Por Ollantay Itzamná¹
“Por sucios e ignorantes les mata el paludismo. Aséense y vayan a la escuela”…, así increpaba a unas familias campesinas una maestra de primaria en los Andes del Perú, en años recientes…
Nos bautizaron, nos civilizamos, nos urbanizamos, nos “modernizamos”, varios nos hicimos académicos… Estudiamos a Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Derrida, Foucault…
Ahora, estamos “auto encarcelados” en las prisiones que nosotros mismos compramos o construimos con nuestras manos. Ansiosos, asustados. Esperando la llegada o el paso del COVID19.
Estamos como en la última cena bíblica preguntándonos en nuestros adentros: “¿Seré yo, Maestro?”. Pero, igual, el virus invisible y “omnipresente” no responde.
Presenciamos estupefactos que, como hace siete siglos atrás, la pandemia del COVID19 golpea sin misericordia nada menos que a los países y ciudades sacras desde donde emergió la modernidad, con su ciencia y su economía.
El virus del COVID19, cuyo origen y final se desconoce, trastoca todos los elementos materiales y simbólicos constitutivos de la civilización moderna, y de su expresión económica, el capitalismo.
Anuló los principios filosóficos básicos de la modernidad: libertad y razón. Después de esta pandemia, por muy urbanos o civilizados que sean las y los sobrevivientes, muy difícilmente ejercerán su libertad individual como prometió la modernidad.
La razón lineal/matemática fue apabullada por la pandemia del miedo y la desconfianza. Y no sólo es la derrota de la ciencia modélica occidental. Es ante todo la omnipotencia del miedo ubicuo que repele incluso la presencia de médicos en algunos lugares. ¡Este virus impredecible e invisible está matando médicos, banqueros, ricos y empobrecidos…!
No contento con aniquilar la razón y la libertad, está anulando la prepotencia del monoteísmo religioso. Después del COVID19, las concepciones doctrinales sobre el Dios cristiano, musulmán o judío ya no serán las mismas. Las religiones monoteístas, al igual que la religión del libre mercado, están siendo humilladas por un virus.
La prepotencia de la globalización, como la materialización cultural de la modernidad, también está arrodillada, al igual que el sistema capitalista en su expresión del libre mercado. Se le atribuye a la hija del difunto Presidente del Banco Santander, haber dicho: “Nosotros somos adinerados… pero mi padre murió sólo, buscando lo que abunda: el aire”. Sin importar la veracidad de esta frase, el COVID19 nos enseña lo más esencial para la vida.
Este virus invisible está consiguiendo lo que ningún poder hegemónico logró en los últimos tiempos: reflejarnos nuestra condición de seres frágiles, llamados a la coexistencia comunitaria. Comunitarios ya no únicamente entre humanos, sino dentro de la comunidad cósmica.
No existió en la historia ningún movimiento social tan potente que como el COVID19 pusiera en jaque a la manía privatizadora del sistema neoliberal. Las y los sobrevivientes a esta pandemia, por instinto de sobrevivencia, defenderán más, creo, la sanidad pública, la economía pública…
En el encierro, dentro de las jaulas de cemento y hierro, estamos aprendiendo que el cemento, los dólares, el asfalto, no se comen, ni nos dan de comer.
Lección para amar, retornar y reencantarnos con la Madre Tierra y las fuentes de agua. Lección para desurbanizarnos progresivamente. Lección para compartir y acumular menos.
La pandemia del COVID19 sacude las bases constitutivas de la civilidad moderna occidentalizada, y de su sistema económico. Sacude las falacias de nuestro antropocentrismo y nos recuerda nuestra vocación y pertenencia a la comunidad cósmica desde la diversidad de los territorios, quizás el último reducto donde se librará la batalla final.
¹ Defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos