por Gabriel Bulgach
Como cualquier ser vivo, nosotros, los Homo Sapiens, requerimos de una cuota de energía para que nuestro cuerpo pueda desarrollar sus actividades, completar las funciones biológicas requeridas y mantenerse con vida Sin la incorporación al organismo de determinada cantidad y calidad de “cosas”, nuestro cuerpo no obtiene la energía que precisa para funcionar y muere. Esta cuota energética, dada nuestra biología, se obtiene de los alimentos. No hay nada, quizás por el momento, que reemplace a los alimentos como fuente de los elementos que requerimos para obtener la energía necesaria para nuestro funcionamiento.
Para la mayor parte de las personas en la historia de la humanidad, la actividad central de su vida cotidiana se orientaba a la obtención de alimentos.
La lucha contra el hambre ha sido uno de los impulsos básicos que han estructurado la vida cotidiana y la organización social de los seres humanos a lo largo de nuestra historia. En la medida del avance de la ciencia y la tecnología, en la medida del avance de la “moral” social, los seres humanos hemos transformado nuestros modos de organización y de acción, de manera que la ocupación del tiempo en la obtención de alimentos se ha ido reduciendo a un mínimo para la mayor parte de la población mundial que atesta los centros urbanos, y que requiere de ir a lugares específicos por un lapso de tiempo muy corto, para conseguir los alimentos que su biología demanda.
El nivel y diversidad en la producción de alimentos actual permite afirmar que, con los medios adecuados, la nutrición ha salido del campo de la necesidad y ha entrado al ámbito de la cultura.
En estos tiempos, prácticamente se ha desterrado la posibilidad de grandes hambrunas como las padecidas en distintas latitudes y momentos históricos de la historia de la humanidad. Si, por alguna circunstancia imprevista o fenómeno natural extraordinario, algún rincón del planeta se viera fuertemente afectado por la disponibilidad de alimento, la misma organización social tiene a dar respuesta de manera veloz y eficaz para evitar la muerte por hambre.
En este sentido, sorprende el último informe de la FAO[1], en el que en su prólogose afirma que “en las últimas ediciones del informe se mostraba que la disminución del hambre de la que el mundo se había beneficiado durante más de un decenio llegaba a su fin y que el hambre aumentaba de nuevo”. Más adelante señala que “otro hecho alarmante es que cerca de 2 000 millones de personas padecen inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo. La falta de acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes que estas personas padecen las pone en un mayor riesgo de malnutrición y mala salud”. (FAO, 2019)
Seguridad Alimentaria
En la Declaraciónde la Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, desarrollada en Roma en 2009, se acordó una definición que plantea que “existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana” (FAO, 2009).
Esta definición plantea entonces cuatro dimensiones primordiales de la seguridad alimentaria:
- La disponibilidad física de los alimentos.
- El acceso económico y físico a los alimentos.
- La utilización de los alimentos.
- La estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones anteriores.
Dimensión de Disponibilidad
Esta dimensión de la seguridad alimentaria aborda la cuestión de la “oferta”, y es función del nivel de producción de alimentos[2], los niveles de existencias y el comercio neto.
Para esta dimensión, la variable de mayor impacto es la producción.
En el análisis de la disponibilidad, la FAO propone la construcción de las Hojas de Balance de Alimentos. Los diferentes componentes del sistema alimentario de un país (origen vegetal más animal), en forma agregada, informan o permiten calcular la disponibilidad para el consumo.
Las variables de entrada al sistema alimentario se consideran la existencia inicial, la producción más las importaciones (comerciales y donaciones), mientras que las variables de salida del sistema son el consumo (humano y no humano), las exportaciones y las existencias finales.
“Las hojas de balance de alimentos anuales muestran las tendencias del suministro nacional de alimentos general, dan a conocer los cambios que podrían haberse producido en los tipos de alimentos consumidos y ponen de manifiesto hasta qué punto el suministro de alimentos del país es suficiente en relación con las necesidades nutricionales”[3].
A través de su relación con variables demográficas, se obtiene la disponibilidad per cápita (DPC) expresada en Kg/persona/año.
La cantidad de factores que hacen al análisis de la disponibilidad determinan la gran complejidad de su análisis. No sólo intervienen el conjunto de variables que inciden en la producción (cantidad de tierra cultivable, régimen de lluvias, variaciones de temperaturas, procesos de desertificación, calidad de semillas, uso de agroquímicos, productividad de los suelos, antibióticos, introducción de mejoras biológicas, etc.) sino, también, condiciones específicas de las relaciones políticas y comerciales entre países, niveles de precios internacionales, aranceles, decisiones de políticas alimentarias en cada país (determinantes del destino de excedentes o sus cuotas), niveles de otros destinos que no sean consumo humano, tolerancia sobre desperdicios, etc.
La historia de la humanidad está repleta de episodios de hambrunas que han provocado la muerte de porcentajes importante de poblaciones. Si se pensara en términos de seguridad alimentaria, la dimensión crucial para explicar las hambrunas históricas, se relaciona con esta dimensión de disponibilidad. Las catástrofes naturales (incendios, terremotos, granizadas, sequías, etc.), las plagas en los cultivos por hongos y bacterias, las guerras prolongadas, explican en buena medida las deficiencias en la disponibilidad de alimentos en la historia.
Actualmente, el nivel de mundialización, la existencia de cooperación internacional y la conciencia social, mantienen un colchón de auxilio frente a cualquier evento que incida en la disponibilidad de alimentos en algún punto del planeta.
Un interesante informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en el que se analiza la evolución de la disponibilidad de alimentos entre 1963 y 2013 a nivel mundial, plantea que“la disponibilidad del conjunto de alimentos per cápita a nivel mundial, en los últimos cincuenta años se ha incrementado un 33,3%. Es decir, cada persona -en teoría- dispondría de un volumen de alimentos un tercio mayor al que contaba en 1963. Partiendo ese año de una disponibilidad per cápita mundial para todos los alimentos de 763,5 kilogramos/persona/año, se alcanza en 2013 una disponibilidad equiparable de 1.017,1 kilogramos/persona/año” (Diaz. 2017).
Dimensión de Acceso
La dimensión de acceso refiere a la “demanda” y es función de los ingresos, del nivel de precios, así como de la existencia, densidad y cobertura de redes de protección social.
Los medios de acceso a los alimentos incluyen el comercio, el trueque, la caza, la pesca, la recolección de alimentos silvestres, la producción familiar y las redes de apoyo comunitarias.
La densidad del nivel de la mercantilización en la mayor parte de los países define que la cuestión del acceso a los alimentos se produzca por la vía comercial. La mayoría de las personas en el mundo compramos nuestros alimentos. Se hace evidente entonces que la dimensión de acceso tiene una fuerte correlación negativa con los niveles de ingresos.
La dimensión de acceso se vincula fuertemente con las condiciones socioeconómicas. Estas se refieren a los niveles salariales, inflación, índices de empleo, niveles de precios de los alimentos, concentración de los mercados, políticas fiscales. Pero también a la composición de los hogares, la presencia de niños, el lugar y características de la residencia, condición de la jefatura de hogar, niveles educativos alcanzados, condiciones sanitarias de las viviendas y las diversas variables que afectan y develan las condiciones de existencia.
La dimensión de acceso puede mejorarse positivamente con diversos mecanismos de redistribución de los ingresos.En este sentido, políticas sociales específicas tienden a tener impacto en la dimensión de acceso, ya sea por vía de la entrega directa de alimentos, por el establecimientos de espacios a donde las personas van a comer (comedores, merenderos, refuerzos alimentarios en las escuelas, etc.), o por vía de programas de asignación monetaria. Subsidios específicos (fiscales, a servicios, etc.) también pueden tener fuerte impacto en la dimensión de acceso, en la medida que mejoren la porción de ingresos de individuos y hogares que destinan para la compra de alimentos.
La dimensión de acceso se mide a partir de entrevistas directas a la población en la que se consigna la prevalencia de la inseguridad alimentaria por falta de recursos económicos o de otro tipo. De este modo, hay tres categorías en las que cualquier persona podría clasificarse: en situación de seguridad alimentaria o inseguridad alimentaria leve, inseguridad alimentaria moderada o inseguridad alimentaria grave.
De acuerdo a la FAO “Las personas que experimentan una inseguridad alimentaria moderada afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos. Esta hace referencia, por tanto, a una falta de acceso continuado a los alimentos, lo cual disminuye la calidad de la dieta, altera los hábitos alimentarios normales y puede tener consecuencias negativas para la nutrición, la salud y el bienestar. En cambio, en el caso de las personas que afrontan una inseguridad alimentaria grave es probable que se hayan quedado sin alimentos, hayan experimentado hambre y, en las situaciones más extremas, hayan pasado varios días sin comer, lo cual pone su salud y bienestar en grave riesgo”. (FAO. 2019).
En este último estudio se consigna que el 17,2% de la población (1300 millones de personas) han atravesado una situación de inseguridad alimentaria moderada en el último año, pero “si se combinan los niveles moderado y grave de inseguridad alimentaria, la estimación asciende al 26,4% de la población mundial o a un total de alrededor de 2 000 millones de personas”.
Dimensión de Utilización
Esta dimensión pone de relieve todos aquellos aspectos que hacen a la utilización biológica de los alimentos para lograr un estado de bienestar nutricional en el que se satisfagan las necesidades fisiológicas. En este sentido, se asocian a los indicadores de nutrición.
La higiene y el saneamiento, la calidad del agua, las prácticas de cuidado de la salud, y la calidad e inocuidad de los alimentos son todos elementos que determinan el buen aprovechamiento de los alimentos por parte del cuerpo.
Las innovaciones en biotecnología en todo el sistema de producción de alimentos, la contaminación de suelos y aguas por fumigación y desechos industriales entre otros factores, ponen un gran manto de duda acerca de la calidad e inocuidad de los alimentos disponibles.
En todo caso, es importante resaltar que, actualmente, se habla de una epidemia de sobrepeso y obesidad, como fuertes indicadores de expresión de la malnutrición. Se estima que el sobrepeso aumenta para todos los grupos de edades, pero especialmente entre los niños de edad escolar y adultos en todo el mundo. En particular, los niños en edad escolar disminuyen el consumo de frutas y hortalizas, elevan el consumo regular de alimentos “chatarra”, de gaseosas azucaradas o edulcoradas y disminuyen la práctica de actividad física.
Es la propagación de un estilo de vida y prácticas de moda que están afectando fuertemente el estado nutricional general.
Destaquemos algunos datos consignados en el informe de FAO acerca de indicadores ligados a la nutrición:
- Uno de cada siete nacidos vivos ha tenido bajo peso al nacer (20,5 millones de bebés). Este estado tiene fuerte impacto en la muerte antes del mes de vida, retrasos del crecimiento, bajo cociente intelectual y mayor riesgo de sufrir enfermedades crónicas en la adultez,
- La prevalencia del retraso de crecimiento para niños menores de 5 años está en disminución, aunque afecta al 21,9% en 2018 (148,9 millones de niños),
- El 7,3% de los niños menores de cinco años sufre de emaciación (49,5 millones de niños),
- La prevalencia de sobrepeso en niños menores de cinco años ha aumentado del 5,5% en 2012 al 5,9% en 2018,
- En 2016, el 32,8% de las mujeres en edad fértil padecía de anemia (15 a 49 años),
- La obesidad en adultos continúa aumentando y ha pasado del 11,7% en 2012 al 13,2 % en 2016.
A este respecto, desde FAO sostienen que “se requieren enfoques multifacéticos y multisectoriales para detener e invertir la epidemia de obesidad. Se necesitan políticas destinadas a proteger, promover y apoyar la lactancia materna y para aumentar la disponibilidad y asequibilidad de los alimentos nutritivos que constituyen una dieta saludable, junto con medidas para crear entornos alimentarios más saludables y limitar el consumo de grasas perjudiciales, sal y azúcares”. (FAO.2019)
Fuentes:
FAO (2009). Declaración de la Cumbre Mundial Sobre la Seguridad Alimentaria, Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria, Roma, 16-18 de noviembre.
FAO.(2016). Métodos para la estimación de índices comparables de prevalencia de la inseguridad alimentaria experimentada por adultos en todo el mundo, FAO.
FAO. La escala de experiencia de inseguridad alimentaria: Preguntas Frecuentes. Disponible en: http://www.fao.org/3/a-bl354s.pdf
FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF (2019). El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019. Protegerse frente a la desaceleración y el debilitamiento de la economía. Roma, FAO.
[1]Agencia de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura
[2] Para profundizar en la situación de producción mundial, sugerimos ver: http://www.fao.org/3/CA0910ES/ca0910es.pdf
[3]http://www.fao.org/economic/ess/hojas-de-balance-de-alimentos/es/