Las brujas son figuras presentes en la imaginación de prácticamente todos los pueblos occidentales. Casi siempre son los personajes malvados de los cuentos de hadas o de las leyendas populares. Son aquellos que envenenan, hacen hechizos, deciden quién debe vivir y quién debe morir, quién se quedará dormido todo el tiempo o quién debe morder la manzana. Son retratados como personajes atemorizantes y siniestros que desean el mal a la «gente buena».
Desde la década de 1970, el Movimiento Feminista intenta comprender la esencia de estas personajes y el momento histórico en que vivieron. Cada vez es más común la identificación de las mujeres contemporáneas con esas «brujas del pasado». Esto revela no sólo la necesidad de rescatar ciertos valores y conducta, sino también de continuar una lucha que fue sofocada por la represión durante La cacería de brujas.
¿Pero, quiénes eran las brujas?
Eran mujeres europeas, generalmente campesinas, protagonistas de sus procesos de salud y enfermedad. Tenían conocimiento empírico, adquirido a través de la transmisión oral, sobre hierbas y diversas terapias, siendo a menudo la referencia del «profesional de la salud» en la comunidad.
Aunque en aquel momento no tenían acceso a métodos anticonceptivos, como los conocemos actualmente, utilizaron hierbas y prácticas para prevenir embarazos y provocar abortos, muchos de ellos resultados de violaciones.
No podemos decir que esas mujeres eran libres pues estaban subyugadas en su mayoría a los hombres (padres, maridos, hermanos) pero en el cuidado con sus cuerpos tenían cierta autonomía y ni la Iglesia ni el Estado habían legislado sobre sus cuerpos hasta entonces.
Muchas mujeres eran parteras, y este conocimiento se transmitía de una mujer más experimentada a una mujer más joven. En muchos casos, estas mujeres realizaban sus prácticas de manera ritual, cargadas de creencias y espiritualidad, lo que sin duda fue un shock para el proceso histórico de Europa en ese momento.
“El período de Caza de brujas tuvo lugar durante cuatro siglos (desde el siglo XIV hasta el siglo XVII), desde su inicio en Alemania hasta su introducción en Inglaterra. La persecución de las brujas comenzó en el feudalismo y duró, con creciente virulencia, en la «Era de la Razón» (Iluminación). Tomó varias formas según el tiempo y el lugar, pero sin perder su característica esencial de una campaña de terror desatada por una clase dominante y dirigida contra la población campesina femenina. De hecho, las brujas representaban una amenaza política, religiosa y sexual para la Iglesia, tanto católica como protestante, así como para el estado ”, cuentan Barbara Ehrenreich y Deirdre English en Brujas, Parteras y enfermeras publicado en 1973.
La base de la campaña de caza de brujas fue la difamación y la tergiversación de estas mujeres. Se les dio el título de miserables, pervertidas, histéricas, locas, deshonradas, frustradas en el amor, y se dijo que alucinaban. A menudo se las obligaba a confesar «sus pecados ” y a admitir ante los tribunales de la Inquisición que estaban poseídas y pactaban con el demonio, asumiendo de ese modo “la puesta en escena” promovida por el Estado y la Iglesia.
Para entender aquel momento e incluso comprender porque confesaban “sus pecados” hay que saber que la mayoría de esas mujeres vivían en una situación de vulnerabilidad social, cultural, psicológica y emocional.
La cifra no es precisa, pero se estima que entre 40.000 y 50.000 mujeres fueron quemadas vivas en la hoguera, ahorcadas y torturadas. Causaron la muerte física de estas mujeres, la muerte de una cultura y provocaron una grieta entre hombres y mujeres que llega hasta nuestros días.
Es crucial comprender el proceso histórico de la época en que tuvo lugar La caza de brujas
Comenzó durante el feudalismo cuando el capitalismo ya estaba comenzando a germinar y es en la transición del primero al segundo cuando ocurren simultáneamente : la colonización de América; el exterminio de las poblaciones del Nuevo Mundo; el comercio de esclavos; el saneamiento contra vagabundos y mendigos y la aparición de instituciones hospitalarias, siendo este último un hito importante en la medicina occidental tal como la conocemos hoy.
El capitalismo surgió con fuerza, nació a través de la violencia, y las mujeres libres no servían a este nuevo modelo. Ni siquiera los autores y estudiosos del marxismo, críticos acérrimos del capitalismo, dieron visibilidad a esa situación vivida por cientos de miles de mujeres, pasando rápidamente a naturalizar los cuerpos femeninos y subyugarlos a la Ley, la Iglesia y luego a la Medicina, como explica Silvia Frederici en Caliban y la Bruja.
Casi 10 siglos nos separan de esas mujeres, y vemos que a pesar de los grandes avances en la salud de las mujeres, todavía estamos lidiando con problemas que las brujas enfrentaron en el pasado. Desde aquellos tiempos hasta la actualidad, las mujeres han perdido el poder de tomar decisiones sobre sus cuerpos y, por ello, esta es una reivindicación importante del Movimiento Feminista.
El cuerpo femenino ha sido y sigue siendo objeto de disputas y poder. Referido al mismo, constantemente se libran batallas para decidir quién está a cargo, como es el caso de los debates públicos en varios países sobre la legalización del aborto y los derechos reproductivos.
La búsqueda de las mujeres hacia la autoconciencia de sus cuerpos y la búsqueda de la desmedicalización y la despatologización del cuerpo femenino está cada vez más latente.
Esa nota es la segunda de una serie de textos que analizarán el papel de la mujer en la construcción del modelo de salud occidental. Aquí puedes leer Mujeres 01- ¿Qué papel juegan las mujeres en la salud de ayer, hoy y mañana?
Flavia Estevan- flaviaestevan@gmail.com
Ehrenreich, Barbara e English, Deirdre Bruxas parteiras e enfermeiras: Uma história de mulheres curandeiras.
FEDERICI, Silvia. Calibã e a bruxa: mulheres, corpo e acumulação primitiva. São Paulo: Editora 2 Elefante, 2017.
FOUCAULT, Michel . Microfísica do poder. 8. ed. Rio de Janeiro: Graal, 1989.