La infección se ha propagado ahora por todo el mundo y el número de casos positivos al virus así como de víctimas, es muy alto. Todos los países europeos han cerrado escuelas, la mayoría de las oficinas han empezado a trabajar de manera remota, los medios de transporte han disminuido, sólo quedan abiertas las tiendas necesarias para la supervivencia y las urgencias, hay que quedarse en casa. Los testimonios de la situación que estamos viviendo en Europa son los mismos en todas partes, idénticas dificultades, la misma ansiedad, el miedo a perder el trabajo, temor al futuro, sobresalto ante un cambio de época del cual nadie conoce la evolución. Muchas personas se alteran y llevan a cabo una obtusa rebelión contra las reglas, se difunden noticias inútiles, falsas o, en algunos casos, conspiratorias.
Al principio abordamos esta situación de emergencia de forma creativa. Los ciudadanos de Europa expresaron su propio paisaje de formación, tal como era de esperar según ciertos estereotipos nacionales. Los franceses, por ejemplo, todas las noches a las 8 p.m. aplaudían al personal médico y el viernes a las 7 p.m. se reunían para tomar un aperitivo desde sus ventanas; los españoles organizaban tómbolas y hacían ruido con las cacerolas; los alemanes tocaban el «Himno a la Alegría» desde las ventanas. En pocos días los ciudadanos europeos se dieron cita y organizaron mitines replámpago que fueron difundidos por los medios de comunicación y las redes sociales. Los italianos cantaban, enviaban música desde los balcones, aplaudían a quienes trabajan en los hospitales. Ahora la situación se ha vuelto mucho más pesada para todos y la catarsis colectiva que se manifestó en las canciones y la música se ha ido acallando. Dado que las infecciones en Europa no han disminuido y el número de víctimas sigue aumentando, ha comenzado un malestar, una postración colectiva, compartida por todos, un cambio de clima que se siente en todas partes.
Para bien o para mal estos comportamientos tienen el mismo sabor, tienen un matiz, un tono común: estamos entendiendo que queremos hacer o percibir lo mismo juntos porque queremos sentirnos cerca, porque necesitamos a los demás. Cada nación tiene su propia manera de expresarlo, pero lo interesante es que este sentimiento surgió en cuanto hubo un bloqueo total de los movimientos y las relaciones habituales. Se trata de un deseo tangible de comunidad, de sentimientos de cercanía. Una vez que nos privaron de esta posibilidad, nos dimos cuenta de que realmente la necesitábamos. El sistema en el que hemos vivido hasta ahora está crujiendo, empezamos a ver las grietas, las primeras grietas, y empezamos a comprender que nada volverá a ser igual que antes.
Algo sutil, intangible está cambiando, millones de personas están empezando a darse cuenta de que tal vez es posible vivir con nuevos valores y esta conciencia está empezando a crecer. Y si, cuando la emergencia más grave haya pasado, esta percepción sigue viva, descubriremos que el respeto por los demás da sentido y valor a nuestras vidas, porque hay una razón simple y a la vez profunda: «Yo existo porque tú existes». Mientras no nos veamos como los demás y no veamos a los demás como nosotros mismos, no podremos entendernos ni a nosotros mismos ni a los otros.
Los mitos que nos han acompañado hasta ahora, hasta el día de hoy, nos han dejado sin valores, destartalados y terriblemente frágiles. Ahora que nos hemos dado cuenta de lo efímeros e inútiles que han sido para nuestra evolución, estamos buscando algo nuevo. Tal vez una gran oportunidad se aproxima para el ser humano, tal vez un nuevo mito, tal vez un valor que nos acompañe hacia un profundo cambio de época. ¿Llegará el momento en que la humanidad se sienta como una sola nación, una nación humana universal?
Tal vez todo irá bien #andràtuttobene