La conocí muy joven, una argentina inteligente que vivía en Barcelona durante los años de la dictadura. Médico psiquiatra, especializada en casos muy graves, se trasladó para ejercer en Londres y allí trabajó hasta jubilar.
Ahora me toca despedirla, más de cuatro décadas después.
La vida le permitió desarrollar ampliamente sus virtudes, no sólo en el campo laboral sino también como activista por la paz y la no-violencia. Deja libros, monografías, ponencias y una enorme cantidad de artículos periodísticos que dan cuenta de su lúcida mirada sobre este mundo y el ser humano contemporáneo. También huellas de su paso impulsando proyectos de desarrollo y reconciliación social en Israel-Palestina, pueblitos de Colombia, escuelas argentinas, comunidades kenyanas en África y por cierto en varias organizaciones inglesas. Deja afectos, amistades profundas tocadas por su impecable y agudo sentido del humor.
Pero quizá la enseñanza más notable que rescato de esta amiga con la que compartí viajes, ceremonias, alegrías y estudios, es su actitud ante el diagnóstico irremediable de una enfermedad terminal. Enfrentando de cara a la muerte, hizo las cuentas con ella misma, pidió ayuda y se puso a trabajar para integrar todo lo pendiente, reconciliar, modificar sus actitudes y climas de base hasta llegar a experimentar una paz certera. Luego, dado que la misma enfermedad retrocedió en un aparente aplazamiento que el destino le regalaba, resolvió retomar su labor en Pressenza escribiendo sin dilación sobre todos los temas que le apasionaban. Simultáneamente se puso en firme a trabajar en rutinas de meditación que la transportaban hacia las regiones más profundas de la mente, trascendiendo los impulsos de su cuerpo y su psiquismo, apuntando a hacerse inmaterial. Cada día un paso más adentro y también un artículo más que publicar. De la enfermedad, casi ni hablaba cuando nos veíamos, era un dato de la causa.
Cada tarde de los últimos tres años sostuvo ceremonias movilizando su energía y orientándola hacia el bienestar, junto a quienes virtualmente fuimos acompañándola desde la distancia, sumándonos a los que en Londres la ciudaron con mucho afecto.
Alcanzó a cumplir, hace pocos meses, setenta y un años. Celebró a la vida, como siempre la festejó. Desde el hospital inglés donde murió esta madrugada, fue acompañada en su luminoso tránsito por su pareja. Quiero recordarla con alegría y agradecimiento, con su entereza y gran coraje, como una muy hermosa luz.