La prevista recesión económica del sistema capitalista en esta fase de poder de los mercados financieros, ha llegado esta vez de la mano de un virus, el SARS-CoV-2 (Covid-19) conocido desde hace tiempo por la comunidad científica, y que ahora se presenta en forma de “pandemia”, con la ayuda de parte de las instituciones internacionales de salud, el protagonismo de los gobiernos y una gran contribución, la mayoría de las veces, tóxica, de los principales medios de comunicación, en manos de los grandes grupos económicos. Esta nueva amenaza de la humanidad está poniendo los sistemas de salud de los países occidentales al borde del colapso y a la población en estado de terror y en aislamiento y cuarentena sanitaria, económica y social, en las zonas en donde estos sistemas existen.
La “salida” de la anterior crisis financiera global del 2008 provocada por este depredador sistema económico representó para todos los derechos sociales conseguidos en los años de burbuja económica, pero especialmente para los servicios nacionales de salud, una agudización en la línea ascendente de desregulación, mercantilización y privatización del sector sanitario, sufriendo a partir de esas fechas y paulatinamente, los recortes más drásticos en todos los servicios de atención a las personas y a las comunidades, para seguir favoreciendo a la banca y abrir nuevas oportunidades de negocio a los grupos financieros, que desembarcaron en todos los servicios sociales, del, hasta entonces, mal llamado “estado de bienestar”.
Gran parte del presupuesto destinado al sistema público de salud en Catalunya, en descenso desde 2010 se dedicaba ya, antes de esta nueva crisis, a la financiación de lo que nuestros políticos neoliberales dieron en denominar “connivencia público-privada”, que consiste en financiar con dinero público, servicios proporcionados por empresas y sus sistemas de gestión que persiguen como objetivo principal, el beneficio económico privado. A pesar de todas las luchas de los movimientos sociales y de la ciudadanía organizada, nunca se ha vuelto a recuperar el presupuesto público dedicado a la precaria “redistribución social” de los primeros años de la década.
Hemos visto cómo en poco tiempo, hospitales pertenecientes a fondos buitres y/o a grandes y monopólicas empresas privadas entraban a formar parte del sistema nacional de salud, que, gracias a la ayuda de nuestros gobernantes y sus decisiones políticas, obtenían rotundos beneficios extraídos directamente de la caja común, la de todas.
Hemos sido testigos de cómo han desembarcado en nuestro país, a la misma vez que aumentaban las listas de espera y se degradaba la atención y la sanidad públicas, un sinfín de mutuas privadas de diferentes grupos financieros, que ofrecían coberturas sanitarias a precios competitivos, produciendo dividendos y beneficios imposibles de conseguir si no se apoyaran en la selección del riesgo, es decir, la selección de “clientes”, y a la existencia de un sistema sanitario público herido de muerte, afectado de corrupción, conflictos de interés y puertas giratorias, con listas de espera letales, insoportables y en aumento sostenido, pero que seguía en pie gracias al esfuerzo ingente de profesionales y trabajadoras. Los mismos que ahora vemos al límite de la extenuación y asumiendo un riesgo máximo por la falta de recursos, humanos y materiales. Algunos que no requieren de alta tecnología, pero que ni siquiera se les proporcionan.
Desde Marea Blanca se han hecho innumerables denuncias y se ha luchado por la recuperación de un verdadero sistema nacional de salud, público, universal, pagado con impuesto, fundamentado en la Atención Primaria, principal perjudicada de los recortes mercantilistas que priorizan los hospitales como centros de negocio, que se fundamente en la salud pública y la acción política sobre los condicionantes económicos, sociales y medioambientales, principales causantes de enfermedad.
La Atención Primaria de Salud, la más cercana a la población, con tareas de prevención y promoción de la salud, la más democrática y comunitaria, ha ido perdido profesionales y presupuesto año tras año pero también la misión que tenía cuando en 1978 se asumió por algunos estados como el mejor enfoque para dar respuesta a la atención sanitaria en la promoción, protección y atención de la salud a nivel de las personas y sus comunidades.
La Salud Pública, abandonada también por los estados y las administraciones, se visibiliza ahora como instrumento imprescindible no solo para predecir la dirección y la gestión de la pandemia, sino para haberla prevenido ya que es la que analiza y considera todos los condicionantes sociales, económico y medio ambientales del sistema que han hecho posible su aparición y la que se ocupa de la epidemiología y de la salud de las poblaciones.
Marea Blanca acaba de publicar en 1.000 caracteres, por exigencia periodística, las propuestas inmediatas y urgentes que se precisan para reorientar este sistema sanitario infectado y herido de muerte, no únicamente por el virus, sino por las políticas aplicadas año tras año por gobernantes sin escrúpulos al servicio de los intereses del capital y de sus amigos.
El panorama geoestratégico, económico y político y lo que representará para los sistemas públicos y las economías nacionales o la economía global, es imposible de valorar en estos momentos cuando estamos en el epicentro de la crisis provocada, sanitaria, económica y humana. Dependerá de la duración y de la gestión de la misma también de las soluciones y cambios sociales que se ofrezcan para la salida de esta nueva crisis mundial.
Dependerá sobretodo de las fuerzas políticas y económicas en juego, o en conflicto, pero también y más importante, de la conciencia social adquirida por la población, que haya entendido ahora quienes son los verdaderos “héroes”, sobre todo en estos momentos en donde, aunque sin equipos de protección, se están cayendo muchas de las máscaras políticas del gran engaño.
Solo la gente salva a la gente. Sólo la solidaridad ente las personas y las comunidades, puede hacer frente a los grandes intereses que han destrozado los sistemas públicos. No podemos olvidar que gracias a la eugenesia aplicada por el sistema capitalista, tres cuartas partes de la humanidad no disponen ni siquiera de sistema sanitario, muere de enfermedades evitables, de hambre o falta de suministros básicos y ni siquiera dispone de condiciones de vida dignas. Tampoco podemos dejar de constatar que esta distribución desigual de la riqueza afecta ya a una gran mayoría de población en nuestros propios países. Esa “distribución” desigual afectará y matará, también de manera desigual, a los más empobrecidos por este sistema, como ya se está demostrando en nuestro entorno.
Esta nueva crisis afectará también principalmente a las mujeres, como ha sucedido en anteriores ocasiones, por ser el sexo discriminado, el más oprimido y precarizado en todos los rincones del planeta y ser las encargadas principales de las actividades no remuneradas de cuidado y sostenimiento de la vida y que por causa de patriarcado y de la distribución de roles están poco reconocidas o son menospreciadas social y económicamente.
En nuestro entorno, con una mayoría de población “prescindible” encerrada en sus casas, amenazada de muerte y confeccionado material de protección casero, inducida a abandonar a sus mayores, en soledad, en los centros sanitarios, o en sus casas, atendidos por mujeres cuidadoras también precarizadas por las empresas, o en residencias diseñadas para aportan beneficios a sus propietarios, con el ejército y las fuerzas del orden en la calle, únicas legitimadas para ejercer represión y violencia, y con una gran mayoría de los medios de comunicación expandiendo intoxicación, cifras adulteradas y miedo, toda conjetura de lo que puede pasar es arriesgada.
Las fuerzas políticas y las imágenes del caos, que han existido en épocas anteriores de nuestra historia reciente, existen y están funcionando en el imaginario y en el pensamiento colectivo, retrasmitidas, incentivadas, amplificadas por los medios de comunicación y las redes sociales.
Las fuerzas del mal existen y el pensamiento que pretende gobernar el caos, es populista, destructivo, individualista e insolidario y va en contra de los intereses de las clases populares, aunque se vista y se presente de todo lo contrario. El único sentimiento a promocionar y practicar es la solidaridad. La conciencia colectiva y la organización, serán la única salida a este caos provocado, si llegamos a entender, por fin, que somos más.
La reestructuración del sistema que se pretende, puede desfavorecer de nuevo a las mujeres, a las clases trabajadoras y ser contraria al bien común. Dependerá de los nuevos planes e intereses del sistema capitalista, específicamente el financiero, que nunca ha perdido su poder, sino que por el contrario, se ha adueñado del relato ideológico y se ha apoderado de la economía mundial, de los estados y de sus gobernantes, abduciendo todas sus decisiones políticas. Todo ello para que, con otros ajustes y exigencias, pueda pervivir un sistema que se fundamenta en la depredación, la destrucción del planeta y el expolio de las clases populares a escala mundial.
Elva Tenorio, Médica y Psicóloga. Miembro de Marea Blanca de Catalunya