Por Andreu Barnils/Sin Permiso / Traducción Daniel Escribano
El economista Guy Standing (1948), doctorado en Cambridge, es uno de los padres teóricos de la renta básica universal, un sueldo para todo el mundo, tanto si tiene empleo como si no. Standing también ha teorizado mucho sobre el precariado, la nueva clase social que tan pronto tiene empleo como deja de tenerlo, sin coberturas ni vacaciones pagadas. Estos días, su idea de sueldo para todo el mundo ha tomado más empuje que nunca, y se ve como una posible solución a la crisis económica causada por la COVID-19. El último que se ha mostrado partidario de ella ha sido el papa de Roma. En Cataluña, es favorable el gobierno de Torra. Vilaweb entrevista telefónicamente al señor Guy Standing para hablar de la renta básica universal. Suave en las formas y radical en el fondo, Standing es contundente en las críticas a Gobiernos, sindicatos y políticos.
–Es uno de los ideólogos de la renta básica universal. Dar un sueldo a todo el mundo, tanto si se tiene empleo como si no. Una idea radical que últimamente ha cogido mucha fuerza.
–Estas últimas dos semanas se han puesto en contacto conmigo centenares de personas de todo el mundo. He visto a políticos de todo tipo. ¡Incluso hasta el papa se ha mostrado favorable! Es un cambio de posición radical el que se vea a la renta básica como respuesta a la pandemia. Existe un interés enorme. Finalmente, mucha gente normal y corriente se ha percatado de que debe aplicarse algo semejante a la renta básica. Y se ve como una necesidad. No se había hablado tanto de ella como ahora.
–La gente puede preguntarse cómo se las pueden arreglar los Estados para pagar un sueldo a todo el mundo, tanto si se tiene empleo como si no.
–Tenemos que verlo en tres fases: la del rescate, la de la resistencia y la del resurgimiento. Ahora estamos en la fase del rescate. Debemos dar una renta básica universal a todo el mundo. Es una emergencia. Y las autoridades pueden utilizar las políticas monetarias.
–¿Políticas como las del Banco de Inglaterra, dinero creado por los Bancos Centrales que no habría que devolver?
–Exacto. En la fase de rescate se podría pagar así. Pero sólo en la fase de rescate. No me gusta la idea de arrojar dinero desde un helicóptero, como modo de actuar. Por ello, deberíamos tener un fondo nacional de capital. Sacaríamos el dinero de ahí. Este fondo se nutriría de impuestos a la riqueza e impuestos a los daños ecológicos, a las actividades nocivas para la ecología. Empezaríamos con un impuesto al carbono y otros combustibles. Este impuesto, que, por definición, es regresivo (los pobres, en proporción, pagan más que los ricos), puede convertirse en progresivo y popular si reciclas el dinero que recaudas con él depositándolo en un fondo de capital nacional. Hace años que lo propongo. Con este dinero, das dividendos y rentas básicas. De hecho, este sistema se basaría en el modelo del sistema de pensiones noruego. Pero no sería necesario que los países tuvieran el petróleo que tienen los noruegos; se podría financiar estableciendo impuestos a actividades digitales, a los cruceros y a todas las demás actividades nocivas ecológicamente. Con este dinero, se podría financiar el fondo de capital. Ésta es la base de mi libro El saqueo de los bienes comunes. Sé que eso requiere tiempo. Pero si hemos de tener una renta básica universal, empecemos con políticas monetarias, sigamos con políticas fiscales y, a largo plazo, construyamos el fondo de capital nacional que nos permitirá financiarla. Todo lo que digo es perfectamente factible.
–¿Cómo se explica que esta idea suya tenga ahora tantos partidarios?
–Porque el sistema económico ya se encontraba en un embrollo terrible. Un sistema que yo llamo capitalismo rentista. Y los ocho gigantes de este sistema son cada vez mayores y más amenazadores: la desigualdad, la inseguridad, la deuda, el estrés, la precariedad, la automatización, el riesgo de extinción y el populismo neofascista debilitan al sistema enormemente. Y sólo ha hecho falta un desencadenante como esta pandemia para desatar una crisis económica de terribles dimensiones. La situación es muy frágil. Y, si los políticos no responden con firmeza, tendremos una crisis enorme, mucho peor que la de 2008 en Grecia o España. Podríamos llegar a un desempleo del 30%. No debemos pensárnoslo dos veces. Debo decir que me impresionaron las declaraciones del vicepresidente catalán, Pere Aragonès; parece entender que es necesaria una renta básica universal. En cambio, me preocupan los cautos políticos de Madrid, capaces de salir ahora con ayudas destinadas a los llamados pobres, en lugar de proponer una renta básica universal. Si actúan así, España tendrá muchos más problemas. Espero que tengan el coraje suficiente para implantar la renta básica universal.
–¿Sabe de algún país que haya implantado el sueldo para todo el mundo durante la pandemia?
–De momento, tenemos gestos de algunos Gobiernos. El de Hong Kong fue el primero, dando diez mil dólares hongkoneses a los ciudadanos. Los Estados Unidos, también. Pero sólo pagan una vez, y a la parte de la población que ha pagado unos determinados impuestos. Por lo tanto, son sólo gestos. Y necesitamos cambios estructurales. Tenemos que percatarnos de que debemos dar a todo el mundo una renta básica como derecho universal. Por ejemplo, todos los residentes legales en España deberían tener cada mes un modesto ingreso. Así sabrían que, si todo lo demás les va mal, al menos tienen ese dinero para pagar comida y alquiler. Para mí, este principio es obvio. Y veo que cada vez más gente lo cree. Por ello, creo que, después de esta pandemia, ya no querremos recular hacia un capitalismo de mercado, que hace que millones de personas se hallen inseguras económicamente. Querremos reconstruir las sociedades sobre unas bases más sólidas. Diría que, de entrada, los políticos no serán lo suficientemente valientes como para implantar la renta básica, pero, tarde o temprano, se verán empujados a hacerlo.
–Italia y el Estado español son dos de los peores lugares en esta pandemia. ¿Por qué? ¿Cómo ve las acciones del Gobierno español?
–Creo que han sido débiles. A menudo digo que los políticos tienen huesos de espagueti. No lideran nada, si no les obligas. Los Gobiernos que tenemos en Italia, en los Estados Unidos, en Gran Bretaña son muy débiles y populistas. Y, en parte, al menos en parte, es culpa nuestra, de los progresistas, porque no hemos articulado ningún discurso para definir la situación. Y, por lo tanto, hemos perdido el apoyo del precariado. Y parte del precariado ha votado a populistas como Salvini, Trump o Johnson, que han adoptado una vía plutocrática, y ahora los millonarios ganan mucho más dinero que antes y recortan en ayudas para los pobres. En el caso italiano, el Movimiento Cinco Estrellas habría podido ser un movimiento progresista. En España, Podemos habría podido ser el movimiento progresista del precariado. Pero ambos han perdido fuelle, han querido ser burgueses y respetables. Han dejado de ser la vanguardia de la transformación. Ahora podemos decir que o son un movimiento transformador o, por favor, que abandonen el escenario. Que se vayan y dejen que lideren otros.
–Recuerdo una frase de su última entrevista en Vilaweb: el precariado ve a los sindicatos como parte del sistema.
–Se han acomodado. Y no me gusta decirlo, pero son parte del problema. Y no me gusta decirlo porque creo en la acción colectiva. Soy de izquierdas, de la izquierda verde. Mire a Gran Bretaña: los sindicatos encabezaron las presiones para introducir subvenciones regresivas a los salarios, en lugar de la renta básica. Y en esto se han alineado con el Gobierno de Johnson. Y se felicitan por ello. ¡Es un desastre! No han cambiado ni parece que sean capaces de hacerlo. Y es una pena, porque necesitamos entidades colectivas. El precariado necesita organizaciones con programas transformadores. Pero creo que los jóvenes y el precariado se fortalecerán, como resultado de esta pandemia. De entrada, se enfadarán. La rabia es necesaria. Y se transformará en un movimiento progresista, y en una protesta progresista que tomará las calles y que se manifestará. Y que se traducirá en un movimiento político que entrará en el Gobierno y actuará desde él. Y si Podemos y otros grupos no contribuyen a ello, que se vayan.
–¿Qué señales ve en el establishment estos días que le den esperanza?
–Creo que el establishment está asustado. Y eso me da esperanza. Tienen que estarlo. Me gusta. Hace dos semanas, un hombre llamado Jim O’Neill, Lord Jim O’Neill, que había sido presidente de Goldman Sachs, muy hostil a la renta básica y demás ideas, de repente escribió un artículo en que decía que había cambiado su forma de pensar y que ahora apoyaba la renta básica. ¿Por qué un hombre como él hace una cosa así? Pues porque no ve claro que el sistema económico pueda subsistir. Y quiere que subsista. Creo que, cuando tengamos legitimada la renta básica, la gente normal y corriente se empoderará económicamente. Y no se detendrá ahí. Hará más reivindicaciones. Y será muy interesante ver cómo el establishment entra en pánico. Y tiene que entrar, porque no pueden volver a las medidas de austeridad de 2008. Hemos visto sus resultados en España, en Grecia. Ellos saben que fracasaron. Nosotros sabemos que fracasaron. La gente normal, quienes no son economistas ni sociólogos, lo sabe: el resultado fueron diez años de miseria. Diez años de debilitamiento de los sistemas sanitarios. Y eso ha hecho que la pandemia sea aun peor. La gente ahora no se conformará.
–Personalmente, ¿cómo vive el confinamiento?
–Hace cuatro semanas que estoy en Suiza. Normalmente, estaría en Italia, donde vivo, en un molino de agua. Pero el confinamiento me cogió aquí, y aquí me he quedado. Veo claramente su efecto en la conciencia de la gente. Somos más conscientes de la necesidad de pensar en la familia, en la comunidad y en los pequeños detalles. Nuestra conciencia tendrá un cambio profundo. Y nuestra valoración del hecho local, también. Si sobrevivimos, a la larga habrá sido potencialmente beneficioso. Pero la experiencia actual es dolorosa, porque sabemos que la crisis es sistémica. Y los políticos y financieros son tan responsable de ella como cualquier otro. Creo que todo ello nos llevará a dedicar más tiempo a cuidar a los seres queridos y a nuestras comunidades. Y que la renta básica lo facilitará. Este instrumento construiría otro tipo de sociedad. La renta básica universal sería maravillosamente liberadora.