Durante la conmemoración del 8 de marzo, en algunas calles céntricas de Buenos Aires y en la vereda de algunas iglesias, se pudo ver a un grupo de mujeres que barrían y baldeaban, mientras hablaban sobre el aborto.
Eran las Conventilleras, integrantes del Colectivo Fin de un Mundo, que embanderan el chisme como “ejercicio comunitario”.
“Somos chismosas”, –dicen. “En los chismes tejemos tramas cómplices, feministas e intergeneracionales, llevamos y traemos historias desobedientes que muchas veces nos salvan la vida. Armamos red, armamos conventillo.”¹
Ya no como chisme, sino a viva voz, corearon juntas:
Las mujeres Abortamos. Y las niñas Abortamos. Las solteras Abortamos. Y las casadas Abortamos. Las ateas Abortamos. Y las creyentes Abortamos. Las docentes Abortamos. Y los jueces Abortamos. Las lesbianas Abortamos. Las bisexuales Abortamos. Los trans masculinos Abortamos. Las milicas Abortamos. Y las activistas Abortamos.
En consultorios Y con pastillas Abortamos. Con vergüenza Abortamos. Y con orgullo Abortamos. Desprotegidas Abortamos. Y sin leyes Abortamos. Todas nosotras Abortamos. Todes nosotres Abortamos. Abortamos. Abortamos. Abortamos.
Será Ley.
Así se las vio.
¹ Ailén Possamay