Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Las elecciones presidenciales y parlamentarias que se efectuarán en Bolivia el próximo mes de mayo estarán signadas por la interrogante que emerge del hecho que las mismas fueron convocadas por la obligación que tuvo que asumir la dictadura de Jeanine Áñez de realizar comicios después del golpe de Estado de noviembre del año pasado, el cual fue posible por el aval del gobierno de Estados Unidos a través de su instrumento de intervención: la Organización de Estados Americanos (OEA).
De manera tal que el hecho electoral no se inscribe en un marco de democracia, sino bajo una dictadura que controla la mayor parte del Estado, teniendo como principales estandartes a la embajada de Estados Unidos, las fuerzas armadas, la policía, los medios de comunicación, y las iglesias católica y protestante que se han convertido en verdadero tándem reaccionario, anti democrático (con tintes fascistas en algunos casos) en buena parte de América Latina. De ahí que sean las instituciones más repudiadas en cualquiera de nuestras naciones
El cuadro general de la situación del país muestra un franco deterioro de las condiciones de vida de la población. Desde la entronización de la dictadura, la economía ha vivido un constante retroceso, sobre todo en los niveles de consumo de la población, lo cual ha sido muy evidente. Por su parte, en términos de represión, ésta ha pasado de ser masiva (1.500 detenidos en los días posteriores al golpe de Estado) a ser selectiva, dirigida básicamente contra cuadros y dirigentes del MAS y del anterior gobierno (alrededor de 160 detenidos en la actualidad).
Esta semana, el proceso electoral entra en sus 40 días finales matizados por los intermedios de carnaval y semana santa que paralizarán en gran medida la actividad política, coadyuvando a la desmovilización de las acciones que se realicen en el marco de la campaña. No obstante, como va a siendo habitual, la iglesia católica aprovechará los días de culto para hacer su habitual propaganda demonizando a los luchadores democráticos y populares y exaltando las acciones de la dictadura. Esto también forma parte de la tradición retrógrada de esta institución putrefacta desde hace alrededor de 50 años
El “Movimiento al Socialismo. Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos” (MAS) ha logrado superar exitosamente los problemas que se generaron inicialmente en torno a la definición de sus candidatos, pasando a una situación actual de unidad en torno al binomio decidido. Todas las organizaciones sociales cercanas al MAS han aceptado a Luis Arce y David Choquehuanca como candidatos a presidente y vicepresidente y se encuentran enfrascadas en la campaña.
En el momento de escribir este artículo, todas las encuestas dan como ganador al MAS que según algunos informes no publicados ya ronda el 40% del apoyo popular lo cual es muy positivo considerando que las encuestas no se realizan en zonas rurales donde su votación es muy alta. Así mismo, debe considerarse que este proceso se está llevando en irregulares condiciones de represión y persecución a dirigentes del MAS
Si en Bolivia imperara un gobierno democrático y un sistema políticos de iguales características, el triunfo del Mas (al igual que el que obtuvo Evo Morales) no podría ser puesto en duda La gran incógnita es saber si la dictadura va a aceptar una victoria del MAS en las elecciones o, como muchos analistas esperan, recurrirá a un fraude para mantenerse en el poder.
En gran medida ello va a depender de la magnitud de la victoria, la contundencia del voto y sobre todo de su capacidad para controlar y cuidar el voto en las urnas. También tendrá influencia el resultado de las elecciones parlamentarias que se realizarán simultáneamente. Así mismo, tendrá gran importancia el papel que juegue la OEA como instrumento electoral de Estados Unidos para falsificar elecciones como hizo en Honduras y en la propia Bolivia y como no ha podido hacer en Venezuela.
A partir de la experiencia anterior, el MAS ha entendido que el énfasis de su trabajo electoral debe ser puesto en la exigencia de respeto del voto popular, en regiones remotas que por estar alejadas de las zonas urbanas, demoran en el conteo y transmisión. En el proceso anterior, esa circunstancia fue usada por la OEA para falsificar el resultado.
La derecha se encuentra dividida en siete candidaturas y aspira a que el MAS no obtenga 40% o más votos y que no saque una diferencia de 10 puntos respecto del candidato que llegue en segundo lugar para buscar un aspirante de consenso en una hipotética segunda vuelta. En este momento, según las encuestas, ese objetivo no se ha logrado por lo que el esfuerzo mayor del gobierno debe estar concentrándose en la organización del fraude que niegue el triunfo del MAS en las urnas
La agenda electoral está poniendo el énfasis en tres temas:
1. Estabilidad económica. En torno a la capacidad de administrar la economía y mantener los ritmos de crecimiento que logró el gobierno de Evo. Este es el principal argumento electoral del MAS toda vez que su candidato Luis Arce como ministro de economía y finanzas públicas durante 11 años fue el artífice de los indudables éxitos del gobierno en esa materia, mientras que la dictadura no ha sido capaz de sostener esos ritmos de crecimiento, estabilidad y redistribución equitativa de los ingresos.
2. Pacificación del país. Para optar entre la propuesta de la dictadura que alude a la necesidad de la represión como instrumento para lograr la paz y la del MAS que dice que es posible lograr la tranquilidad del país a partir de la reconciliación y la reconstrucción del tejido social devastado por la dictadura.
3. Calidad de la democracia. Está siendo importante debatir acerca del papel de las instituciones de la democracia que han sido vulneradas por la dictadura, entre ellas, el poder legislativo, el judicial y el electoral.
Un tema soslayado en el debate actual por lo complejo de sus definiciones, es el relativo al papel de las fuerzas armadas y policiales en el futuro del país. Su protagonismo en el golpe de Estado de noviembre –cuando se creía que esa opción estaba superada en la historia- deja establecido de forma prístina que finalmente las fuerzas armadas siguen siendo el “gran elector” en la democracia representativa.
El lado del pueblo en que se pongan servirá de orientación del tipo de democracia que se instale. Por lo pronto, los próximos presidentes bolivianos gobernarán bajo una “espada de Damocles”, sabiendo que la democracia alcanza hasta que la oligarquía en connivencia con el gobierno de Estados Unidos decidan que no va más.
La experiencia de Bolivia señala que poco importa la estabilidad económica, política y social si ella no sirve a los grandes capitales. Poco vale un crecimiento equitativo puesto al servicio de las mayorías, si esto va en detrimento de los altos niveles de lucro de las oligarquías. De nada sirve, defender la soberanía y los intereses nacionales mientras haya un sector vende patria poderoso que pueda comprar a las fuerzas armadas y a las instituciones para hacer el trabajo sucio para después cobrar las ganancias.