El domingo, la revista Time publicó un artículo brillante, » En la batalla contra el coronavirus, la humanidad carece de liderazgo » por Yuval Noah Harari. Es una pieza de lectura obligatoria que nos brinda una visión general de las pandemias a lo largo de la historia humana y muestra el progreso que hemos logrado, gracias a la ciencia. El Sr. Harari concluye su artículo con la siguiente frase:
«La humanidad ha ganado la guerra contra las epidemias porque en la carrera armamentista entre patógenos y médicos, los patógenos dependen de mutaciones ciegas, mientras que los médicos confían en el análisis científico de la información».
Si quisiera resaltar una cosa de este artículo, sería la pregunta ¿la humanidad carece de liderazgo? Tenemos muchos líderes fuertes en negocios, ciencia, medios, tecnología, deportes, etc., pero lo que más nos falta es el poder político real. Es un problema estructural: las instituciones políticas y sociales han perdido su fuerza y ya no pueden competir contra las corporaciones y la máquina del dinero. Durante más de 20 años, el ataque contra nuestros sistemas políticos ha sido sistemático y brutal, monetizando todas las interacciones humanas posibles (cabildeo, privatización, mediatización, endeudamiento, monopolización de todo).
Este proceso está bien ilustrado en estos pocos párrafos sobre Capital Global de la «Sexta Carta a Mis Amigos» escrita por Silo el 7 de agosto de 1993:
“He aquí la gran verdad universal: el dinero es todo. El dinero es gobierno, es ley, es poder. Es, básicamente, subsistencia. Pero además es el Arte, es la Filosofía y es la Religión. Nada se hace sin dinero; nada se puede sin dinero. No hay relaciones personales sin dinero. No hay intimidad sin dinero y aún la soledad reposada depende del dinero.
Pero la relación con esa “verdad universal” es contradictoria. Las mayorías no quieren este estado de cosas. Estamos pues, ante la tiranía del dinero. Una tiranía que no es abstracta porque tiene nombre, representantes, ejecutores y procedimientos indudables.
Hoy no se trata de economías feudales, ni de industrias nacionales, ni siquiera de intereses de grupos regionales. Hoy se trata de que aquellos supervivientes históricos acomodan su parcela a los dictados del capital financiero internacional. Un capital especulador que se va concentrando mundialmente. De esta suerte, hasta el Estado nacional requiere para sobrevivir del crédito y el préstamo. Todos mendigan la inversión y dan garantías para que la banca se haga cargo de las decisiones finales. Está llegando el tiempo en que las mismas compañías, así como los campos y las ciudades, serán propiedad indiscutible de la banca. Está llegando el tiempo del Paraestado, un tiempo en el que el antiguo orden debe ser aniquilado.
Parejamente, la vieja solidaridad se evapora. En definitiva, se trata de la desintegración del tejido social y del advenimiento de millones de seres humanos desconectados e indiferentes entre sí a pesar de las penurias generales. El gran capital domina no solo la objetividad gracias al control de los medios de producción, sino la subjetividad gracias al control de los medios de comunicación e información. En estas condiciones, puede disponer a gusto de los recursos materiales y sociales convirtiendo en irrecuperable a la naturaleza y descartando progresivamente al ser humano. Para ello cuenta con la tecnología suficiente. Y, así como ha vaciado a las empresas y a los estados, ha vaciado a la Ciencia de sentido convirtiéndola en tecnología para la miseria, la destrucción y la desocupación.
Los humanistas no necesitan abundar en argumentación cuando enfatizan que hoy el mundo está en condiciones tecnológicas suficientes para solucionar en corto tiempo los problemas de vastas regiones en lo que hace a pleno empleo, alimentación, salubridad, vivienda e instrucción. Si esta posibilidad no se realiza es, sencillamente, porque la especulación monstruosa del gran capital lo está impidiendo.
El gran capital ya ha agotado la etapa de economía de mercado y comienza a disciplinar a la sociedad para afrontar el caos que él mismo ha producido. Frente a esta irracionalidad, no se levantan dialécticamente las voces de la razón sino los más oscuros racismos, fundamentalismos y fanatismos. Y si es que este neo-irracionalismo va a liderar regiones y colectividades, el margen de acción para las fuerzas progresistas queda día a día reducido.”. ( Carta a mis amigos está disponible aquí en muchos idiomas).
En la mayoría de los países, no existe un poder político capaz de crear las condiciones sociales para un desarrollo a largo plazo. Hoy los políticos son «elegidos» para destruir cualquier institución social y / o política a fin de dar espacio a nuevas oportunidades de negocios. Hace solo unos días pudimos leer en nuestro servicio de noticias cómo esto ha impactado nuestra capacidad de responder a las crisis de salud (» Trump disolvió la unidad de pandemia NSC que los expertos elogiaron » 14/03/2020 AP News). El desarrollo espacial se enfrenta al mismo proceso de privatización que todo lo demás (» NASA abre ISS a astronautas privados, más compañías espaciales » 07/06/2019 Axios).
Algunos países asiáticos aún no han alcanzado este nivel de desorientación, y las fuerzas políticas allí están lidiando con el coronavirus de maneras muy diferentes. (» Cómo Corea del Sur está manejando el brote de coronavirus mejor que otros países » 13/03/2020 The Hill).
La humanidad no solo se enfrenta a la mayor crisis de salud del siglo, sino que tendrá que luchar por su propia existencia en muchos frentes diferentes. ¿No estamos viendo las señales de advertencia? Hace solo unos meses, los incendios forestales en Australia se extendieron rápidamente por todos los estados para convertirse en los más devastadores de la historia; Se ha quemado un área del tamaño de Corea del Sur, aproximadamente 25.5 millones de acres. Y el anuncio del reloj del fin del mundo 2020 es grave (» Más cerca que nunca: faltan 100 segundos para la medianoche«). La humanidad continúa enfrentando estos dos peligros existenciales, la guerra nuclear y el cambio climático, que a su vez se ven agravados por un multiplicador de amenazas de guerra de información cibernética que socava la capacidad de respuesta de la sociedad. La situación de seguridad internacional es grave, no solo porque existen estas amenazas, sino porque los líderes mundiales han permitido que la infraestructura política internacional para gestionarlos se erosione.