Pressenza Colombia y Pressenza Francófona han decidido abrir sus redacciones a todas aquellas personas que deseen compartir sus historias y reflexiones inspiradas de este periodo de confinamiento.
Seguimos esta serie con este texto compartido por Martha Lia Lopera. Abogada, apasionada por su trabajo incluso después de jubilarse. Martha es una persona conciliadora y solidaria, siempre disponible para ayudar a los demás. Ella vive con su esposo en la ciudad de Medellín.
Martha Lia Lopera : «Aprendí a mirar el horizonte con admiración, como un regalo del universo; a disfrutar de los atardeceres, a ver la lluvia sin angustia, a retomar actividades que había descuidado».
En principio, asemejé el confinamiento a una reclusión, sin haber cometido delito alguno, como tantas veces sucede en el entorno social, de manera injustificada. Sin embargo, mientras más pasa el tiempo, más empiezo a ver esta cuarentena con ojos diferentes.
Cabe aclarar que soy citadina por nacimiento y por convicción, pero debido a las circunstancias que se nos han presentado recientemente, en particular la amenaza global de la pandemia del coronavirus, que compromete inclusive nuestra propia vida, he decidido conciliar con mi esposo para alejarnos temporalmente de la ciudad de Medellín, nuestro lugar de residencia. Es claro, que tanto para él, como para mi, esta decisión ha sido difícil, ya que él ha tenido que renunciar a su finca. Su gran amor.
Durante este confinamiento, nos hemos radicado en el Municipio de la Ceja, en la residencia de nuestra hija mayor y de nuestra nieta menor. Desde el momento en que llegamos, hemos sido recibidos con mucho amor. En cuanto a lo físico, nuestro espacio ha sido limitado, afortunadamente el equipaje que traíamos era ligero, pero pude sentir como mi mundo se dividía en dos.
En lo que se refiere al aspecto personal, puedo decir que llevo mas de mes en estas condiciones y sinceramente me siento bien, no me hace falta nada de lo que dejé atrás, aprendí a guardar mi ropa en un espacio pequeño, cuando en la ciudad disponía de tres closets y eran insuficientes.
Aprendí a mirar el horizonte con admiración, como un regalo del universo; a disfrutar de los atardeceres, a ver la lluvia sin angustia, a retomar actividades que había descuidado, como jugar con mi nieta, meterme a la cocina a preparar alimentos, etc. En la ciudad lo único que me preocupaba era tener suficiente dinero para pagar un almuerzo.
He podido darme cuenta de que la vida no debe ser de complicaciones, ni de mucha carga. Pienso que este paréntesis me ha servido para dejar el apego por las cosas materiales; aprender a manejar la convivencia, y aún más, en espacio ajeno.
Considero que después de este confinamiento, el mundo en general debe tener una óptica diferente. Por ejemplo : entender nuestra fragilidad, que se le debe dar importancia a lo que realmente vale la pena; que las cosas materiales no vienen ni se van con nosotros. No garantizo que pueda renunciar a la ciudad, pero he aprendido que este nuevo espacio, inesperado en mi vida ha sido muy enriquecedor.
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Hay vivencias que dejan una marca en nosotros, y que sin duda pueden servir de inspiración para muchas otras personas. Les invitamos entonces a enviar sus historias al siguiente correo electrónico: mauricio.alvarez@pressenza.com
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