Por Natalia Sierra – Socióloga, analista política y docente ecuatoriana.
Las movilizaciones sociales que tuvieron lugar el pasado Octubre marcarán el devenir político y social del Ecuador en la década que empieza. Son varias las razones por las cuales este acontecimiento sella una parteaguas en la reciente historia del país, entre las que se puede mencionar las siguientes:
1.No se trata de una reacción al decreto 883, con el cual el Presidente intentó eliminar los subsidios a los combustibles, un tema históricamente delicado para la población ecuatoriana. Sin lugar a duda, el decreto fue el detonante del malestar. Sin embargo, lo que la movilización social expresó es mucho más que el rechazo a la eliminación de los subsidios. La sociedad movilizada estableció su desacuerdo con una política económica que no da respuestas a las demandas de la mayoría de sectores sociales. Una política que además ya fue ensayada en los años 80s y 90s del siglo XX y que fue altamente cuestionada por la sociedad. Esto significa que los ciclos de retorno neo-liberal ya no son aceptados como solución a los desequilibrios económicos provocados por las élites gobernantes. Anotar esta perspectiva es importante en la medida en que permite romper con los recambios cíclicos del capital, entre una visión de libre mercado con una visión de control estatal, las dos subsidiarias de la expansión de la lógica capitalista en la región.
2.La lectura económica expuesta en las primeras líneas se cruza con una lectura política que puede explicar la movilización social como expresión de un agotamiento político respecto de las élites, las mismas que se juegan en la conveniente oposición entre gobiernos neoliberales y gobiernos progresistas. Los primeros voceros de la economía de libre mercado (fondomonetarista) y los segundos del estatismo neomodernizador. Está claro que las disputas políticas entre los neoliberales y los progresismos latinoamericanos están articuladas a la continuidad del proyecto económico del capital. Lo que quiero decir es que a nivel estructural no hay ruptura entre el programa económico de los progresistas neoliberales con el de los neoliberales progresistas, su diferencia garantiza la continuidad y supervivencia de la lógica expansiva del capital.
Creo que en cierta medida la movilización social en el Ecuador logró establecer su autonomía respecto a estas dos posiciones políticas, que responden a los dos ciclos más gruesos de la reproducción del capital. Más allá de las intenciones del Gobierno de deslegitimar la protesta de Octubre enredándola con agendas correístas y más allá de las intenciones del progresismo de deslegitimar la protesta acusándola de haber declinado ante el Gobierno, la resistencia social consiguió diferenciarse de estas dos posiciones.
La autonomía de la movilización, que es necesario afianzarla y sostenerla, da cuenta de un cansancio de la sociedad respecto no a un proyecto político de un grupo de poder, en este caso el que actualmente administra el Estado, sino del proyecto hegemónico capitalista en sus dos versiones. Cuando la sociedad empieza a hartarse del proyecto de dominación y no de una de sus manifestaciones políticas, es difícil que el poder se recicle con la facilidad que lo hace vía recambio electoral. Si la autonomía de la lucha social se profundiza, ésta podría llegar a cuestionar todo el sistema de dominación incluidas las instituciones estatales que sostienen el sistema, como es por ejemplo la democracia liberal y su juego electoral.
Hay también el peligro de que esta brecha, que la movilización abrió con su autonomía, intente ser suturada con la dinámica electoral enredando a las organizaciones dirigentes en el mercado de los votos y la sociedad movilizada vuelva a ser desarticulada por una falsa representación política que evidentemente está sometida a las demandas de la reproducción del capital. La legitimidad política que la sociedad movilizada logró, no se sostiene ni afirma en lo electoral sino en la organización de los parlamentos populares plurinacionales y su creciente autonomía.
3.Muchas fracturas sociales que se han querido mantener ocultas, saltaron con las movilizaciones. El colonialismo de las élites y su perverso racismo se dejó ver, en su más obscena exposición, en el contexto de las jornadas de Octubre, pero sobre todo en los meses que le siguieron. Si bien la visibilización del colonialismo cultural, muy funcional a la dominación política del y para el pillaje capitalista, es no solo dolorosa sino vergonzosa, nos ayuda a estar conscientes de que no es posible luchar en contra del capitalismo sin luchar al mismo tiempo contra el colonialismo y sobre todo en contra el racismo que le garantiza su reproducción. Además, esta reacción racista de las élites económicas y políticas muestra que la fuente de la resistencia en este país emerge de los pueblos ancestrales, allí está nuestra posibilidad de transitar hacia otra manera de ser social más humana y al mismo tiempo más natural. Así, se abre una inmensa tarea en contra del racismo colonial que logre establecer nuevas coordenadas, donde construir una identidad pluricultural coherente con la realidad plurinacional de este país.
4.Por último, junto a los sectores indígenas y de trabajadores emergieron con fuerza otros dos actores sociales que abren el futuro de nuestras luchas comunes y quizás marcarán el destino de nuestra sociedad. Por una parte, los jóvenes en toda su diversidad cultural, con todas sus preguntas sin respuestas, con todas sus críticas al mundo doliente que reciben, con su indignación por el futuro absolutamente incierto que les heredamos, con todas las ganas de pelear su posibilidad que mostraron durante las jornadas. Por otro lado, las mujeres comprometidas con sus luchas y con las luchas de los de abajo, las mujeres que saben que al capitalismo se lo vence venciendo al patriarcado, porque no es posible que cese la explotación a los seres humanos y a la naturaleza, sino terminamos con la violencia machista. Pues, el capitalismo y más el del pillaje colonial es profundamente patriarcal, es decir profundamente machista. Las mujeres que desde sus cuerpos puestos en el mundo están ya transitando hacia otro tipo de relaciones. Relaciones de cuidado, de acogimiento, de empatía que van construyendo poco a poco una nueva institucionalidad social que dibuja un horizonte político distinto.
Octubre fue un acontecimiento que abrió otras posibilidades en nuestro destino común. De cómo lo relatemos depende que este acontecimiento no derive en un eslabón dentro de la misma historia de dominación del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado. Necesitamos consolidar nuestras autonomías económicas, políticas y culturales.