Por Gloria Muñoz Ramírez / Edición De Videos: Emilio Bermeo
Fotos: Desinformemonos (capturas de video)
El Estado ecuatoriano es patriarcal, racista y represor, denuncia Luisa Lozano, dirigente de las mujeres de la Conaie
El Estado ecuatoriano es patriarcal y racista, las mujeres no son su prioridad y las traicionó y reprimió duramente durante el Paro Nacional de octubre pasado, señala Luisa Lozano, dirigente de las mujeres al interior de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
Lozano, quien participó activamente durante los once días de protestas por la imposición del decreto 883, que eliminaba el subsidio a los combustibles y que finalmente, gracias a la movilización, fue derogado, advierte en entrevista que el 883 “nos afectaba directamente a los pueblos indígenas, a los trabajadores y específicamente a las mujeres”, y por eso “nos levantamos”.
Las mujeres indígenas tuvieron un papel preponderante durante las movilizaciones debido a que –explica la dirigente–, “las condiciones en las que vivimos nunca han sido prioridad para el Estado ecuatoriano”. ¿Y cuáles son estas condiciones?, se le pregunta. Ella enumera: “no tenemos garantías en salud, no hay garantías para las mujeres emprendedoras, no hay condiciones de educación en los sectores rurales, donde no pueden enviar a sus hijos a estudiar porque las escuelas comunitarias fueron cerradas y en los centros médicos que deberían garantizar la salud no tienen medicinas ni médicas”.
Luisa Lozano, kichwa originaria de la comunidad de Lagunas, explica que “las mujeres son las guardianas del territorio, las que viven en comunidad, las que guardan la sabiduría como mujeres indígenas, pero nunca han sido respetadas, siempre han sido discriminadas y alejadas de todo espacio y de toda participación tanto política como organizativa. Viven múltiples vulneraciones de derechos, múltiples discriminaciones por el hecho de ser mujeres indígenas, de no tener un título académico, de no estar al mismo nivel, con las mismas condiciones. Tenemos mucho conocimiento, pero no tener un título o ser del campo o vestir nuestros trajes, hace que nos alejen de los espacios como mujeres”, lamenta.
–¿Y dentro de las comunidades se reconoce y valora la participación de las mujeres?
–Al interior de las comunidades tenemos un límite. No es que tengamos un código de democracia en donde haya 50/50 de participación, porque no hay condiciones y no las respetan. Hemos avanzado posicionándonos en un porcentaje, pero ni el Estado ni las comunidades nos respetan.
–¿Y la organización, el movimiento?
–En la organización nos hemos tenido que pelear muy fuerte, ha sido una lucha constante para poder estar donde estamos. En la actualidad el Consejo de Gobierno de la Conaie tiene 30 por ciento de mujeres, somos tres mujeres y seis hombres. Eso hemos logrado, pero el objetivo es seguir trabajando para poder obtener el 50/50, porque como pueblos indígenas somos complementarios y somos duales, entonces debe haber un equilibrio.
–¿Cuál es el papel de las mujeres en la defensa del territorio y en la lucha contra el extractivismo?
–Nosotras como mujeres nos sentimos muy afectadas por el extractivismo, porque nos despoja de nuestro territorio, nos desaloja. Como madres, como mujeres, tenemos que ver las condiciones de dónde podemos estar con nuestros hijos. Todas las empresas mineras y transnacionales destruyen el medio ambiente y contaminan, y no hay garantías de salud.
Nosotras hemos peleado no solamente en el discurso, sino que también hemos hecho conciencia hacia nosotras como mujeres para proteger el medio ambiente y ver alternativas de no contaminación. Sabemos que el planeta está en riesgo, por eso hemos hecho conciencia. Eso nos hace responsables y corresponsables de poder seguir cuidando y exigiendo al Estado que respete, que vea otras alternativas de vida y que ya no destruya a nuestra Madre Tierra.
–¿Hablamos de un Estado patriarcal?
–El Estado es extremedamente patriarcal. Se notó claramente en las manifestaciones de octubre, donde yo viví en carne propia la represión y la persecución. Nos hemos puesto de frente a la policía para decir que somos madres, somos hermanas, y que no queremos que nos maten ni a nuestros hermanos. Pero el Estado ha sido necio.
Lamentablemente el patriarcado está enraizado en todos. Ni un policía tenía conciencia de lastimarnos, las bombas llovían, las balas, los perdigones. Aventaron a muchas mujeres. La Casa de la Cultura, la Universidad Católica, la Salesiana, todos esos lugares fueron atacados sin importar en absoluto las garantías de vida que debemos tener los seres humanos.
–¿Cuáles fueron las estrategias o dinámicas propias de las mujeres durante las movilizaciones de octubre?
–Nos aliamos todas las mujeres. Siempre tenemos ese espíritu de solidaridad. Nosotras como mujeres indígenas no podemos dejar de lado luchar juntas, y también siempre tiene que estar el kari-warmi, hombre y mujer. Tuvimos aliadas de la ciudad de Quito y de las provincias cercanas que fueron muy importantes.
Los pueblos indígenas y las mujeres no es que no tengamos nada que hacer, nos quedan muchas cosas por hacer, pero tenemos una convicción y la firmeza de hacer una lucha colectiva. El único objetivo de la lucha de octubre fue la derogatoria del 883.
Después escuchamos las felicitaciones de la ciudadanía en general. Nos dijeron que los pueblos indígenas son valientes. Pero vimos hermanos muertos, compañeros heridos, mujeres, niños llorando. Frente a eso la gente se unió más a apoyar, y las mujeres siempre estuvimos ahí.
Yo perdí el miedo, no tenía miedo. Todas las compañeras mujeres nos han mencionado que perdieron el miedo frente al Estado, no respetamos el toque de queda ni el estado de excepción. Seguíamos, caminábamos e inclusive nos pusimos de frente al comando militar y policial.
–En la acción frente a la Asamblea, ¿qué papel tuvieron las mujeres y cómo actuó el Estado?
–Ese día nos organizamos todas las mujeres y tomamos la batuta. Había mujeres de diferentes organizaciones, porque somos 18 pueblos y 14 nacionalidades, y también había mujeres de la ciudad. Los policías decían que paráramos y nos estaban apuntando desde la parte de arriba, pero tomamos el impulso de continuar pasito a pasito hasta lograr meternos.
Nos metimos a la Asamblea y los policías alzaron las manos. Nosotras decíamos que no teníamos armas y pedíamos que no nos mataran, porque lo que estábamos haciendo era pedir justicia y exigirle al Estado que nos escuchara. Nos metimos para que los asambleístas que habían sido electos por nosotros respondieran.
En el hecho de hacer presión y de estar en el círculo de la Asamblea haciendo fuerza, yo tuve el atrevimiento de acercarme al comando de la policía y de los militares. Me dieron la mano y me dijeron que no iba a pasar nada, me preguntaron que cuál era el objetivo de todo esto y yo les dije que la derogatoria del 883, que estábamos en una manifestación pacífica sin armas, que éramos mujeres, personas de la tercera edad, niños, personas con capacidades especiales. Todas estábamos con las manos arriba cantando música de lucha. También compartimos alimentos.
Toda la gente estuvo sentada en el piso, otros parados, otros riendo. Confiamos porque para nosotros, los pueblos indígenas, la palabra es sagrada. Pero ese día nos traicionaron, porque vivimos un ataque brutal todas las mujeres. Pudimos haber muerto. Estaban las mujeres en el piso o corriendo, gritando, llorando. La policía y los militares me conocen, me lograron sacar por la parte de atrás, pero yo no podía dejarlas porque había mujeres arrastrándose en el suelo por el gas.
Regresé y las cogí de la mano. Yo estaba casi a punto de desmayarme también. Seguían los disparos. Cuando salí pensé en cuántas habrían muerto. Salieron muchas compañeras heridas y muchas golpeadas, pero no pasó mayor cosa. Estaban golpeadas, lastimadas, y encima traicionadas.
Ese día fue muy duro, después siguieron las represiones. No pararon ya.
–¿Cuáles son los logros y errores que ven en la movilización?
–El primer logro fue poder estar juntos, más fortalecidos como movimiento indígena. Nosotros repetimos que no es una lucha del movimiento indígena, sino del pueblo ecuatoriano. Se levantó todo el Ecuador, de norte a sur y de este a oeste. Para nosotros fue un logro muy grande. Hemos resistido más de 530 años, nada ha sido gratis, todo ha sido mediante el derramamiento de sangre, mediante compañeros heridos, represión. Todos los resultados han sido con presión social.
La Conaie ahora está muy fortalecida. De tener más de mil compañeros detenidos y heridos, nueve fallecidos y uno en cuidados intensivos, para nosotros ha sido un compromiso de todos, de la ciudad, de las provincias. No hemos visto ninguna bandera política.
Desde la Conaie hemos hecho un trabajo conjunto para liberar a los compañeros de la cárcel, darles acompañamiento en los centros médicos y los hospitales y exigir justicia para los fallecidos. Ha llegado mucha gente preguntando si necesitamos apoyo y pidiendo que exijamos justicia al Estado, y eso hace que nosotros nos comprometamos a estar sin traicionar la lucha ni las palabras.
Se ha conformado ya una asociación de víctimas que es dependencia de la Conaie. Ahí estoy manejando y liderando todo el tema de las víctimas. Como dirigente nacional de mujeres me han puesto este reto importante y lo he asumido con mucho compromiso porque yo también fui víctima en 2015, y eso hace que pueda seguir sosteniendo esto.
–¿Cuáles son las demandas específicas de las mujeres luego del Paro Nacional?
–El tema de la justicia está latente. El Ecuador –me da vergüenza decirlo–, no tiene una justicia que garantice la transparencia y una justicia imparcial. Tenemos una fiscalía conformada por la policía, hospitales conformados por la policía, todo este sistema patriarcal. Además de la violencia estatal vives la violencia intrafamiliar, abuso sexual, acoso, vulneración a derechos de las trabajadoras, despojo.
Con las mujeres nunca ha habido justicia en el Ecuador. Esa ha sido la exigencia de nosotras. Nos sentimos vulneradas, ha habido casos de abuso sexual y acoso a menores, femicidios sin sentencias ejecutadas. Eso hace que si te pasa algo no sepas a quién acudir. Tenemos a muchas mujeres con cáncer por la contaminación de la Amazonía, poblaciones enteras afectadas por la alteración al medio ambiente. Y en la provincia de Cotopaxi han entregado el agua solamente a las empresas florícolas, brocoleras, mientras que los hermanos no tienen agua. Pero el Estado no se ha hecho responsable.
–¿En Ecuador hay racismo? ¿Qué representó el Paro?
–Se ha notado el racismo claramente en los medios de comunicación y medios públicos de la Amazonía, los que tienen el poder y sus vínculos con el Estado. Se refleja claramente el rechazo al pueblo indígena, la discriminación, cómo se refieren a nosotros los asambleístas. Ahí se ve la poca capacidad de pensamiento que tienen. Pero los de clase media y baja se relacionan y se sienten representados por la lucha de la Conaie.
–Qué sigue?
–Seguir resistiendo. Es un compromiso que hemos asumido. Nuestro reto es tener una lucha justa y tener una vida digna para todos los ecuatorianos, no sólo para los pueblos indígenas. Queremos vivir en un territorio, en un país libre de violencia. Es muy complicado.
Hay un antes del Paro. Antes había mucha gente sin conciencia, que no estaba activa. Ahora todos están activos, atentos, viendo qué hace la Conaie.
Este material forma parte de un trabajo colaborativo entre Desinformémonos (México), Radio Periferik (Ecuador) y Mutantia (Suiza).