Por La Tizza
Declaración del espacio feminista «Berta Cáceres»
Este 8 de marzo ofrece, de nuevo, la posibilidad de encontrarnos y reflexionar sobre las mujeres por las cuales se celebra justo esta y no otra fecha del año, sobre las mujeres que ya no están, sobre las mujeres que hicieron posible que hoy estemos aquí, sobre las mujeres que somos.
Hemos nacido y crecido en tiempos de hombres, diseñado y gestionado por hombres, protagonizado por hombres, contado por hombres, poseído por hombres; nos han llevado a este tiempo de crisis: crisis de trabajo, de tiempo para nosotras mismas, de relación con los otros, de carecer de recursos y de acceso a servicios fundamentales, y, además, nos ha hecho enfrentar de manera continua a las más diversas expresiones de violencia.
La lógica expoliadora del mercado se ha ensañado también con la femineidad, la ha fragmentado en deberes, placeres y cosméticos, encasillado en roles y conductas esperadas. Nos ha hecho creer que comprar y vender significa relacionarnos en un ambiente de permanente individualismo y competitividad.
La lucha contra ese modo de vida, del que somos condición imprescindible pero silenciada, ha hecho que las mujeres tomen las calles en diferentes momentos del año, pero con mayor fuerza y visibilidad cada 8 de marzo.
Históricamente los reclamos empezaron por los derechos de las mujeres a empleos dignos e iguales salarios que los hombres, acceso a servicios públicos, cuidados y consumo para mujeres migrantes, derecho a la educación pública no sexista, entre otros. A estos temas permanentes se han sumado otros: las luchas contra las violencias machistas, patologización de la transexualidad, invisibilidad de las personas lesbianas, bisexuales, intersexuales y por los derechos reproductivos, lo cual muestra que no ha mejorado la situación de la mayoría de las mujeres en el mundo, en especial en la región latinoamericana y caribeña.
El actual movimiento de mujeres, denominado como la «cuarta ola feminista», continúa sumando desafíos: la diversidad de posicionamientos epistemológicos y políticos, el debate con el feminismo liberal que suscribe una visión de igualdad centrada en el mercado y que encaja con el entusiasmo corporativo por «las diferencias», el enfrentamiento al discurso fundamentalista contra la supuesta «ideología de género». Desde el feminismo liberal y el fundamentalismo religioso se apuesta por la no discriminación y la libertad de elección, sin abordar las desigualdades socioeconómicas estructurales que pesan sobre las mujeres, y reproducen la carencia de elección y la emancipación.
El patriarcado da otra vuelta de tuerca, las conquistas se nos han vuelto en contra. Lo que hace sesenta años se vislumbraba resuelto ahora es más opresivo: el trabajo no ofrece seguridad, el acceso a la educación endeuda a la generación más joven, el derecho al voto no garantiza la participación democrática efectiva.
Las formas tradicionales de lucha de los movimientos de mujeres y feminista también están siendo pensadas, debatidas cuando se ha encontrado con realidades que han chocado con ellas, es decir, con las mujeres que no pueden parar un día, que no pueden salir de sus hogares, que no pueden dejar a sus hijos e hijas. Y hay debates que tienen que ver con cuestiones organizativas y de movilización que sirven para reflexionar la articulación global del feminismo desde las identidades múltiples que somos.
Es por ello que este año se está viviendo el 8M como un ejercicio de construcción colectiva, de aprender a pensar pegadas a los barrios donde se vive un feminismo muy específico, con un lenguaje popular, para arreglar cuestiones de todos los días. Este año el mayor desafío ha sido que el propio movimiento tenga un ritmo armónico con la cotidianidad de las mujeres para las cuales se lucha. Para ello se cuenta con fortalezas éticas y políticas construidas: el internacionalismo, el empleo de las redes sociales, y la capacidad de conexión y comunicación entre los colectivos.
En este contexto, Cuba también tiene acumulados que celebrar y retos para seguir adelante. El feminismo tiene que saltar del ámbito académico y convertirse en una herramienta de lucha para hacer un país en el que seamos más felices, con mayor autonomía de sus organizaciones sociales y con políticas públicas que contribuyan a espacios más equitativos.
La invitación de este marzo de 2020 es, entonces, a Vivir en tiempos de mujeres, a potenciar nuestra fuerza para multiplicar nuestras voces, a hacer más denso el tejido social que conformamos, a fortalecer nuestra sororidad, nuestro autocuidado y reciprocidad. Las invitamos a recuperar experiencias de lucha de compañeras que nos antecedieron y que ahora nos acompañan.
Vivamos en tiempos de sentir que somos parte de algo: hagamos nuevas redes de comunicación entre mujeres de diverso tipo y empecemos a construir otro tipo de relaciones ancladas en la solidaridad y no en la competencia.
Vivamos en tiempos donde no aceptemos que las mujeres cubanas seamos víctimas de cualquier forma de violencia, y nadie decida sobre el control de nuestros cuerpos y nuestras vidas; tiempos, en el que también podamos ir definiendo qué tipo de sociedad queremos, cómo vamos a construirla, qué precisamos de inmediato, cuáles son los objetivos del futuro, y cómo podemos acercarnos a esa meta desde el espacio en el que vivimos cada día.
Vivamos el movimiento feminista como una manifestación de deseo para visionar lo que intentamos construir. Solo desde el disfrute de acompañarnos, de construir juntas, podremos acortar el camino de alcanzar los sueños.
Espacio Feminista Berta Cáceres
6 de marzo de 2020