En los inicios de cada ciclo anual, las personas suelen hacer votos, proyectar intenciones de cambio personal. Algunas de ellas, quizás las menos importantes, van dirigidas a temas de alimentación y cuidado corporal. Consumir menos azúcares, grasas o carbohidratos, comer menos carne, dejar de fumar, ingerir menos alcohol, apuntar a comida más orgánica, suelen estar casi siempre en la lista de objetivos a encarar. El propósito es estar más sano, más atento y más conforme con uno mismo.
Nadie querría llenarse las vísceras, ni la mente con comestibles perjudiciales para la propia salud. A nadie se le ocurriría desearse la ingesta de productos venenosos, cuya toxicidad irrita, llena de odio y nubla la capacidad de pensar libremente. Nadie probaría un alimento engañoso, que miente sobre los efectos de su contenido, que induce una pésima digestión. Mucho menos quisieran ser forzados a hacerlo.
A riesgo de sumarnos a los bienintencionados consejos de amigas, amigos y a la interminable cháchara de supuestos entendidos, asesores, doctores en coaching y demás, va nuestra sugerencia: No consuman medios de comunicación tóxicos. Afectan la salud, las relaciones y sobre todo, el futuro.
Cómo identificarlos? Es sumamente sencillo. Son los que promueven el individualismo, la competencia, la exclusividad, la meritocracia. Son los que presumen de “independientes” aunque sus líneas editoriales están compradas por los poderes económicos de turno. Son los que ensalzan al capitalismo y denostan a todo movimiento o gobierno que pretenda una distribución proporcionada de la riqueza.
Otra señal que los desenmascara es que sirven a propósitos de dominación imperialista, encubren golpismos, atacan a todo país que quiere ser soberano y solidario. Relativizan y critican a lo popular, lo progresista, deciden sobre quien es demócrata y quién autócrata y tienen una excéntrica visión sobre los derechos humanos: según ellos, éstos se terminan cuando se pone en juego a la sacrosanta propiedad privada, cuando se pone en tela de juicio la tiranía de las corporaciones y la banca, cuando se pone coto al monopolio de comunicación que detentan.
En sus titulares, los medios tóxicos muestran siempre su actitud servil con los intereses de los más poderosos, aunque intentan no revelarla abiertamente. En sus noticias, ponen delante lo que le conviene al que tiene dinero. Citan con frecuencia a instituciones alejadas del bien público y cercanas al bien alejado, como el Fondo Monetario Internacional, el Departamento de Estado estadounidense (o su embajada), la OEA o algún otro secuaz de la dominación.
En sus crónicas, estos medios tóxicos presentan a los rebeldes al sistema como especímenes violentos, enajenados por poderes extranjeros, cegados por ideologías totalitarias, proyectando sobre otros sus propias características.
Sus escribas y guionistas abandonaron en el lodo del dinero y el prestigio todo vestigio de ética profesional, independencia de juicio y empatía con los más débiles.
Estos medios nunca dejarán de mentir, porque la mentira es la materia prima que mantiene vivo al sistema que defienden.
Los medios que hacen bien
Hay una enorme cantidad de medios que hacen bien al cuerpo, al alma y al espíritu. Son medios más pequeños, pero de corazón grande. Son aquellos que dan espacio a la rebeldía, a la crítica y a las mejores manifestaciones humanas, a su poesía, belleza, fuerza y alegría. Son los vehículos de comunicación que defienden la paz, la solidaridad, la justicia, la compasión. Son los que se acercan al cotidiano sin imposición, los que escuchan, los que amplifican el clamor de los pueblos. Son los medios comunitarios, alternativos, emergentes.
Son los que militan por un mundo diferente, amable, incluyente, en el que la soberanía va de la mano de la hermandad. Los que denuncian las violencias en todas sus formas e imaginan y comunican un mundo humanizado, de bienestar compartido y de un desarrollo humano que no se agote en la acumulación material.
Ha llegado el tiempo en que las personas transformen a los medios alternativos en alternativa medial y está sucediendo y lo celebramos.
Seguramente cada cual tiene para este año propósitos mayores como acometer aquello que se viene postergando, acaso dar a otros lo mejor de sí, ser más bondadoso, más coherente, fomentar la unión y la cohesión, en suma, ser un mejor ser humano…
Pero no viene mal agregar a la listita este deseo y a la vez pedido de fin de año: Consumamos y apoyemos a los medios comunitarios, alternativos, emergentes. Hacen bien a la salud, las relaciones y sobre todo, al futuro personal y colectivo.