El año empezó con todo, tanto a nivel internacional como nacional. En el mundo, Trump dio una clase de matonaje al ordenar el asesinato de un general iraní, el comandante Qasem Soleimani, estratega de las operaciones militares iraníes en Oriente Medio. En Chile, la postergada Prueba de Selección Universitaria (PSU) que debe ser rendida por quienes aspiran seguir cursos de educación superior ha sido boicoteada por las agrupaciones estudiantiles ACES y CONES. Este boicot impidió el normal desarrollo de la PSU por parte de estudiantes en cerca de 100 locales en el país.
El asesinato de Soleimani se concretó mediante un bombardeo desde un dron teledirigido equipado con misiles que dejó caer sobre el vehículo que lo transportaba desde el aeropuerto de Bagdad, la capital de Irak. Estamos hablando del asesinato de un alto militar de Irán, en un tercer país, por orden del presidente de USA, país que se erige a sí mismo como un paladín de la democracia a nivel mundial.
El magnicidio me hace recordar el asesinato de Orlando Letelier, quien fuera embajador de Chile en USA y ministro del interior, defensa y relaciones exteriores bajo el gobierno de Allende. Este asesinato, fue ordenado desde la macabra DINA en tiempos del innombrable en septiembre de 1976 en plena capital de USA, Washington, mediante la detonación de una bomba del vehículo en que viajaba. Tanto el innombrable como Trump, se sienten con licencia para matar sin tener que rendir cuenta ante nadie. Matonaje puro y duro desde las más altas esferas.
Intentemos descifrar la lógica con que actúan estos personajes. Ellos parecen asumir que el dilema es, tú o yo, pero ambos no cabemos en este espacio. Visualizan el problema como uno de supervivencia. Tú quieres mi destrucción, por lo que me siento autorizado para eliminarte, exterminarte. Con ello dan inicio a una escalada, a una espiral de violencia sin fin. El Medio Oriente es un fiel testimonio de ello. Irán ha prometido vengarse. Trump twitea asegurando que Irán no tendrá nunca un arma nuclear. Y así sucesivamente, se busca la imposición del terror, disuadir por la fuerza.
En Chile, el sabotaje al desarrollo de la PSU, es otro acto de matonaje, de violencia, de otro tenor, pero que no por ello deja de tener las características de matonaje. En efecto, por sí y ante sí, organizaciones estudiantiles decidieron impedir que estudiantes pudiesen rendirla, coartando su libertad para ello. El razonamiento es el mismo que el de las barricadas que restringían el paso vehicular mediante el lema “el que no baila, no pasa”. Acá el que manda soy yo. No hay diálogo alguno, no hay nada que conversar, solo hay imposición.
Al igual que en el caso anterior, intentemos descifrar la lógica de quienes bloquearon el normal desarrollo de la PSU. Sus críticas apuntan al carácter segregador, elitista del proceso de selección para ingresar a la educación superior, por factores ajenos a las potencialidades y capacidades intelectuales de quienes egresan de la educación media. Argumentos que validan un proceso de análisis y reflexión respecto de la pertinencia de la PSU en las instancias correspondientes. Argumentos sólidos por cierto, pero que de modo alguno justifica la violencia que implica impedir por la fuerza a quienes sí quieran rendir la prueba. La energía habría que centrarla en eliminar y/o modificar la PSU, así como en no rendirla masivamente. Sin violencia, sin odio, pacíficamente. Pero claro, esta es la vía larga, la de la persuasión, la de la conversación, del diálogo, de la paciencia.
No hay atajos, el de la violencia termina volviéndose en contra de quienes la practican.