Proponemos una rebelión mental humanista frente al encerramiento mental y la distopía causada por el virus, causado a su vez por… ¡sabe dios qué!
En plena crisis del covid19 el enfoque que teníamos sobre la robótica emergente está variando. Ahora ya no se trata tanto de la fascinación por el nuevo artilugio o aplicación en el Mobile Congress, sino de simple supervivencia. Ahora imploramos por el avance de la biomedicina que nos saque de esta terrible situación en la que nos encontramos por causa de un desconcertante virus.
El Nuevo Humanismo define al ser humano como un ser histórico, cuyo modo de acción es capaz de transformar al mundo y a su propia naturaleza. Esta afirmación ha alcanzado una relevancia fundamental a partir del desarrollo de la biotecnología en los últimos años.
En 2011 salió a la luz el proyecto avatar 2045[1], cuya propuesta va incluso más lejos de curar enfermedades para alcanzar en algún momento la inmortalidad. En sus inicios el proyecto fue auspiciado por importantes personalidades como Ban Ki-Moon o el Dalai Lama. Se trata de fundir cuerpo humano y tecnología en una sola unidad. Su avatar está dividido en un proceso de cuatro etapas, comenzando con el desarrollo de androides dirigidos por una interfaz cerebro-computadora-robots controlados por la mente. Esto culminaría en un modelo informático del cerebro y la conciencia de una persona, que a su vez podría subirse –para la posteridad– al espacio virtual de una red informática.
Otra ocurrencia, desde tiempos de la industrialización, ha sido la de poder transgredir el tiempo viajando al pasado o al futuro a nuestro antojo. Una de las primeras novelas sobre el tema fue “El anacronópete” de Enrique Gaspar y Rimbau y –después– Julio Verne, que imaginó toda clase de viajes extraordinarios, junto a H.G.Wells con “La máquina del tiempo” de 1895.
Mientras tanto, en el campo científico Albert Einstein estaba desarrollando su teoría de relatividad especial, que estableció el límite infranqueable de la velocidad de la luz, al tiempo que propuso el nuevo concepto de espació curvo.
Desde entonces las producciones literarias o cinematográficas entorno a la idea de viajar en el tiempo no han cesado, y tampoco los desarrollos tecnológicos.
Se cumplieron ya más de 100 años desde los paradigmas de Einstein, pero recién se han hallado sus ondas gravitacionales que dan forma a la comprensión de la curvatura del espacio-tiempo. Se trata de un amplio y multimillonario programa internacional [2] dotado de instalaciones y naves espaciales por el que ha apostado decididamente la ciencia del siglo XXI. En los últimos años estas máquinas han alcanzado una inmensa potencia de detección de estas ondas gravitacionales que Einstein predijo, pero que ni él mismo creyó posible poder detectar jamás.
Ya en los orígenes de la cultura humana las máquinas en relación al tiempo han estado presentes, ya fuera para medirlo, calcularlo, establecer sus leyes o revelarnos a su transcurrir.
Si vamos para atrás en el tiempo –al menos mentalmente– caemos en cuenta del increíble desarrollo del ser humano en el planeta. Primero se hizo con el manejo del fuego y así pudo tener algo de control sobre la situación, después trató de situarse en su entorno, de establecer los límites del territorio que ocupaba. Y mientras atendía a la supervivencia miraba hacia lo alto para descifrar el enigma de su existencia. ¿Qué había bajo sus pies? ¿Cuáles eran los límites del horizonte? ¿Dónde estaba el centro del Universo?
¿7 millones de años desde los primeros homínidos es mucho o es poco tiempo? A escala cósmica, considerando la Gran Explosión o la formación del Sistema Solar, no es tanto. Caemos en cuenta de que el ser humano es algo realmente reactivo en el Universo… o tal vez es una cualidad del tiempo mismo.
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[2] https://members.ift.uam-csic.es/bellido/gravitacion/exp/GW_es.html
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Máquinas del tiempo II: Bajo los astros
Máquinas del tiempo III: La incertidumbre
Máquinas del tiempo IV: Desajustes en el transcurrir
Máquinas del tiempo V: La cosmovisión definitiva