No soy científico, médico ni investigador. Soy un hombre sencillo que se ha vuelto cada vez más crítico en el curso de su vida a través de experiencias, intereses, acontecimientos y observaciones. Esto probablemente ha llevado al hecho de que aunque encuentro la situación actual muy preocupante, no ha logrado instalarse en mi, un verdadero sentimiento de miedo hasta ahora. Mi cabeza no ha dejado de funcionar y trata de obtener una visión general y objetiva de la situación e intentaré transformarla en palabras.
¡No existe ninguna conspiración!
En mi opinión, el Coronavirus no es el resultado de una puesta en escena o conspiración, !no! es simplemente un evento natural de esos que han ocurrido desde tiempos inmemoriales, se trata de la naturaleza recordando a la especie humana sus límites. Ahora bien, como el oportunismo reina en este sistema neoliberal en el que vivimos, varios gobiernos a nivel mundial, probablemente se han aprovechado de la la pandemia y la usan como distractor de la miseria en la que están atrapados y para ocultar sus propios errores. Sin duda, también es de esperar que la situación actual se utilice para socavar los derechos civiles fundamentales.
Puede ser que el hombre con toda su ciencia y tecnología derrote este virus, después de todo, el hombre es capaz de simular la creación disparando partículas elementales contra otras. También puede decodificar genomas, ha logrado erradicar algunas de las enfermedades más complejas, puede enviar y recibir mensajes alrededor del mundo en tiempo real, básicamente ha descubierto casi todas las zonas en el mapa y con seguridad, está a punto de explorar y conquistar el universo; aún así, no ganará la batalla que ha comenzado contra la naturaleza; el siguiente virus, la siguiente erupción volcánica, el siguiente terremoto, siempre le mostrará los límites y aumentará el nivel de dificultad para solucionar el problema a resolver.
Las máscaras caen
Por otra parte, todos estos fenómenos naturales como el virus actual, arrastran los peores rasgos del sistema político y económico dominante en el mundo y con el a sus seguidores, a un foco deslumbrante que sólo pueden pasar por alto aquellos que se ponen una venda en los ojos.
En primera fila el desprecio por la naturaleza y el hombre;. Lo mismo ocurre con los discípulos del capitalismo desatado, que dejan ver su codicia, el oportunismo y una flagrante falta de solidaridad como algunos de los muchos rasgos negativos que los caracterizan en estos tiempos. Esto se evidencia ya sea luchando por el paquete de papel higiénico o de fideos en el supermercado, apostando por la caída de los precios en la bolsa de valores, o en la barbacoa desconsiderada en el parque que demuestra el individualismo y la primacía del bien personal sobre el particular, por esto, la fiesta del Coronavirus revela un alto grado de egoísmo, un egoísmo que ha sido cultivado durante generaciones por el capital como fuerza motriz del sistema capitalista.
¿Y la política? Tuvo un buen comienzo poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en la que especialmente aquí en Alemania parecía haberse aprendido de los errores del pasado; se retornó rápidamente a las viejas costumbres en las que la sumisión al capital, entre otras cosas fue herramienta para asegurar los privilegios particulares, sin dejar rastro de firmeza ni cambio sostenible en el tiempo.
En mi opinión, esto aumentó tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética. Ya no había necesidad de un contraproyecto al modelo del viejo enemigo, y así los logros sociales y las concesiones financieras hechas a la población en Occidente comenzaron a ser gradualmente abolidas.
Un ejemplo claro de ello, son los recortes sociales de los ultimos años en paises de la Unión Europea como Alemania, España e Italia, en los que limitaron varios servicios y una gigantesca avalancha de privatizaciones se desencadenó en los hospitales y otras instituciones públicas, convirtiéndolas en empresas con ánimo de lucro. Esto, fue particularmente notorio en la política de personal, puestos de trabajo fueron eliminados, salas enteras y hospitales fueron cerrados y el resultado, es una situación difícil que hemos estado experimentando desde antes de la crisis de Corona.
Factura doble
La factura de ello será probablemente doble. Por una parte, si el número de pacientes aumenta desmesuradamente, las camas de cuidados intensivos y los ventiladores ya no darán abasto y cada vez más personal hospitalario se infectó debido a la falta de ropa y elementos de protección. Por otro lado, el suministro de medicamentos podrìa detenerse debido al déficit de producción de los mismos en Europa, ya que, en los últimos años, la globalización ha llevado a la reubicación de cada vez más instalaciones de producción en la India y China, donde los costos de producción son muy bajos. Ahora, esta visión capitalista miope se está vengando.
El Maestro
El Coronavirus nos ha dejado claro con una transparencia sin precedentes, que las cosas no pueden y no deben continuar como van hasta ahora. Un buen ejemplo del absurdo en el que nos encontramos es Francia, no hace mucho tiempo, el personal de salud salió a la calle a manifestar, pidiendo mejores condiciones de trabajo y salarios más altos y la respuesta del estado francés, fue la de policías que golpearon a la pacífica multitud.
Ahora son estas mismas personas las que luchan por la salud y la vida de muchos seres humanos, tal vez incluso, por la vida de uno de los que los hirió durante las manifestaciones.
En Alemania los trabajadores sanitarios que se manifestaban no fueron golpeados, pero los políticos y las empresas los dejaron en la calle, ya sea en términos de salario, equipamiento o recortando puestos de trabajo. Y ahora que hay una crisis médica, se está mostrando a todo el mundo quién es realmente relevante para el sistema: el camionero, la cajera del supermercado, el proveedor de una empresa de venta por correo y la enfermera del hospital.
El elogio de los políticos puede parecer una burla. Después de todo, la crisis de Corona también muestra lo superfluos que son ante el virus, aquellos trabajos cuyos propietarios compiten constantemente por la atención.
El cuestionamiento del actual sistema, debe ser puesto sobre la mesa
No hay duda de que el SARS-CoV-2 no es un virus que deba ser trivializado, este recoge su cosecha mortal entre los más débiles de la sociedad y el cuestionarrnos, se lo debemos a ellos para protegerlos ya que el mayor peligro para nuestra sociedad y para nuestra especie, proviene de otro «virus» llamado el capitalismo.
Este virus, mortal en su forma neoliberal, está tan presente que una gran parte de la población aparentemente, ya no percibe su poder destructivo como un peligro. Esto debería terminar, ahora que la vida tal como la conocemos se ha desacelerado completamente; millones de personas que antes se distraen con el eterno andar de la rueda del hámster, tienen una oportunidad única: pueden reflexionar y discutir sobre todas las preguntas, sobretodo: ¡La pregunta del sistema!
Hasta ahora, la mayoría de ellos han tenido miedo de plantear dicho cuestionamiento, para algunos se consideraba una ruptura del tabú, para otros quizás el miedo a un nuevo orden en la vida es demasiado grande y prefieren aceptar las cosas malas que ya conocen. Corona ha cambiado eso.
La sociedad en su conjunto, y no sólo la política, está llamada a decidir cómo proceder después de esta crisis. El «negocio como siempre» no es una opción. El SARS-CoV-2 ha determinado la prioridad: debe ser por el bien común. Pero esto no puede lograrse en un sistema en el que la explotación y la maximización de los beneficios particulares marcan el ritmo y la satisfacción de los intereses del capital de los accionistas se sitúa por encima de las necesidades de la población, por lo que términos como «social» o «responsabilidad» se consideran pura palabrería.
Así que no nos engañemos: El SARS-CoV-2 mata a la gente, pero el sistema económico capitalista tiene el potencial de acabar con toda la civilización y hacer inhabitable el planeta. Ha llegado el momento de librar al mundo de Corona y del super virus «capitalismo». Dos herramientas adecuadas para lograrlo serían indudablemente la solidaridad y la cooperación internacional.