“Cuando todas las puertas se cierran, los dioses que llevamos dentro siempre encuentran una ventana”. Este dicho mítico que hemos parafraseado, bien podemos aplicarlo hoy a lo que está pasando en algunos países y pasará en otros que se van viendo afectados por el coronavirus.
Esto tiene una parte metafórica pero otra casi literal. Con un #YoMeQuedoEnCasa para protegernos y proteger, en este encerramiento al que nos hemos visto sometidos y cuyas consecuencias –más allá de las médicas– todavía no podemos prever, la imaginación y el mejor sentir de la gente se alían y les damos a las ventanas una de las funciones básicas que tenían y dejaron de tener, la de conexión con el mundo, la de relación con los vecinos, la abertura desde la cual se llamaba a los niños para que interrumpieran sus juegos y subieran a comer, etc.
Solo que, ahora, las utilizamos para interesarnos por la salud de los vecinos, por las necesidades de los otros, y especialmente para agradecer. Agradecer a los trabajadores de la salud, a quienes nos abastecen de comida y bienes de consumo básicos, a los conductores de transportes… al tiempo que reclamamos sanidad pública universal y de calidad, ese bien que tanto nos costó conseguir, al que todos acudimos y del que dependemos tantísimo, pero que algunos desalmados se empeñaron y siguen intencionando en destruir (léase, por ejemplo, Gobierno de la Comunidad de Madrid al nombrar como coordinador de estas crisis sanitaria a Antonio Burgueño, uno de los responsables del desmantelamiento de la sanidad pública madrileña. Paradójicamente, hoy la misma Presidenta Isabel Díaz Ayuso ha dado positivo al coronavirus. ¿Qué servicios médicos utilizará?).
Pero hablábamos de agradecer. Sabemos que cuando agradecemos con verdad interna, y repetimos ese agradecimiento, entramos –a veces– en “estado de gracia”, ese estado inspirado que anhelamos, disfrutamos y buscamos repetir.
Y esto es lo que ha decidido hacer mucha gente. Ponerse de acuerdo por redes sociales y autoconvocarse, a horas concretas, para abrir las ventanas y aplaudir como gesto de agradecimiento a quienes están trabajando para que todo funcione (o poniendo música, o haciendo un pedido de bienestar por todos…)
Este gesto que dura unos minutos no deja indiferente a nadie… una conmoción recorre las calles de las grandes ciudades cada noche. En esta acción está el agradecimiento y el encuentro de corazón a corazón más allá de la distancia física, el reconocimiento del otro y en el otro, el sentir que estamos en la misma, y esa alegría que queda cuando una acción es positiva y con muchos.
Pero el gesto de miles y miles de personas no queda en las calles, llega a los destinatarios del mensaje, a quienes están trabajando para que todo vaya bien. Y éstos, de vuelta, agradecen produciéndose un movimiento moébico que nos realimenta a todos e invita a seguir en la misma dirección.
El origen de este desastre y las consecuencias, como hemos dicho, las iremos conociendo… pero desde la base social asomada a las ventanas, se escucha un suave rumor que nos calma el alma y abre el futuro. ¡Gracias!