Por Michael Roberts*

Los ministros de finanzas y los banqueros centrales de las 20 principales economías del mundo se reunieron el pasado fin de semana en Riad, Arabia Saudi. La cumbre financiera del G20 tuvo mucho que reflexionar. Primero, la epidemia de coronavirus. ¿Se convertirá en una pandemia? ¿Será tan grave el impacto en el crecimiento global, el comercio y la inversión como para empujar a la economía mundial a una recesión en 2020? Además, ¿qué se debe hacer para frenar y reducir las emisiones de gases con efecto invernadero mientras las temperaturas continúan aumentando en todo el mundo más allá del objetivo del último acuerdo internacional sobre cambio climático? Finalmente, ¿no se puede hacer nada sobre la enorme y creciente desigualdad de riqueza e ingresos y el continuo trasvase de ganancias de las multinacionales y los oligarcas ricos a los ‘paraísos fiscales’?

El comunicado del G20 de Arabia Saudi no proporcionó respuestas a ninguna de estas preguntas. En Riad, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que había anunciado previamente una reducción de las previsiones del FMI para el crecimiento mundial a solo un 2,9%,  advirtió sobre una nueva reducción debido al COVID-19. Cree que la epidemia probablemente reducirá un 0.1% el crecimiento económico global hasta el 2.8%, la tasa más baja desde el final de la Gran Recesión hace más de diez años. Y arrastrará consigo el crecimiento de la economía de China al 5.6% este año desde 6.0% pronosticado previamente. “En nuestro escenario de referencia actual, se implementaran las políticas anunciadas y la economía de China volverá a la normalidad en el segundo trimestre. Como resultado, el impacto en la economía mundial sería relativamente menor y de corta duración”, dijo. Pero incluso eso podría ser optimista. «Pero también estamos analizando escenarios más graves en los que la propagación del virus continúa durante más tiempo y de manera más global, y las consecuencias para el crecimiento son más prolongadas».

El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, dijo en Riad: «La pregunta sigue abierta si será en forma de V con una recuperación rápida de la economía mundial, o si en forma de L con una desaceleración persistente en el crecimiento mundial». Aunque señaló que el escenario en forma de V era el más probable.

Mientras los ministros se reunían, los últimos datos sobre el COVID-19 sugerían que China estaba controlando la epidemia. Se informó de una fuerte caída en nuevas muertes y casos de coronavirus, pero las autoridades mundiales de salud advirtieron que era demasiado pronto para hacer predicciones sobre el brote ya que las nuevas infecciones continuaron aumentando en otros países. «Nuestra mayor preocupación sigue siendo la posibilidad de que el COVID-19 se propague en países con sistemas de salud más débiles», señaló el  jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Esta agencia de la ONU está pidiendo $ 675 millones para apoyar a los países más vulnerables, dijo, y agregó que 13 países en África son considerados prioridad debido a sus vínculos con China.

Las autoridades chinas quisieron ser optimistas. Chen Yulu, vicegobernador del Banco Popular de China, afirmó que los responsables políticos tenían muchas herramientas para apoyar la economía y confiaban en ganar la guerra contra la epidemia. «Creemos que después de que termine esta epidemia, la demanda acumulada de consumo e inversión se liberará por completo, y la economía de China se recuperará rápidamente», dijo Chen a la televisión estatal.

Otros comentaristas están menos convencidos de que China puede recuperarse rápidamente tras los cierres de industrias, el frenazo al turismo y la cuarentena de millones en sus casas. Zhu Min, ex subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, estimó que el COVID-19 podría suponer perdidas de unos 185 mil millones de dólares en la economía china en enero y febrero. Las caídas en el turismo y el gasto de los consumidores podrían reducir el crecimiento del primer trimestre en tres o cuatro puntos porcentuales, según Zhu Min, aunque el gasto en internet, particularmente en servicios de educación y entretenimiento, compensaría algunas de las pérdidas, el drenaje total de la economía en ese período podría ser de hasta 1,38 billones de yuanes, según Zhu. De acuerdo con las cifras de la Oficina Nacional de Estadística de China, eso representaría alrededor del 3.3 por ciento de las ventas minoristas totales del país en 2019.

Foto de Alejandro Rodríguez

Las ventas de automóviles cayeron un 20,5 por ciento interanual en enero, su mayor caída mensual en 15 años, según cifras de la Asociación China de Automóviles de Pasajeros. Y las ventas en las dos primeras semanas de febrero cayeron un 92 por ciento respecto al mismo período de 2019, principalmente debido al cierre de las salas de exposición y venta. Durante todo 2020, la epidemia de coronavirus podría costar a China 1 millón de ventas de automóviles, o alrededor del 5 por ciento de su total anual, según el grupo industrial. «La caída del consumo en el primer trimestre podría reducir el crecimiento en tres o cuatro puntos porcentuales», dijo Zhu. » Necesitamos un fuerte rebote, y eso necesita 10 veces más de esfuerzo».

Chen Wenling, economista jefe del Centro de Intercambios Económicos Internacionales de China, un grupo de expertos con sede en Beijing, dijo esta semana que incluso si la producción nacional volviera al 80 por ciento a fines de febrero, el crecimiento del primer trimestre aún sería inferior al 4.5 por ciento En comparación, la economía de China creció un 6,4 por ciento en los primeros tres meses de 2019.

¿Qué hacer? En Riad, la respuesta de Japón fue pedir un aumento del gasto público. El ministro de Finanzas, Taro Aso, pidió a los países del G20 con ‘margen fiscal’ (como Alemania) que incrementen el gasto para ayudar a la economía global. «Les dije a los ministros del G20 que la propagación de la epidemia de coronavirus … podría tener un efecto grave en la economía mundial», señaló Aso, que Japón ha ampliado bastante el gasto presupuestario, por lo que quiere que otros países con margen fiscal hagan lo mismo. Lo que no deja de ser irónico cuando es evidente que los déficits presupuestarios anuales permanentes de Japón no parecen haber salvado a la economía de caer en una recesión , incluso antes de los efectos de la epidemia del COVID-19.

Pero no hay que preocuparse. Aso afirmó que Japón continuó recuperándose moderadamente a medida que un mercado laboral rígido y el aumento de los ingresos familiares compensaron algunas de las debilidades en las exportaciones y la producción. «En esta etapa, no creo que los riesgos para la economía de Japón hayan aumentado repentinamente». Eso es una ilusión.

Como he argumentado en muchos artículos anteriores, es probable que el estímulo fiscal tenga un efecto insignificante en el logro de la recuperación económica una vez que se desate una depresión y el sector capitalista deje de invertir y los consumidores dejen de gastar (tanto). Esto se debe a que el gasto público sin las transferencias de asistencia social no es más del 10% del PIB de la mayoría de las economías y la inversión pública (en oposición al gasto en servicios públicos) no es más del 3% del PIB en comparación con el 15-20% del PIB invertido por el sector capitalista Se necesitará un gran aumento de la inversión pública para que tenga efecto.

Además, la capacidad y la voluntad de los gobiernos para recurrir a inyecciones fiscales tan grandes son limitadas. Gavyn Davies, en el FT, es escéptico : “la próxima recesión global puede resultar en una fusión de lo que tradicionalmente se han considerado las dos alas separadas de la política macro, la fiscal y la monetaria. Es una cuestión difícil de economía política si el banco central o la tesorería están mejor posicionados para liderar el diseño de una respuesta política efectiva en este entorno. Japón ha estado en esta situación varios años y hasta ahora no ha logrado cortar el nudo gordiano. Los políticos en los EE UU y Europa deberían pensar con tiempo cómo pueden cooperar tanto a nivel internacional como nacional para conseguir un mejor resultado. No hay señales de que esto suceda aún».

Quizás solo un país sea capaz de hacerlo. Dado el tamaño del sector estatal y el control gubernamental en China, un impulso fiscal puede tener mucho más efecto, como lo hizo durante la Gran Recesión de 2008-9 , cuando China continuó creciendo mientras prácticamente todas las demás economías cayeron o se desaceleraron drásticamente. El gobierno chino está dispuesto a gastar e invertir el tiempo que haga falta para cambiar las cosas una vez que la epidemia de virus desaparezca.

Foto de Alejandro Rodríguez

Aun así, si el crecimiento de China se desacelera bruscamente durante un par de trimestres, eso solo aumentará los problemas de las principales economías. Los últimos índices de actividad económica de las principales economías capitalistas avanzadas implican perspectivas sombrías. Los índices de actividad empresarial de Japón en febrero mostraron una caída significativa por debajo del nivel de estasis de 50. El PMI manufacturero de Japón cayó a 47,6 en febrero de 2020 desde el 48,8 del mes anterior. La última cifra refleja el mayor ritmo de contracción en el sector manufacturero desde diciembre de 2012. Y el PMI de servicios cayó a 46.7 en febrero desde 51.0 en el mes anterior. Fue la contracción más importante en el sector de servicios desde abril de 2014, por lo que el índice general cayó a 47.0 desde 50.1 en enero. Nuevamente, esta fue la contracción más pronunciada en la actividad del sector privado desde abril de 2014. Japón está claramente en depresión.

La actividad del sector privado de la zona euro mostró una ligera mejoría en febrero. El PMI ‘compuesto’ general en la zona del euro aumentó a 51,6 en febrero desde 51,3 en enero. Esta ligera mejora se debió principalmente a la industria manufacturera alemana, que todavía se está contrayendo, pero a un ritmo más lento. La zona euro sigue creciendo, pero a paso de tortuga.

La actividad manufacturera del Reino Unido en febrero pasó a ser ligeramente positiva, hasta 51,9 desde 50,0 en enero. El máximo de diez meses, lo que no dice mucho, ya que el índice tenía más de 55 hace tres años. El índice del sector servicios se debilitó un poco en febrero, pero aún mostró un crecimiento modesto de 53.3. Por lo tanto, el índice global ‘compuesto’ se mantuvo sin cambios en 53.3. Eso significa que la economía del Reino Unido está creciendo, pero de manera muy modesta en el primer trimestre de 2020.

Pero la gran sorpresa fue Estados Unidos. El indicador de actividad económica de EE UU cayó por debajo de 50, lo que indica una contracción en la economía por primera vez desde que comenzó la encuesta de PMI en 2014. El indicador general ‘compuesto’ cayó a 49,6 en febrero desde 53,3 en enero. El índice de fabricación también cayó a 50.8 desde 51.5 en enero. Pero la verdadera mala noticia fue la caída en el sector de servicios más grande, que cayó a 49.4 desde 53.4. Parece que Estados Unidos se suma a Japón y la Eurozona en el estancamiento o incluso la contracción en el primer trimestre de 2020, y China aún no ha informado sobre el impacto económico total del brote de coronavirus.

Otras economías del G20 también están mal. El índice de Australia fue inferior a 50 en febrero; Sudáfrica también. Esperamos datos sobre los demás.

En mi último post sobre la naturaleza y el impacto del COVID-19, comenté: «podría ser un desencadenante de una nueva recesión económica porque la economía capitalista mundial se ha desacelerado a casi la «velocidad de frenada”. Estados Unidos está creciendo a solo un 2% anual, Europa y Japón a solo 1%; y las principales economías emergentes de Brasil, México, Turquía, Argentina, Sudáfrica y Rusia están básicamente estancadas. Las enormes economías de India y China también se han desacelerado significativamente en el último año y si China sufre un choque económico por la interrupción causada por el nCoV-2019, eso podría ser un punto de inflexión”.

Hasta ahora, los mercados bursátiles del mundo han ignorado este riesgo, convencidos de que las tasas de interés cero o negativas para los préstamos y la especulación continuarán, gracias a la Reserva Federal de los Estados Unidos, y también a la esperanza de que la epidemia se disipe a fines de este trimestre, para que todo vuelva a la «normalidad». Pero con el brote desatado fuera de China y la probable recuperación económica lenta de China, las fantasías de los especuladores bursátiles pueden ser demasiado optimistas. Y recuerde, las ganancias corporativas globales están estancadas junto con la inversión empresarial, la principal causa de la desaceleración global.

En cuanto a los otros temas discutidos por los ministros del G20: cambio climático, desigualdad y paraísos fiscales, más vale olvidarlo. No llegaron a ningún acuerdo. Por primera vez, el comunicado final del G20 incluyó una referencia al cambio climático «para examinar las implicaciones del cambio climático para la estabilidad financiera». Estaba bien preocuparse por el impacto en los activos financieros y los mercados bursátiles, pero Estados Unidos vetó cualquier mención del impacto para la economía mundial y las personas.

No sucedió nada sobre la desigualdad porque los países europeos no pudieron ponerse de acuerdo en una estrategia fiscal común sobre la evasión fiscal global.

 

* Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.