Por Mantoe Phakathi
– Cuando Nomcebo Mkhaliphi, de 14 años, notó por primera vez la sangre que salía de su vagina, se sorprendió. Confundida, recurrió a sus hermanas mayores para pedirles consejo, en su humilde hogar en Suazilandia.
«Mis hermanas me dijeron que a ellas les sucedía lo mismo cada mes y que se protegían con tela, papel higiénico u hojas de periódicos como ropa sanitaria», recuerda Mkhaliphi, que ahora tiene 45 años. Tenía que seguir su ejemplo y usar estos materiales porque no tenían dinero para comprar toallas sanitarias.
Mkhaliphi y sus cuatro hermanas y hermanos fueron criados por su padre en un pobre hogar de la zona rural de Makhonza, en el sur de Suazilandia, también conocida como Esuatini, esta pequeña nación del sur de África carente de litoral, que es la última monarquía del continente y con unas costumbres sociales muy conservadoras.
Los padres de Mkhaliphi se habían separado cuando ella tenía nueve años, por lo que nunca tuvieron conversaciones sobre la menstruación, tanto en el hogar como en la escuela.
Relatar su experiencia con los períodos evoca recuerdos tristes para Mkhaliphi. Hubo tres momentos traumáticos en la escuela donde su menstruación la puso en el centro de chismes, acosos y humillaciones.
La primera ocasión fue cuando su túnica se manchó de sangre, las otras dos ocurrieron cuando el papel higiénico o el periódico que llevaba cayeron al suelo empapados frente a otros escolares.
«Estos incidentes disminuyeron mi autoestima porque otros estudiantes los usaron para intimidarme», dice esta mujer que es madre de dos hijos y una hija.
En lugar de abandonar la escuela como otras chicas en una situación similar, Mkhaliphi perseveró hasta que completó su educación secundaria. Hoy, ofrece su tiempo como voluntaria para informar y concienciar a las niñas y niños de las escuelas y las comunidades acerca de la menstruación, particularmente el estigma asociado con los períodos.
Ella incluye a los niños para que dejen de ver las reglas femeninas como un asunto de burla y lo asuman como algo natural para sus condiscípulas.
«Hay muchos estigmas asociados con la menstruación. Cuando una mujer tiene sus períodos se dice que su cuerpo se está ‘limpiando’ algo que la retrata como sucia. Es por eso que en algunas familias a una mujer que tiene la regla no se le permite cocinar, mientras que en algunas iglesias se les veta que se acerquen al pastor «, cuenta Mkhaliphi a IPS.
Añade que en algunos centros de culto, en este país de mayoría cristiana, en especial de credos protestantes o evangélicos, ordenan a las mujeres que tienen la menstruación que se sienten atrás y no participen en la ceremonia.
Lo que es peor, es tabú hablar sobre la menstruación porque en la muy conservadora cultura suazilandesa siempre se ha tratado como un secreto.
En sus charlas, Mkhaliphi utiliza su historia para terminar con el estigma asociado con los períodos y generar confianza entre las niñas al brindarles la información correcta sobre su salud sexual reproductiva. También da charlas a niños de primaria porque, dice, es importante hablar con ellos cuando son jóvenes.
«Las chicas se abren conmigo sobre sus propias historias negativas una vez que me escuchan hablar sobre mi experiencia», dice ella.
Una de esas chicas es Nomthandazo (*), de 14 años, quien estudia en una escuela pública en la ciudad industrial de Matsapha, en el centro de Suazilandia, quien narra que solía fugarse de la escuela cuando tenía la menstruación, después que un día se le cayeron las hojas de periódico que llevaba como protección y eso la convirtió en objeto de burlas por mucho tiempo.
Sin dinero para comprar toallas sanitarias, fingía ir a la escuela y se escondía de sus padres durante los días que tenía la regla.
«Ahora uso trapos. Tardan mucho en secarse, pero son mejores que los periódicos», dice a IPS.
Algunos padres no tienen ninguna conversación con sus hijas, y menos con sus hijos, sobre la menstruación. Por ejemplo, Temphilo (*), de la zona rural de Sihhoye, se lo fue a decir a su madrastra tan pronto como vio sangre entre sus piernas, pensando que le pasaba algo malo. La reacción de su madrastra fue golpearla y acusarla de haber tenido relaciones sexuales, lo que no era cierto.
«Sangré durante casi un mes y ni siquiera me llevó al hospital porque sintió que yo había provocado la situación”, rememora Temphilo a IPS. Después de esa primera vez irregular, felizmente sus periodos se regularizaron.
Gracias a Mkhaliphi es que supo que la menstruación es algo natural que le ocurre a todas las mujeres y que no debería avergonzarse por ello. Mkhaliphi ha tenido charlas con más de 3 000 escolares desde que comenzó esta actividad, una vez que en 2016 dejo su trabajo como secretaría en el sector legal.
«Me invitan a muchos lugares donde los docentes y los líderes de la comunidad me piden que hable con las y los estudiantes y los jóvenes de las comunidades», dice. «Pero es difícil llegar a todos debido a la falta de recursos financieros», se lamenta.
Mkhaliphi también toca el tema en su cuenta de Twitter, @nomcebo_mkhali, para crear conciencia sobre la necesidad de normalizar la menstruación en las escuelas y las comunidades de Suizalandia.
También busca donaciones para adquirir toallas sanitarias, que entrega a las niñas y adolescentes durante sus visitas a los centros escolares. Pero resulta un esfuerzo insuficiente ante las muchas niñas que viven en entornos pobres, donde las toallas sanitarias resultan un lujo inasequible.
«Es triste que la mayoría de las niñas sigan usando materiales inseguros que no solo son inadecuados para la protección sino que también pueden provocar enfermedades», dice.
El censo anual de educación de Suazilandia de 2017 registra que 220 niñas desertaron de la escuela primaria, aunque la educación sea gratuita. No se dan razones para su abandono, pero Mkhaliphi cree que un alto porcentaje obedece a la inseguridad o acoso que sufren a causa de la regla y su falta de toallas absorbentes.
«Construir la confianza de la niña no es suficiente si no tienen acceso a los instrumentos que preservan su dignidad e higiene cuando menstrúan”, asegura.
El presidente del Comité Legislativo de Salud, Mduduzi Dlamini, concuerda con Mkhaliphi.
«No tiene sentido que este material sanitario no se proporcione de forma gratuita tanto en la escuela como en los centros comunitarios», dijo este legislador a IPS.
Tras su participación en la 25 Conferencia Internacional sobre Desarrollo de la Población, celebrada en Nairobi en noviembre, prometió que la provisión de ropa sanitaria gratuita para las niñas era uno de los temas que impulsaría para su discusión en el parlamento.
«Lo que aprendí de la Conferencia es que cuando las niñas carecen de artículos de tocador, como las compresas, se vuelven vulnerables a ser explotadas por quienes les compran estas cosas», aseguró Dlamini.
«Algunas niñas terminan siendo infectadas con el VIH… todo porque no tienen acceso a las toallas sanitarias. El gobierno debe abordar este problema», sentenció.
Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (Onusida) «las mujeres se ven desproporcionadamente afectadas por el VIH» en Suazilandia: 120 000 de los 190 000 adultos que viven en el país con VIH son mujeres.
Además, «las nuevas infecciones por VIH entre las mujeres jóvenes de 15 a 24 años fueron más del cuádruple que las de los hombres jóvenes: 2 400 nuevas infecciones entre las mujeres jóvenes, en comparación con menos de 500 entre los hombres jóvenes», indica Onusida.
Hasta ahora, Kenia y Botswana son los únicos gobiernos africanos que avanzan en un plan para brindar material sanitario gratuito a las mujeres para su menstruación por mandato legal.
(*) Los nombres de las estudiantes son ficticios para proteger su identidad.
T: MF