La tarea del momento es salir airosos, zafar de la pandemia que nos aflige confiando en que las autoridades hagan lo suyo y que sus decisiones obedezcan a cánones morales antes que económicos. Decisiones adoptadas por autoridades políticas basadas en las recomendaciones de los especialistas en la temática en torno a la aplicación de cuarentenas, obligación de usar mascarillas, implementación de cordones sanitarios, protocolos y otras, las que deben ser tomadas privilegiando criterios sanitarios antes que económicos.
Esto en ningún caso sustituye lo que son nuestras obligaciones, nuestras tareas. No podemos esperar que los desvelos de las autoridades sustituyan los nuestros. Eso de mirar por sobre el hombro el autocuidado que nos debemos, nos está costando caro. En no pocos, sus propias vidas, así como la de terceros.
En este minuto, nada sacamos con desesperar, atacar, buscar las cuatro patas del gato. Es la hora de la colaboración, de respaldar anímica, física y financieramente a quienes la contingencia ha puesto en la primera línea de fuego, muy especialmente, el personal de salud -médicos, paramédicos y colaboradores-. No es el minuto de sacar cuentas alegres ni tristes.
Esto nos pilla en circunstancias sobre las cuales habrá que reflexionar profundamente una vez que hayamos sorteado una contingencia que nuestra generación no había vivido. Reflexiones que debieran invitarnos a recorrer senderos distintos a los pasados, a dejar de lado los sesgos que obstruyen nuestras capacidades, a percatarnos de nuestra vulnerabilidad, de que no somos dioses.
No faltarán quienes buscan sortear tales reflexiones aludiendo a que no es la primera pandemia, que catástrofes han existido siempre, que se trata de ciclos que sobrevienen periódicamente con independencia de nuestras acciones. Tienden a ser los mismos que sostienen que el cambio climático obedecería a ciclos naturales que nada tienen que ver con la acción del ser humano. Es la clásica reacción escapista, negacionista, que busca eludir nuestras propias responsabilidades de lo que está ocurriendo.
Pasada la urgencia haríamos bien en revisarnos nosotros mismos, en auscultarnos, en evaluar nuestra relación con la naturaleza. No deja de ser una ironía vernos encerrados en los tiempos actuales para no vernos enterrados, mientras no pocos animales aprovechan de pasear por las calles.
Estamos ante una pandemia que en términos de a quienes afecta, pareciera ser muy democrática. Esto, en el sentido que si bien tiende a afectar a quienes tienen más edad, no parece discriminar desde un punto de vista socioeconómico. De hecho, a nivel mundial se ha visto caer a no pocos conspicuos personajes. Desde el punto de vista del tratamiento, la pandemia estaría tendiendo a ser bien poco democrática. A los de arriba les ponen aviones especiales, a los de abajo los hacen esperar, en tanto que otros deben seguir trabajando para poder comer.
Una vez que se logre sortear la emergencia, lo que viene será durísimo, forzándonos a repensarlo todo, partiendo por un análisis introspectivo, el sentido de nuestras vidas y el modelo de sociedad en que queremos vivir. Tema para otra ocasión.