Por Pedro Arrojo Agudo*
En marzo de 2017 Naciones Unidas inició la negociación de un nuevo tratado internacional, el TPAN (Tratado de Prohibición de Armas Nucleares). Durante varios meses 129 países trabajaron en su redacción y finalmente, en julio de ese mismo año, se aprobó la texto definitivo, con 122 votos a favor, 1 en contra y 1 abstención. La OTAN presionó a sus miembros para que ni siquiera participaran en todo ello y el Gobierno español, gobernando el PP, se sometió dócilmente a esas presiones. Actualmente está abierto el proceso de firma y ratificación. Cuando haya 50 países que lo hagan, el TPAN entrará en vigor. Actualmente 81 lo han firmado y 35 lo han ratificado. El Papa Francisco es uno de sus defensores más activos, como Jefe del Estado Vaticano. “… El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral, como asimismo es inmoral la posesión de las armas atómicas…” afirmó hace poco en Hiroshima.
El TPAN pretende superar el Tratado de No Proliferación Nuclear que, a pesar de estar vigente desde 1970, ha fracasado en el compromiso explícito que hicieron las potencias que lo impulsaron – EEUU, Rusia, Francia, China y Reino Unido – de reducir y liquidar sus arsenales nucleares; e incluso en el objetivo de impedir que otros países hicieran proliferar estas armas. De hecho, con la cooperación no reconocida de una u otra de estas cinco potencias, Israel, India, Paquistán y Corea del Norte han desarrollado sus propias armas nucleares en zonas de alta conflictividad.
La emergencia de China como potencia global, en la medida que pone en cuestión la incontestada, hasta hoy, supremacía económica norteamericana, genera tensiones globales similares a las que motivaron las guerras mundiales y la guerra fría, que nos colocó en varias ocasiones al borde del suicidio nuclear. En este contexto, la insensatez del Sr.Trump, al frente del país más poderoso del planeta, agrava y dispara riesgos. Sin embargo, su pretendida locura no es el origen del problema, sino en todo caso su consecuencia. Ni Hitler estaba loco, ni Trump lo está. Hitler tuvo y Trump tiene detrás poderosos grupos de poder económico que perseguían y persiguen conquistar o preservar su supremacía global; y lo que es más grave, ambos ganaron un amplio apoyo popular con ideas xenófobas y discursos pretendidamente patrióticos y antisistema, manipulando las consecuencias de crisis económicas que se cargaron, como siempre, sobre los más débiles.
La pugna por la supremacía económico/tecnológica y el control de recursos naturales limitados, en un mundo sometido a graves crisis de insostenibilidad, multiplican los conflictos y el riesgo de que los arsenales nucleares puedan llegar a usarse, bien por accidente, o bien por un uso pretendidamente limitado que acabe generando una escalada incontrolable. Riesgo que se agrava por el desarrollo de tecnologías y de sistemas automatizados vulnerables al ciber-terrorismo. En este contexto, desde la Universidad de Chicago, uno de los observatorios científicos más prestigiosos del mundo, que viene valorando desde 1947 el riesgo de catástrofe global con un sistema multicriterio conocido como el Doomsday Clock, el Reloj del Apocalipsis, advierte que el cambio climático, en combinación con los factores antes citados, elevan hoy el riesgo a un máximo histórico, por encima del generado por la crisis de los misiles en Cuba.
Tras la moción de censura a Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias acordaron un paquete de medidas entre las que figuraba la firma del TPAN. Yo por entonces era diputado y trabajaba en colaboración con ICAN, promoviendo una red parlamentaria en apoyo del Tratado en la que contábamos con 92 firmas, a falta de que el PSOE diera vía libre para que sus diputados y diputadas pudieran firmar. Tras la sorpresa, empezamos llamando a la contención hasta confirmar la voluntad efectiva de cumplir el compromiso. Pronto se hicieron notar las presiones de la OTAN. Tras varias conversaciones con el por entonces Ministro de Exteriores, el Sr. Borrell, se nos habló de un informe en el seno del Ministerio sobre compromisos contractuales que impedirían esa firma. ICAN respondió con un contra-informe que rebatía la existencia de tales compromisos, dejando claro que se trataba de una opción política perfectamente viable. El ejemplo de Nueva Zelanda es paradigmático al respecto: un pequeño país que, aún formando parte de una alianza con EEUU y Australia similar a la OTAN, ha optado por excluir las armas nucleares de su territorio, en ejercicio de su soberanía y a despecho de las presiones norteamericanas.
Europa se dispone, tras el BREXIT a debatir sobre el modelo de seguridad que requiere la nueva Unión Europea, y el Sr.Macron ofrece el arsenal nuclear francés como eje de dicho modelo. El nuevo Gobierno Español podría y debería hacer historia, firmando el TPAN, planteando un nuevo enfoque de la seguridad europea en sintonía con Naciones Unidas y abriendo el debate a la ciudadanía. ¿Sería razonable un presupuesto de miles de millones de euros, en permanente crecimiento, para mantener y garantizar la letal modernización de ese arsenal nuclear? ¿O sería más razonable alinearse con Naciones Unidas, liderando en el mundo un nuevo concepto de seguridad basado en las necesidades reales de la gente?
Pedro Arrojo Agudo es Profesor Emérito de la Universidad de Zaragoza