En esta crisis vírica, en absoluto desligada de la crisis civilizatoria en la que estamos, necesitamos medidas valientes que pongan como centro al ser humano y la vida en general y que abran caminos a la construcción de un nuevo sistema social y una nueva cultura.

Hablamos de algunas medidas concretas urgentes, factibles e imprescindibles si aspiramos a un futuro mejor.

 La mayor parte de los gobiernos, más tarde que temprano en muchos casos, se han ocupado de tomar medidas de aislamiento de las poblaciones, cierre de escuelas, comercios,  fronteras… para evitar la expansión sin control del coronavirus. En la mayoría de los casos, ha habido improvisación y falta de visión estructural del fenómeno en el que estamos inmersos.

Esto puede tener muchas consecuencias positivas pero otras negativas que comenzamos a sufrir.

Si realmente a los gobernantes les preocupan sus ciudadanos, han de velar por el cuidado de sus vidas en todos los sentidos. Las medidas que tomen han de ser estructurales y han de dirigirse a llegar a la raíz del problema y poner condiciones no solo para controlar esta epidemia sino para que la etapa inmediata posterior no suponga una recesión económica y social mayor aún que las conocidas hasta el momento. Ojalá sirvan además para abrir el camino a una sociedad en cuyo centro esté la vida.

Si piden solidaridad  por parte de la base social, lo mínimo que han de hacer es que las medidas que adopten tengan como base el mismo principio, y no hay mayor solidaridad que la que conlleva justicia social.

Desde este planteamiento, son posibles y urgentes algunas medidas:

La nacionalización de sectores vitales como: sanidad, energía, agua… y el control de los precios de los mismos, así como todo lo referente a la vivienda y elementos que permitan condiciones de vida digna para toda la población.

La inversión urgente en hospitales, personal sanitario, investigación… como respuesta al presente y al futuro.

La obligatoriedad para el sector farmacéutico de suministrar a precio coste elementos de prevención (mascarillas, guantes, alcohol…) y tratamiento para los enfermos (Está ocurriendo lo contrario. Los precios se han disparado de manera inmoral)

Asegurar que  después de la crisis sanitaria, y como base para el futuro robotizado de la sociedad, toda la población tenga sus necesidades básicas cubiertas. Para ello, es urgente la puesta en marcha de una Renta Básica Universal e Incondicional para toda la población.

El cambio del sistema impositivo de tal modo que los que más tienen paguen más, frente a la situación actual que grava más a quienes menos poseen.

La moratoria de todos los pagos de hipotecas e impuestos de pymes y autónomos… afectados directamente por el parón en el empleo.

El control o cierre temporal de las bolsas, si llega el caso, para que las economías nacionales queden salvaguardadas de las  garras de la especulación del capital financiero internacional. En cualquier caso, la implantación de la Tasa Tobin que grave toda operación en bolsa.

La devolución de los rescates a la banca donde se han producido y que todos pagamos, por un lado, y el aporte desinteresado de fondos por parte de la misma, para ponerlos al servicio de la gestión de la crisis y la posterior “recomposición” de la economía. Ello como modo de compensar las pingües ganancias que han tenido antes, durante y después de última gran crisis del 2008.

Programas de asistencia a personas cuya salud psicológica esté en peligro, dirigidos especialmente a romper su posible incomunicación.

Programas formativos obligatorios en todos los medios de comunicación públicos que ayuden a que las personas rompan con el aislamiento y el miedo a los que han sido sometidos, en los que se debata especialmente sobre el futuro al que se aspira como sociedad y cómo construirlo entre todos.

Entrevistas, reportajes, conversatorios, prácticas a través de los mismos medios… en los cuales se abran espacios, en los que se enseñen técnicas de relajación, para elevar la atención… o en los que se invite a la reflexión y la meditación acerca del sentido profundo de nuestra existencia, espacios que permitan bucear en las respuestas a las preguntas que han acompañado siempre al ser humano a lo largo de la Historia. Estas preguntas tan presentes hoy, asociadas a los grandes temores (temor a la soledad, la enfermedad, la vejez y la muerte) que solo se rompen en el contacto con ese sentido profundo.

De esta crisis, que no solo es vírica, hemos de salir mejor de lo que estábamos. No podemos resignarnos a un futuro más duro aún que el presente, como se nos amenaza.

Los responsables gubernamentales han de dejar de defender los intereses de una minoría, desde la comprensión, como apuntara Silo, de que “el progreso de unos pocos termina en el progreso de nadie” para trabajar por el progreso de toda la población.