Por Doris Balvín 1

Hoy en medio de la crisis del coronavirus que toca a la humanidad entera, es “normal” levantarse temprano cuando asalta la vigilia, preguntarse por los seres queridos de las distintas latitudes tomar contacto con ellos para saber cómo están, enterarse que muchos de ellos están bien pero que otros están con síntomas del coronavirus, prender la tv y estar a la espera de noticias para saber el número de infectados y luego estar atentos al anuncio de las nuevas medidas que se darán a conocer en el nuevo mensaje presidencial.

Para sorpresa por primera vez se siente que se ha invertido la atención del gobierno no se habla de las implicancias económicas de este problema, cada uno de estos mensajes tiene en su centro el valor de la vida humana. Me pregunto si realmente ya desperté, y claro luego me doy cuenta de que esta es la realidad y que no es solo en el Perú. Los otros países en distintas latitudes ya tomaron las mismas medidas u otras más severas y nuevamente, escucho que en el centro de las decisiones que se están tomando está el cuidado del otro ser humano, claro salvo algunas excepciones. En suma, y sin darnos cuenta toda la especie humana, en los distintos lugares del mundo, se encuentra amenazada por un virus que como dicen ya está en el ambiente. La sensación de que todos somos uno me sobrecoge y me siento parte de la misma e imperiosa necesidad que nos convoca ¿qué nos corresponde hacer a cada uno de nosotros para detener esta pandemia?

Después de días de seguimiento a los informativos, unos más alarmistas que otros, hoy es más claro que no importa el número de infectados actual. El tema es como contener el avance del virus; y entonces la palabra “ralentizar” la expansión del virus, surge como evidente, porque claro, nuestros sistemas de salud no están preparados para atender en caso de que el pico de contagiados crezca y colapce la capacidad instalada para pacientes con necesidad de hospitalización y de cuidados intensivos con respiración mecánica.

Y no estamos preparados porque quienes diseñaron los hospitales nunca imaginaron que cientos de pacientes podrían requerir de oxígeno o de ventilación mecánica en cuidados intensivos, pero sobre todo porque el sistema actual está montado en base al lucro y los sistemas de salud pública con famélicos al lado de servicios de salud privados al que acceden solo quienes pueden pagar por ellos y que tampoco están preparados para atender situaciones de emergencia como los que enfrentamos porque esto no es rentable.

Me alegra ver al gobierno tomar medidas para atender la emergencia colocando como el principal valor la vida humana, a la Ministra de economía asignar presupuesto no solo para mejorar la infraestructura sanitaria y equipamiento para operar un hospital especializado en cuidados intensivos, de hablar de apoyo económico a la población más vulnerable como a la micro, pequeña y mediana empresa que sufrirá los embates de la paralización económica que la “distancia social”, es decir quedarse en casa, conlleva. Todo esto parece ser lo más sensato y lo mejor es ver que las políticas anunciadas se aplican, pero a su vez me pregunto ¿qué ocurrirá cuando la pandemia mengue y los voraces mercados intenten recuperar lo perdido? ¿a quién se cargará los costos de la crisis económica? ¿cómo se podrá revertir los efectos del cambio climático si después de esta crisis sanitaria se pretende seguir con las mismas premisas de crecimiento económico sin límites, y cuando por otro lado vemos que las medidas para atender la emergencia sanitaria han tenido como efecto no esperado un leve respiro para el planeta?

De pronto me asalta la esperanza de que un nuevo horizonte humano se abrirá y que nosotros no permitiremos que todo vuelva a ser como antes después de que por primera vez hemos enfrentado juntos cara a cara una pandemia de estas dimensiones en esta “aldea global”. Siento que luego de esto estamos llamados a asumir todos y todas la tarea de reinventar una nueva organización social que nos lleve a otro nivel civilizatorio. Comprendo que lo único posible es dar paso a una agenda que responda a las mismas prioridades: el bienestar común de la especie humana en armonía con la casa que lo acoge; y me concentro en imaginar como serían las pinceladas que tendría esta nueva sociedad:

Las fronteras se han abierto la gente circula libremente.

Las armas no sirven más como medio de defensa y los presupuestos se han destinado a lo realmente importante.

Tenemos una red de salud pública fuerte, operativa y de calidad a la cual todas y todos tenemos acceso, como alguien decía, el servicio de salud privado limitado a la estética.

Contamos con una educación pública universal y de calidad donde cada niño y niña descubre y desarrolla la misión para la cual vino al mundo.

No solo se ha declarado la emergencia climática, sino que a su vez se han tomado todas las medidas al alcance para proteger la amazonia en estrecha coordinación con las poblaciones nativas, ancestrales guardianas del bosque; para proteger las cabeceras de cuencas altoandinas y garantizar el agua.

La alimentación es agroecológica de base local y está en manos de la pequeña agricultura familiar es decir se garantiza la seguridad y la soberanía alimentaria.

En el país la dependencia de los combustibles fósiles es ya historia. La energía renovable no convencional llega al 100% se ha dejado el petróleo bajo tierra y bajo el mar.

Todas y todos los peruanos tenemos derecho a una renta básica universal, el trabajo ha dejado de estar relacionado a un salario. Tu y yo trabajamos en lo que más nos gusta y el despliegue de la creatividad humana se ha disparado al infinito.

Aún esta agenda está pendiente pero lo más interesante es que la vi clara y nítida hoy antes de que mi conciencia entrara en vigilia plena. Si esto es así, esto es posible porque la realidad que queremos construir la imaginamos primero y si ese imaginario es colectivo es de una potencia singular. Te invito entonces a poner estos temas en tu agenda, en la agenda social, y evitar que lo que hoy, en medio de esta crisis sanitaria, es un avance se convierta en retroceso. El sentido de la vida es el bienestar tuyo y del otro, de cada uno de nosotros en tanto somos herederos de lo construido por la especie humana. Toca ahora llevar a nuestra especie al siguiente nivel civilizatorio de ti, de mí y de todos nosotros depende.

 

1 Abogada, Mg. en gestión Ambiental Urbana, es parte del Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, y Coordinadora de la Red de actividades más allá del Cambio Climático.