichiwentru (pequeño hombre) tomó mi cámara y empezó a hacer fotografías. Y mientras hacía las fotos observé que tenía una predisposición impresionante para usar la cámara; me refiero a que no tuvo ningún tipo de pudor para realizar una serie de retratos, uno detrás de otro. Ahora que es de noche y que recuerdo estas escenas pienso que Kalfulikan (al igual que sus primxs) retiene en sus ojos y en su memoria muchísimas escenas de violencia perpetradas en contra de su familia (véase “Los ojos testigos de la pichi malen”). Del mismo modo, pensé e imaginé a Kalfulikan jugando feliz en el campo. Dos mundos que se contraponen y se chocan contínuamente. Un mundo violento que pretende que Kalfulikan no habite un territorio y que, por lo tanto, si Kalfulikan no puede habitar un territorio determinado, tampoco puede habitar su identidad. Por otro lado, pienso que Kalfulikan es uno de lxs pocxs niñxs mapuche que vive en libertad en el Puel Mapu (Tierra del Este), tratando de reconstituir la autonomía que nunca debió haber perdido. “Kalfulikan se la pasa en el monte comiendo maki y manzanas silvestres”, me resume su mamá. Sin duda, Kalfulikan, si tuviera una cámara en sus manos para retratar lo que cotidianamente ve, podría ganar varios Premios Pulitzer o World Press Photo, un ejercicio visual y documental que podría contrastar, sin lugar a dudas, el discurso criminalizante y racista de los medios masivos de comunicación que continuamente proponen herir y menospreciar la voz y el pensamiento de Kalfulikan y el de su familia.
Epu | Dos
Todas las palabras que construyen el relato que justificará mediáticamente el asesinato de otrx hermanx mapuche
Para respaldar y sostener el relato del mapuche usurpador y violento se desplegó, en estas últimas semanas, una operación mediática tan burda y evidente como la que intentaron imponer en el asesinato de Rafael Nahuel, en donde diferentes medios (coercitivos) de comunicación, aseguraron y sostuvieron que a Rafael lo mataron integrantes de su propia familia (todavía se sigue sosteniendo judicialmente esta teoría). En esta nueva operación mediática actuaron principalmente tres medios masivos y un medio regional de Bariloche (por lo menos hago referencia a los de mayor lectura, pero también hay varios medios de menor difusión que levantaron y replicaron una serie de hechos que criminaliza injustamente a la comunidad Lof Lafken Winkul Mapu). La Nación, Infobae, La Mañana de Neuquén y El Cordillerano de Bariloche son los medios que colaboran con el supuesto que propone a un grupo de “sediciosos” actuando en el sur del país.
En primer lugar y en términos generales, más o menos, todos estos medios propusieron la misma acusación en contra de la comunidad Lafken Winkul Mapu, cayendo en una falta grosera a la ética profesional, dado que prácticamente ningún medio ejercitó el derecho a réplica; es decir, ninguno de estos medios basó su información en el relato de las dos partes comprometidas. Sólo Infobae citó a Orlando Carriqueo, werken de la Coordinadora del Parlamento Mapuche de Río Negro, quien afirmó que reconocía al Lof Lafken Winkul Mapu como una comunidad mapuche. Peor aún, ninguno de estos medios pudo probar y explicar fehacientemente de dónde sacaron la información que publicaron. Sólo se limitaron a escribir que los victimarios de los supuestos delitos iban encapuchados, como si eso fuera prueba suficiente para culpar a los integrantes de la comunidad Lafken Winkul Mapu, una práctica judicial coercitiva y criminalizante que ya tiene varios décadas ejecutándose en Chile (véase falsos testimonios bajo amenaza).
Dentro de este campo semántico, en donde se construye el perfil de un posible enemigo interno, La Nación en el artículo “En la patagonia: temor por una ola de violentos ataques en Villa Mascardi” utilizó las siguientes palabras y frases: “temor”, “violentos ataques”, “destrozos”, “incendio intencional” y “constantes apedreadas”. “Robos”, “amenazas”, “ataques” y “rostros cubiertos”. Por su parte, el diario Infobae en su nota “Bariloche: vecinos denunciaron nuevos actos vandálicos de mapuches en Villa Marcardi” escribió las siguientes definiciones: “tentativa de robos”, “nuevos actos vandálicos”, amenazas reiteradas”, “situaciones de violencia”, “violencia diaria”, “amedrentamiento”, “impacto de proyectiles”, “armas de fuego de elaboración casera” y “episodios violentos”. La distinción, en estos casos, se da en las firmas de las notas: el diario Infobae no tienen firma, mientras que en el artículo de La Nación aparece el nombre de Lorena Direnzo.
Por otro lado, y ya dentro de los medios locales, el diario La Mañana de Neuquén publicó dos notas seguidas al respecto. En la primera titulada “Mapuches atacan a una familia e incendian una cabaña en Bariloche” el medio especifica: “entraron a la cabaña portando armas de fuego y cuchillos y amenazaron de muerte a un hombre, su pareja y el hijo que estaban allí”, pero no detalla cuál es el vínculo de estas personas con la comunidad Lafken Winkul Mapu. Un nombre, un tatuaje, una característica corporal o física. Nada. En ninguna nota se caracteriza a los victimarios. Sólo se menciona que estaban encapuchados. ¿Cómo podemos saber si estos atacantes realmente existieron?
En el segundo artículo “Por un ataque no se pudo terminar con las pericias”, La Mañana de Neuquén utilizó la frase “un nuevo embate violento de parte de los mapuche” y finaliza el artículo explicando que el comando especial se tuvo que desplegar por “los nuevos ataques”, como si esos “nuevos ataques” que se le adjudican a la familia de Kalfulikan fueran con balas y no con piedras, “asustando” sorpresivamente a un comando táctico como el del Cuerpo de Operaciones Especial y Rescate (C.O.E.R.). Parados en este punto, nótese el valor bélico de la palabra ataque y la cantidad de veces que la misma se repite en todos los medios masivos. Por supuesto, esta información no tiene fuentes, ni nombres. Tampoco tiene referencias concretas que nos permita dar cuenta de dónde salieron los datos. La información no fue contrastada, como tampoco está presente el nombre de los periodistas que escribieron los respectivos artículos periodísticos. Insisto la única nota firmada es la de La Nación.
Por último, me gustaría hacer referencia al diario El Cordillerano de Bariloche que sin ningún tipo de eufemismo, ya en el título de su nota, afirma que “Los vecinos de Mascardi siguen padeciendo las agresiones de la comunidad Winkul Lafken Mapu”. En esta nota, nuevamente no hay ninguna prueba que sostenga de forma veraz y conteste que la comunidad es la protagonista de los delitos que se les endilga. El diario El Cordillerano afirma, pero nunca pone en duda, ni deja establecido que pueden haber sido lxs integrantes de la comunidad lxs protagonistas de los delitos. Simplemente lo afirma sin prueba alguna, utilizando la voz de un vecino que saca conclusiones de hechos, pero que finalmente no arroja ningún dato concreto sobre los responsables de los delitos que se cometieron en Villa Mascardi en estas últimas semanas. “A mí me fueron desapareciendo las herramientas, me robaron la yegua y lo insólito fue que lo hicieron sin violentar el cerco ni la tranquera de ingreso o sea que la sacaron por la parte de atrás de la montaña que la conocen de memoria y tienen sus senderos ya hechos”, deduce en una parte de la nota el vecino indignado que asegura haber comprado una parcela de tierra dentro de un Parque Nacional.
Kula | Tres
Infancias mapuche
¿Qué sabe el poder jurídico sobre las infancias mapuche? ¿Cómo interpreta el poder jurídico que un niño tenga sueños premonitorios antes de cada nueva embestida represiva? ¿Cómo interpreta el poder jurídico que un niño mapuche tenga que tener un mochila armada, como parte de un mecanismo de defensa, para resguardarse de la policía de Río Negro que no tiene ningún tipo de miramientos y contemplaciones a la hora de golpear o disparar hacia la comunidad, constituida fundamentalmente por mujeres y niñxs? ¿Cómo una familia mapuche puede sentirse reconocida por el poder jurídico nacional si son las mismas instituciones del Estado las que, una y otra vez, violentan, omiten y desconocen sus derechos ancestrales y espirituales?
En una escueta misiva, el Ministro del Ministerio del Gobierno de Río Negro Rodrigo Miguel Buteler le envió una carta a la Ministra de Justicia y Derechos Humanos de la Nación Dra. Marcela Losardo, en donde le solicita abrir una mesa de diálogo para resolver la “situación conflictiva”, que en su parecer ha sido originada y sostenida por la comunidad Lafken Winkul Mapu. En la carta Buteler indica:
“Es importante resaltar que desde dicha ocupación se ha acrecentado el número de hechos delictivos y de violencia de los cuales la fuerza de seguridad provincial tienen registro, lo que ha generado fuerte preocupación y malestar por parte de los vecinos de Villa Mascardi”.
Por supuesto que esos supuestos delitos Buteler se los endilga a la comunidad Lafken Winkul Mapu, pero aquí el ministro apela (al igual que el vecino indignado de la nota del diario El Cordillerano) al método deductivo y no al de las pruebas concretas que vinculan a la comunidad con los delitos. ¿Qué es lo que finalmente vincula los hechos delictivos que acontecen en Villa Mascardi con la comunidad Lafken Winkul Mapu? Concretamente Buteler le endilga a la comunidad los siguientes hechos: la toma del hotel ISO (2018), la toma de un complejo recreativo de la familia Graham (2019), la quema de tres cabañas y la amenaza a un grupo de turistas (2019). Ninguno de estos hechos está comprobado, constituyendo un accionar temerario y un delito grave de parte de Rodrigo Buteler en contra de la comunidad Lafken Winkul Mapu.
¿Qué nueva mentira van a inventar si a Kalfulikan le pasa algo? ¿Van a decir que intentó atacar a la policía con una gomera? ¿Van a decir que fue la familia la que lo atacó (como se sigue argumentando en el asesinato de Rafael Nahuel)? ¿Qué instituciones del Estado van a responder por los derechos de Kalfulikan, cuando todas las instituciones del Estado son incapaces de reconocer el valor de la palabra püllü, desconociendo en el mismo ejercicio, el significado del feyentun mapuche?
Es necesario problematizar y dimensionar estas situaciones (y si es necesario llevarlas a un extremo) para entender lo que significa en la actualidad que todo un Estado (Nación) se coloque en posición y disposición para dañar una infancia, por el sólo hecho de ser quién se es: Kalfulikan, es un niño mapuche de espíritu grande y de una ternura inconmensurable. Así lo reconozco yo y seguramente su familia también. Entonces, ¿quién se va a responsabilizar por todo el daño que le han producido a él y a su familia?
Meli | Cuatro
Con todas las balas que la policía dispara lxs pichikeche construyen pifilkas
Cada vez que la policía federal, provincial y el Cuerpo de Operaciones Especiales y Rescate están cerca del Lof Lafken Winkul Mapu, disparan. Y con cada cartucho verde, rojo o azul que queda en el suelo lxs niñxs de la comunidad construyen pifilkas, un instrumento ceremonial de viento que generalmente está hecho de madera. Lxs pichikeche apoyan sus labios en la parte abierta de los cartuchos que quedan en el suelo y soplan como si ese residuo maligno fuera un instrumento de viento. Kalfulikan, a los 6 años de años de edad, tiene que resignificar las pruebas de violencia que quedan en el territorio y que el poder judicial nunca termina de levantar (como elemento probatorio judicial) ni de ver, como nunca se termina de ver y dimensionar la implicancia que significan todas las balas (114) que fueron disparadas en contra de Rafael Nahuel. Kalfulikan, a los seis años de edad, tiene que transformar el plástico y el metal comprado para dañarlo en un instrumento ceremonial importante para su cultura; Kalfulikan juega a ser libre y producir el sonido más hermoso y simple que un instrumento puede producir; Kalfulikan juega a ser libre soplando las mismas balas que la policía utiliza para dañarlo. Kalfulikan, a pesar de la violencia que lo persigue, no se corrompe, viaja en el tiempo y hacia otros territorios con el sonido que produce su instrumento improvisado; le habla a lxs ancianos que ya no están, al lago que intenta defender y a la montaña que ama y por la que le gusta caminar. Sin embargo, el Estado Nacional, el poder judicial de Río Negro y los medios masivos de comunicación siguen acusando a Kalfulikan de terrorista, carente de ternura y contemplación. ¡El territorio (sagrado) está lleno de cartuchos de balas! Sin embargo, en el artículo “Atacaron al cuidador de una cabaña, la incendiaron y se enfrentaron a la policía”, el diario El Cordillerano señala: “Debido a la cercanía de la toma que mantiene esa comunidad y los antecedentes violentos del grupo, la fuerza decidió retirarse para evitar que el conflicto se acentúe”, dando a entender que las fuerzas represivas nacionales son consideradas y contemplativas, incapaces de disparar un solo tiro sobre el cuerpo de Kalfulikan y el de sus familiares. Nuevamente la complicidad de los medios, nuevamente la mentira y la coerción.
Kechu | Cinco
Apología del delito
No quiero terminar este artículo sin citar a lxs usuarixs / espectadorxs / ciudadanxs que en los diferentes portales de noticias presentes en las redes sociales (facebook) escupen sus impunes deseos criminales sobre lxs integrantes del Lof Lafken Winkul Mapu. Expongo estos mensajes porque entiendo que es necesario problematizar y no naturalizar, en términos comunicacionales, que una persona / ciudadanx desee que asesinen o desaparezcan a otra persona. Ya se vivenció esta práctica delictiva luego de la desaparición de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel, en donde miles de personas escupieron y vomitaron (aún lo siguen haciendo) los deseos más perversos y oscuros sobre personas que ya no están, pero que aún siguen teniendo padres, madres, hermanos, hermanas, amigos, amigas, parejas, vecinos, vecinas. En este contexto, voy a reproducir sólo tres mensajes escritos por la población y voy a citar el nombre de uno de ellxs dado la relevancia del cargo que éste ocupa en una empresa privada del rubro extractivo. En primer lugar cito las dos frases que pueden leerse debajo de la nota del diario La Nación, citada anteriormente. El primero dice literalmente así: “Hay que liquidarlos a todos, así es la única manera de terminar con estos delincuentes, no respetan a nadie y se creen con derechos”. En cambio el segundo expresa: “Esta gente es imparable… merecemos extinguirlos realmente”. Para cerrar quiero mencionar a Javier Alberto García, jefe de obra de la empresa PECOM, quien aseguró a propósito de una nota publicada por el Diario Río Negro: “Son de la RAM aún quedan algunos que hay que desaparecer”.
Kayu | Seis
El desprecio
Kalfulikan se crió recibiendo el desprecio de las fuerzas especiales y de la policía federal; Kalfulikan se crió recibiendo el desprecio del poder judicial y lxs vecinxs de Bariloche (fundamentalmente lxs que viven cerca de la casa de su abuela). Sin embargo, Kalfulikan se ha fortalecido. En medio de este contexto hostil constante Kalfulikan ha fortalecido su püllü (espíritu) y expresa en sus pequeños (y grandes) actos fuerza y convicción. “Ayer, cuando se empezaron a escuchar los tiros, Kalfulikan llegó a la ruka, preparó su mochila, tomó el kulkul (instrumento de viento que se utiliza para hacer llamados) y bajó a una tranquera donde pueden estar los niños”, me confiesa su ñuke por teléfono. “Ahí comenzó a tocar el kulkul y hacer afafan (grito de fuerza). Ahora los niños viven estas situaciones de otra forma, lo viven con mucho newen (fuerza)”.
Cuando su madre me contó esta escena, comencé a pensar en muchas mamás del país teniendo que vivenciar una escena similar con sus hijxs; mamás que de alguna forma tienen que vivenciar como sus hijos crean mecanismos de defensa para no sufrir el dolor de los golpes que se asestan impunemente sobre sus cuerpxs, pero ¿qué mamás tienen que ver como sus hijxs preparan una mochila para, dado el momento, poder escapar por varios días de sus captores / victimarios? ¿Qué niños en el país deben atravesar una situación de violencia similar? Imaginé una mujer que padece violencia de género y que constantemente debe escapar con sus hijxs; imagine el acoso que padecen las familias inmigrantes –que viven en las villas de Buenos Aires– por parte de bandas locales que las extorsionan y las amenazan con incendiar sus casas (con toda la familia dentro) si no pagan montos exuberantes de dinero por habitar esas pequeñas casillas. Imaginé varias situaciones del país, pero ninguna termina de cuadrar con la situación que persigue por el monte a Kalfulikan, fundamentalmente porque, en este último caso, es el Estado Nación el opresor; son las instituciones del Estado (y no particulares) las que ponen a funcionar la maquinaria de la desaparición forzada y el gatillo fácil. Es el Estado Nacional el que ataca intespectivamente la identidad y la vida espiritual de un niño. ¿Qué sabe el Estado Nacional y el poder jurídico sobre la espiritualidad mapuche? El Estado Nacional argentino operando en contra de Kalfulikan es como el Estado de Israel disparando sobre casas de familias palestinas por el sólo hecho de ser palestinxs, es como la Europa que captura niñxs del Congo para someterlos al trabajo esclavo por el sólo hecho de ser afrodescendientes. Hablamos de la misma dimensión de violencia, pero con otras características territoriales y étnicas. Y el lector/a mal intencionadx se preguntará, “¿por qué están ahí? Están ahí porque, primero, es un derecho a habitar un territorio determinado (véase derecho a la preexistencia).
En segundo lugar, es prudente aclarar que Kalfulikan, como toda su familia, recibe el mismo desprecio por habitar la casa de su abuela (en un sector más urbanizado de la ciudad), como así también recibe este mismo gesto de desprecio cuando camina por las calles de Bariloche portando un trarilonko, tocando un kultrun o acompañando a su madre que viste pañuelos azules en la cabeza. Imaginen ustedes la escena, comprendiendo la idiosincrasia de una ciudad como la de Bariloche, la misma ciudad que recibió con los brazos abiertos a jerarcas nazis en la década del cuarentena y permitió que el pensamiento racista y totalitario que portaban estos visitantes se siguiera propagando como un virus por toda la localidad turística del Nahuel Huapi. ¿Verdaderamente un niño como Kalfulikan puede caminar libremente por las calles de Bariloche? ¿Realmente, el desprecio que recibe diariamente Kalfulikan, lo recibe sólo por habitar la Lof Lafken Winkul Mapu? Kalfulikan recibe el desprecio de la sociedad de Bariloche por el sólo hecho de llamarse Kalfulikan, por el sólo hecho de portar carita de kultrun. Y eso quedó evidenciado cuando la policía de Río Negro lo precintó en la calle (2017), junto a otros niñxs, y ningún peatón salió en su defensa, como sí puede suceder en otras situaciones, cuando una infancia es violentada. ¡La sociedad de Bariloche está convencida que Kalfulikan no es gente! Y eso es un hecho concreto. En ese contexto Kalfulikan está creciendo, reivindicando su identidad y revitalizando su lengua materna y las prácticas culturales de su pueblo; una identidad, que como el territorio, nunca será abandonada.