La “normalidad” de antes no es una opción para el futuro
A partir del 3 de junio, Italia reanudará la casi totalidad de actividades tras prácticamente tres meses de aislamiento. El escenario económico y social no luce muy alentador. Volver a la “normalidad” de antes no parece ser una opción.
La pandemia ha provocado 230 mil personas afectadas, 33 mil fallecidas y 142 mil recuperadas. Un saldo dramático y subestimado del impacto del coronavirus en Italia. En las regiones del norte se concentra el 71 por ciento de los casos y de las personas fallecidas (en Lombardía se llega al 78).
La caída del PIB oscilará entre el 8 y el 9,5 por ciento. La Agencia Nacional de Políticas Activas del Trabajo (Anpal) advierte que este año podrían perderse más de medio millón de puestos de trabajo, y que su recuperación no es tan segura.
Son casi 11,5 millones las y los trabajadores, tanto asalariados como por cuenta propia, que han solicitado apoyo económico al Estado, y casi medio millón los empleadores que pidieron activar el sistema de sustitución de rentas salariales (cassa integrazione).
Pero los que más han sufrido los embates de la crisis han sido las trabajadoras y trabajadores precarizados, víctimas de las políticas de desregulación y flexibilización laboral, que han quedado abandonados a su suerte.
La Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) coloca a Italia como el quinto país de la UE con el mayor número de trabajadores con contratos precarios (inferiores a tres meses).
Ante una coyuntura post Covid 19 complicada e imprevisible, el objetivo no puede ser volver a esa “normalidad”, ni mucho menos encausar el país hacia una ‘nueva normalidad’ basada en las mismas recetas neoliberales.
La voracidad del neoliberalismo
“El nudo central es el modelo económico y la necesidad que tenemos de repensar el mundo del trabajo. La crisis sanitaria evidenció los efectos nefastos de políticas neoliberales fracasadas que privatizaron la salud y precarizaron empleo y trabajo”, dijo Massimo Angelilli, directivo nacional del sector privado de la Confederación de los Comités de Base (Cobas).
“Los que en las décadas pasadas recortaron más de 37 mil millones de euros y más de 20 mil camas a la sanidad pública, disminuyendo personal y precarizando el empleo, son los mismos que ahora exaltan el coraje y la dedicación del personal sanitario”, recordó.
En 2017 en el Servicio Sanitario Nacional (SSN) hubo un aumento de 3.700 trabajadores precarios (9 por ciento más) con respecto al año anterior. En el sector salud se concentra el 13,3 por ciento de todos los empleados públicos temporales. De ellos, 13.500 son enfermeros y más de 9.300 médicos.
Pérdida de derechos
La pérdida progresiva de derechos laborales, no sólo en el sector salud, es parte de una crisis profunda del mundo del trabajo que la pandemia ayudó a revelar con más fuerza.
“Acabamos de conmemorar el 50 aniversario del Estatuto de los Trabajadores. Es impresionante ver la cantidad de derechos que nos han cercenado en los últimos años. Tenemos un gran capital proyectado hacia lo tecnológico y digital, pero con una mentalidad medieval en cuanto a contratación laboral”, apuntó Angelilli.
El directivo nacional de los Cobas explicó que la “normalidad” en Italia ha sido la explotación laboral, la precariedad del empleo, el chantaje patronal, los salarios de miseria.
También ha sido el trabajo semiesclavo en las grandes plantaciones y el trabajo en negro (irregular) como flagelo que involucra a miles de personas, tanto italianas como extranjeras.
“Nos preocupa que, en aras de ‘producir sin trabas para levantar la economía’ pretendan ahora devolver el país a esta normalidad. Esto sería intolerable”, aseveró.
El mundo del trabajo ha venido modificándose de forma acelerada en cuanto a digitalización y automatización de las tareas, siguiendo lógicas de transformación y procesos comerciales globales que trascienden fronteras y pretenden vaciar de contenido la convención colectiva.
“Debemos parar la fragmentación, promoviendo procesos unitarios, una política seria y comprometida, cuestionando este modelo explotador y excluyente, que deshumaniza el mundo del trabajo”, apuntó Angelilli.
“Debemos abrirnos a las nuevas realidades laborales y de contratación, volviendo a despertar la confianza de trabajadores y trabajadoras y a ser referentes de sus reivindicaciones”, concluyó.