Breno Bringel es profesor de la Universidad Estatal de Rio de Janeiro, y director de la Asociación Latinoamericana de Sociología. En esta entrevista para Cuatro Elementos, el programa radiofónico semanal de Pressenza por Radio Pichincha Universal, analizó las políticas del gobierno Bolsonaro para los pueblos indígenas, la frontera del agronegocio y la megaminería.
–Breno, comencemos por el hecho más reciente, la ley 191 que Bolsonaro presentó para su aprobación en el Congreso Nacional. Cuéntale a nuestra audiencia en qué consiste esta ley y qué consecuencias puede tener.
–Este proyecto de ley que acaba de proponer Bolsonaro tiene un objetivo muy claro de expansión de la frontera capitalista, en un escenario geopolítico y geoeconómico en el que Brasil adopta una posición cada vez más subordinada y dependiente hacia fuera. Así, trata de expandir hacia dentro del propio territorio nacional –en este caso hacia la Amazonía–, esas fronteras del capitalismo. Muy en concreto esta ley prevé la posibilidad de exploración de minería, agropecuaria y construcción de hidroeléctricas dentro de reservas indígenas. Esto es algo totalmente anticonstitucional, que va en contra de todos los pactos y los acuerdos históricos que hayamos tenido en Brasil durante las últimas décadas y puede tener impactos muy graves, impactos en términos ecológicos, ambientales, sociales, culturales. Esta diría que es una de las caras de este proyecto de ley que además esta acompañado de una perspectiva muy racista etnocéntrica del gobierno hacia los indígenas.
Hacía unas semanas Bolsonaro dijo que los indígenas casi tienen alma, que están evolucionando, son ya casi humanos y con esas declaraciones lo que está tratando todo el rato es de despertar este discurso de odio, de inferioridad, de incapacidad de los indígenas, algo que nos recuerda el siglo XVI. Hay unos componentes racista colonial y de expansión muy fuerte del capitalismo en este contexto de crisis, de imposibilidad, de mayores expansiones hacia fuera, que están por detrás de este proyecto de ley.
–¿Podríamos decir que si esta ley se aprueba, es casi una oficialización de la estrategia de exterminio de los pueblos indígenas de la Amazonia brasilera?
–Eso es lo que están denunciando los pueblos indígenas y yo así lo creo. Así lo hicieron hace poco, reunidos alrededor de la Articulación de los Pueblos Indígenas del Brasil (APIB), que es desde hace algunos años el principal espacio político de articulación de las organizaciones indígenas de nuestro país, donde se unifican las luchas, donde realmente se movilizan los pueblos indígenas de todas las regiones del Brasil.
Los movimientos indígenas tildaron las políticas de Bolsonaro de genocidas, ecocidas y etnocidas. Eso es así porque hay realmente un ataque institucionalizado muy fuerte hacia las poblaciones indígenas. Es un ataque que no pasa solo por esta ley, pasa también por ejemplo por el nombramiento de personas que reproducen estas mismas posturas racistas, evangelizadoras, en puestos importantes dentro del gobierno vinculados a la política indigenista, por ejemplo en la FUNAI, la Fundación Nacional Indigenista del Brasil, uno de los principales órganos que regulan la política indígena en el país. Los recientes nombramientos de Bolsonaro para esos puestos de confianza, son de figuras terribles. A la vez hay un proceso de ataque institucionalizado que tiene que ver con la interrupción de la delimitación y demarcación de tierras indígenas, incluso aquellas tierras que ya habían sido declaradas pero no han sido regularizadas en los últimos meses.
También hay una complicidad enorme con los ataques diarios que están sufriendo y siguen sufriendo cada día las tierras indígenas y los pueblos indígenas en Brasil con torturas, secuestros, asesinatos. Eso ocurre incluso en tierras protegidas. Pero claro, ocurre de manera mas sistemática en tierras que están en resistencia, en pueblos que están en resistencia, que aún no tienen reconocidas ni delimitadas sus tierras y sus territorios. Esto se enmarca, dentro del actual gobierno, en una supuesta paradoja que presentan de la siguiente manera: en Brasil hay más o menos –por autodeclaración– unos 900 mil indígenas en una población de mas de 200 millones de personas. Es decir: la población indígena en Brasil es de más o menos 0,5 % de la población total brasileña. Ese es un número bastante pequeño, obviamente, comparado con otros países de nuestra región, pero las tierras indígenas ocupan un 14% del territorio nacional brasilero. ¿Qué es lo que dice el gobierno? “Hay muchas tierras para pocos indígenas”.
Esta aparente paradoja es un falso dilema, porque esas tierras –este 14% del territorio nacional que son realmente de territorios indígenas reconocidos, salvaguardados–, es donde tenemos realmente la esperanza de territorios que funcionan como guardianes de la biodiversidad. Es ahí donde se frena la deforestación, donde se frena el calentamiento global, donde se protegen nuestros bienes comunes.
–Has hablado ya en tu segunda respuesta de estas autoridades que el gobierno de Bolsonaro ha nombrado, casi explícitamente diciéndoles a los pueblos indígenas “los vamos a aniquilar”, pero resulta que hay muertes de indígenas en la Amazonia brasilera desde antes, no desde el gobierno de Bolsonaro. Ya antes los indígenas en Brasil han venido siendo asesinados. ¿Quiénes están detrás de esas muertes, de todas esas muertes? ¿Qué fuerzas son las que operan para asesinar a los indígenas?
–Esta es una muy buena pregunta porque sabemos muy bien que en Brasil, en toda la región, esto no empieza hoy con gobiernos de derecha y algunos casos de extrema derecha. Lo que tenemos hoy es un fortalecimiento del odio, de este discurso de inferioridad y agresividad hacia los indígenas por parte de la institucionalidad, pero efectivamente lo que hay es una trama bastante compleja de actores por más de 500 años de exterminio y de genocidio de la población indígena en Brasil.
Un actor importante es el agronegocio. El agronegocio quiere expandirse cada vez más y es un sujeto político muy importante y con bastante peso incluso en el parlamento brasilero, con una representación en el legislativo bastante nutrida y que tiene sus propios matones, su propio ejército paramilitar que constantemente está atacando los territorios y a las poblaciones indígenas. Todos los intereses vinculados también a la expansión de la minería, de las construcciones de las hidroeléctricas, del tema energético, del capital internacional, no solo del capital del agronegocio brasilero sino también internacional, que están haciendo mediaciones en los territorios, intimidaciones, utilizando ONG locales para presionar estas lógicas. Efectivamente, me parece que hay que buscar responsabilidades políticas no solo en el gobierno. Lo que pasa es que en el gobierno hoy hay más responsabilidad porque aunque es cierto que hubo masacres, asesinatos y bastantes conflictos en territorios indígenas con Lula y con Dilma que reproducían las mismas lógicas extractiva y existía una trama de actores que hay que revelar, hoy, con el gobierno de Bolsonaro, están totalmente salvaguardados.
–Es decir que tenemos esa diversidad de actores, intereses económicos muy poderosos desde hace tiempo atrás, con la enorme diferencia de que ahora casi casi se institucionalizada
–Exacto. Yo creo que la gran diferencia ahora es que han tratado y están tratando de poner públicamente al movimiento indígena como un enemigo. Eso antes no sucedía de esta manera tan fuerte en Brasil. El movimiento indígena molesta mucho en Brasil porque es el que se está alzando de manera muy organizada contra las políticas de destrucción de Bolsonaro. Toda esta lógica de un proyecto de poder racista colonial, patriarcal. El movimiento indígena –junto con el movimiento feminista, el movimiento ecologista, el movimiento de jóvenes–, es el principal movimiento de oposición al gobierno, por eso es considerado un enemigo interno. Está siendo muy criminalizado, Bolsonaro está tratando todo el rato de dividir al movimiento indígena y traer partes –también sobre todo de sectores indígenas menos radicalizados, menos politizados– hacia sus propias políticas y tratando en última instancia de aniquilarlo, de eliminarlo.
Lo interesante en este cuadro es que eso ha fortalecido al movimiento indígena. Ahora del 27 al 30 de abril habrá en Brasil el campamento Tierra Libre que es el principal espacio de articulación política del movimiento indígena en Brasil, un campamento que se celebra desde hace años, reúne pueblos indígenas y movimientos de todos los lugares y se prevé que este año sea el mayor encuentro de la historia de este tipo de articulación y campamento. Por otro lado hay un mayor fortalecimiento, una mayor visibilidad política del movimiento indígena e incluso una mayor capacidad de articulación con otros movimientos sociales.
–Justamente sobre ese tema queríamos preguntarte, porque evidentemente se ve en la información que va circulando, en la información alternativa sobre todo, que aparte del movimiento indígena que ya tiene su propio peso y que va ganando peso se suman otras organizaciones, otros movimientos a la movilización contra las declaraciones de Bolsonaro, contra las acciones, contra el proyecto de ley. ¿Hay alguna posibilidad de parar esa ley en concreto y darle un golpe a la estrategia? ¿Cómo lo ves tú?
–Es posible que se pare. Hay una resistencia muy fuerte y articulada, pero es posible también que pase de otra manera, es decir que la misma ley pueda pasar pero cayendo algunos de sus puntos, quizás no los principales o fundamentales. Todo esto va a depender mucho de la composición interna dentro de la correlación de fuerzas que existe en el congreso en Brasil. Ahí, más allá de la presión, siempre son importantes los movimientos sociales hacia la sociedad, hacia la opinión publica. Hay un cierto debilitamiento también de la capacidad de odio del propio Bolsonaro y de su grupo político en el interior del congreso. Eso es un poco imprevisible ahora mismo pero puede ser que por más que intenten estos grupos parlamentarios vinculados al agronegocio, a la minería, a la industria armamentista, a las lógicas evangelizadoras más brutales, puede ser que ahí haya algunas tensiones que impidan que el proyecto salga adelante.
–Vamos a cerrar con una pregunta más amplia. ¿Cómo describirías al Brasil de este momento?
–Brasil es un país que esta viviendo un nuevo ciclo político tras varias décadas de otro ciclo que estuvo marcado por la democratización, por un imaginario de derechos sociales, con muchas contradicciones también, porque obviamente el intento de afrontar las desigualdades, los problemas estructurales en Brasil fue muy tímido. Hubo algunos pequeños avances pero el ciclo político que tuvimos desde la transición a la democracia, desde la redemocratización tras la dictadura, se agotó. Lo que tenemos ahora es un nuevo momento político, por un lado esa extrema derecha crecida que se fortalece no solo en las instituciones sino también en las calles, una izquierda tradicional que está cansada, que está agotada, que está muy a la defensiva pero a la vez una izquierda alternativa, movimientos sociales más renovados que emergen poco a poco, incapacidad quizás de cambiar esto a corto plazo pero como gérmenes de futuros alternativos y posibles. Estamos ante el fin de un mundo, ante el fin de un tipo de lógica en la sociedad brasilera en las últimas décadas, pero también sabemos que el fin de un mundo no es el fin del mundo y hay muchas cosas interesantes que están ocurriendo en Brasil.
Te agradecemos muchísimo esta conversación y esperamos contar contigo en otros programas.