Piñera y sus socios han convertido la violencia en el tema principal de la agenda del país, desplazando a lugares secundarios las demandas sociales y amenazando incluso a la ciudadanía con la suspensión del plebiscito constitucional si el desorden continúa. Los poderosos usan la violencia como instrumento para propagar el miedo y debilitar las movilizaciones: Piñera, los partidos de derecha (con dignas excepciones), empresarios, carabineros, el jefe de la Armada, publicistas de los periódicos del orden y recientemente el contingente de Concertados que publicó una carta de apoyo a Piñera.
El asunto no es la violencia, sino la incapacidad de Piñera para gobernar el país.
En la primera hora, Piñera provocó al pueblo. En vez de responder con inteligencia y racionalidad ante las movilizaciones ciudadanas, amenazó al país, al 90% de chilenos y chilenas que demandan el término de las desigualdades, de los abusos y de la impunidad que favorece a los corruptos. Declaró la guerra a sus compatriotas e instaló el estado de emergencia.
Paralelamente, Piñera comete el grave error de mantener a Mario Rozas como director general de Carabineros. Este es el responsable directo de la violencia irracional de sus subordinados contra los movilizados, que significó incluso el nacimiento de la Primera Línea. Sin inteligencia alguna, Carabineros no ha querido o no ha podido discriminar entre los movilizados que exigen sus derechos y los delincuentes que se cuelan en las manifestaciones para saquear y destruir. Existe maldad, ineptitud o un intento solapado de no ayudar al orden público.
Recientemente, en momentos que se prepara la gran marcha de las mujeres por el 8 de marzo, nuevamente Piñera emite una provocación inaceptable, al responsabilizar a las mujeres de la agresión machista “No es sólo la voluntad de los hombres de abusar, sino también es la posición de las mujeres de ser abusadas”. Las explicaciones posteriores del Piñera y de su vocera ya nadie las cree o acepta. No se sabe si el hombre no está en sus cabales o sus más íntimas convicciones son las que emergen cuando improvisa. Ha perdido toda legitimidad.
Por último, en una reciente entrevista al canal nacional de televisión, amenaza nuevamente que no dudará en aplicar el estado de emergencia, mientras paralelamente se anuncian más y mejores equipos para la represión de Carabineros. Marzo se llena de incertidumbre y anuncia enfrentamientos inevitables.
Esas son algunas de las perlitas, entre muchas otras, que muestran la incapacidad de Piñera para relacionarse con la sociedad chilena. Y, ese comportamiento agresivo le ha hecho perder la confianza de la inmensa mayoría del país.
Pero, vamos a lo sustantivo, a las demandas sociales que viene planteando la ciudadanía desde el 18 de octubre del 2019: salarios, educación, salud, previsión. No hay respuesta o sólo se ofrecen migajas, que ponen de manifiesto que el poder empresarial y político, que Piñera representa, no está dispuesto a hacer reales concesiones para que los frutos del bienestar económico se repartan más equitativamente.
En efecto, las respuestas a esas demandas inmediatas son completamente insatisfactorias: un extraño incremento de los salarios, pero con aporte público (no de los empresarios), y sin fortalecimiento de los sindicatos; una reforma a la previsión inconvincente, con continuidad de las AFP; una propuesta de salud pública, que beneficia a las ISAPRES y a clínicas privadas; nada sobre educación; y, sobre todo, la muy insuficiente reforma tributaria, escasa en recursos (apenas 0,7% del PIB), e incapaz de apuntar con royalties a los recursos naturales. Así las cosas, las señales hacia el 90% de la familia chilena es muy negativa y no detendrán las movilizaciones.
Pero hay algo más. No hay señales contra los abusos y la corrupción empresarial/política. La población exige cárcel y no clases de ética para los que se coluden y expropian a los consumidores y, también demanda penas verdaderas para los empresarios tramposos que financian políticos para ampliar sus ganancias. Piñera, en vez de pronunciarse y actuar en este ámbito, prefiere responsabilizar a la violencia de los manifestantes de todo lo que sucede en país.
El presidente no tiene respuestas para enfrentar las desigualdades, abusos y actos corruptos. En vez de ello, comete la torpeza de acusar a Cuba y Venezuela por las movilizaciones. Es cierto que le tocó la mala suerte del estallido social por los 40 años de injusticias, pero si él está a cargo del gobierno tiene que empatizar con las demandas ciudadanas. Pero no ha sido capaz. Sus propuestas son insuficientes y su discurso agrede al pueblo.
Piñera ha fracasado. No está en condiciones de gobernar. La defensa de sus intereses y de sus socios le impide responder a demandas ciudadanas que exigen integración social y una justa repartición del poder y la riqueza. Al mismo tiempo, su discurso agresivo amplifica las tensiones y los enfrentamientos. El problema no es la violencia, es Piñera.