por Samer Alnasir @sameralnasir
Siete lenguas son las que domino, y de lo que éstas suponen entre culturas, tradiciones y pueblos, del este al oeste, de polo a polo, en todas ellas, sin excepción, al gato, ese débil felino, se le refiere con que tiene siete vidas. A pesar de no existir ninguna prueba científica para ello, el mito cunde, domina, transciende con el mismísimo peso entre todas las culturas, a sabiendas de su tergiversación. No voy a hacerme el ridículo en poner esa afirmación en duda, pero ¿qué quiere decir tener siete vidas?
Ante la calamidad universal a la que está enfrentado nuestro planeta, aclaman las voces de todo quien tenga voz, pero lo extraño es escuchar a alguien en medio de la tormenta clamando para que el capitalismo se renueve. El capitalismo, ese que se impone por sí mismo, porque sí, que despeja las masas para polarizar unos a costa de otros, ese quien acorrala a sus adversarios, asediando pueblos y naciones, para luego salir victorioso diciendo que ha resultado probado el fracaso económico de los otros. Es ese quien nos prohíbe transferir disciplina y ética a nuestros hijos, para no estigmatizarles, mientras impone duras sanciones disciplinarias a pueblos y naciones enteras, sin que a nadie le importe la estigmatización colectiva.
En 2008, cuando ese capitalismo colapsó, se colapsó por sí mismo, nadie le acorraló, nadie le atacó, nadie le puso en jaque; sin embargo, salieron los samaritanos a su rescate, con su mea culpa, y dado que Dios perdona todos los pecados, renovaron el capitalismo, o así lo aseguraron a la manda.
A sus espaldas, dicen, China, la comunista, en cuestión de veinte años se saltó de un ser irrelevante para que el capitalismo se percatara de ella, a ponerse a su altura, sin embargo, el descalabrado capitalismo acusa a China de haberse inflado a costa de su proletariado. ¿Desde cuándo le importaba el proletariado al capitalismo? ¿Desde cuándo el omnipotente liberal carecía de una visión global cuyo foco no incluía a todo el conjunto? ¿No nos convencieron de que era un visionario global que controlaba al mismísimo Dios?
Ahora, nuevamente, cae el capitalismo otra vez. Aunque aún no se sabe si es por motivo propio, una intencionada purga de población, o un jaque de Santa Claus, pero incluso, ahora resulta inepto para protegerse. El omnipotente, de nuevo necesita un rescate. Y no un rescate cualquiera, pues sale el comunismo a su rescate, mientras que aquellas voces que afirmaron haberlo renovado hace una década, vuelven a alzarse pidiendo nueva renovación. ¿Cuántas veces hay que renovar algo tan decadente incapaz de flotar solo? ¿Cuántas vidas tiene ese capitalismo? ¿Cuántas veces tiene que caer más para que el rebaño del capitalismo se diera cuenta de su inercia? ¿Aún no llegamos a siete, o hemos perdido la cuenta?
Parece que ni la una ni la otra. Más bien, ese capitalismo se empeñó en asegurar sus espaldas, con un rebaño obediente, adicto borreguil, adiestrado a mirar solo de frente, sin más, unidireccionalmente, autoensalzado con que es invisible a todas las apedreadas, y minas conspiratorias. ¿A quién mejor esperar? ¿A seguir contando las vidas del gapitalismo? O, ¿lo que tarde ese necio rebaño en despertarse, en indignarse, o en recapacitarse? Parece que también se aseguró la forma de purgar las voces del rebaño, twittear en lugar de alzar la voz, tagear en vez de concertar, grouperar en vez de agruparse y manifestar, solo toca esperar contando las vidas que tendrá que llevar ese gapitalismo, y cuántas le quedarán.