“No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite, entonces avanza con resolución” (Silo). Palabras como estas nos ayudan a entender que por ahora es importante quedarse en casa, sin embargo, podemos encontrar alternativas que nos ayuden a humanizar las situaciones de crisis y sacar lo mejor de ese ser humano solidario y creativo que todos llevamos dentro. Comparto con ustedes este reconocimiento de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en el concurso de cuentos cortos, ya que me parece una motivación importante para que las y los jóvenes encontremos en este tiempo una oportunidad de explotar nuestras habilidades y pasiones. Este compartir no tiene el afán de reconocimiento al ego, sino a todos esos corazones que se atreven cada día a ser fuertes y libres como el viento.
Un monstruo en el río
Mi nombre es viento, soy lo más extraordinario que existe, soy tan grande que puedo rodear el planeta entero y tan pequeño que puedo pasar por el hueco de una aguja. Mi lugar favorito es la cordillera de los Andes, la recorro de norte a sur, de este a oeste, de arriba abajo; no me canso de volarla, de acompañar a aves e insectos en su vuelo, de mirar el inmenso cielo y el imponente horizonte, de acariciar las montañas, los árboles y las rocas. No siempre viajo solo, a veces me acompaña mi amiga la lluvia, a veces la señora arcoiris, otras la niña luna y, aunque siempre gruñón, también el señor trueno.
Por muy extraordinario que sea, hasta yo necesito un reposo; me gusta tomarlo junto a don río. A él le gusta mucho cantar, —claro, debes hacer omisión de su voz y fijarte en la letra—, ¡parece que ha tragado piedras!, pero es un ser increíble. Hoy que desciendo a sentarme en sus orillas, lo encuentro triste, con la voz apagada, cabizbajo y enfermo. —Dime amigo, qué te tiene así—, pregunto inmediatamente. Don río, casi sin poder hablar, me hace una señal con sus ojos para que mire aquello que se ha alojado detrás de aquella acacia, plantada en su orilla. Al investigar descubro que mis amigos humanos han levantado una cantera de piedras preciosas, una que da fortuna.
¿Cómo les explico a mis amigos humanos que le hacen daño a don río? —Qué dilema—. Pues, nada me es imposible; llevaré a los humanos a un lugar donde tendrán comida, refugio y buena vida, para que no necesiten nada más y a don río le daré un apapacho tan grande que nunca más se sentirá mal. Y así lo hice.
Andrés Mitte.