CARE- Ecuador, en alianza con ONU-Mujeres y el Consejo Nacional de Igualdad de Género, acaba de concluir el “Estudio sobre el trabajo remunerado y no remunerado en el hogar en niñas y adolescentes del Ecuador”. Pressenza dialogó con Alexandra Moncada, Directora de la oficina de CARE en el país.
¿Por qué es importante el tema de los derechos de las trabajadoras remuneradas del hogar?
Hay un compromiso de CARE con la agenda de género y la justicia social. Creemos que el sector de las trabajadoras del hogar es uno de los sectores más olvidadas por la política pública y el mismo movimiento feminista de Ecuador ha tenido unas miradas no centradas en este sector. Por eso es importante reconocerlas y reconocer que su trabajo está muy vinculado a lo que llamamos la economía de cuidados, esa economía que es subvalorada social y económicamente en Ecuador demanda ese reconocimiento. Cuando hablamos de transformar condiciones injustas y de pobreza, es precisamente en esos sectores donde hay que trabajar
¿Hablar de trabajadoras remuneradas del hogar y no de trabajadoras domésticas, es un cambio?
Es un cambio político. El trabajo doméstico ha sido siempre un trabajo de mujeres vinculado a los roles reproductivos que hemos tenidos las mujeres tradicionalmente en nuestra sociedad. Cuando se habla de trabajo doméstico se le quita la obligación de remuneración y tenemos que reconocer que por el trabajo pagado de unas mujeres es que otras podemos destinarnos a realizar otras actividades. Denominarlo como trabajadoras remuneradas del hogar es una conquista política de ellas, de las compañeras que son parte de las organizaciones y sindicatos de las mujeres que trabajan en los hogares para facilitar la economía de cuidados.
Se acaba de concluir el estudio sobre trabajo remunerado y no remunerado de niñas y adolescentes en Ecuador. ¿Qué nos dice este estudio?
Sí, es el segundo estudio. En el 2018 publicamos cómo era la situación de las mujeres adultas, había estadísticas y testimonios sobre cómo ellas habían iniciado su vida productiva. Algo que nos sorprendió es que inician su vida de trabajo entre 8 y 12 años de edad, abandonando su proyecto de estudios y sus comunidades rurales, porque son básicamente las mujeres indígenas, afrodescendientes y ahora, las mujeres migrantes. En este segundo estudio decidimos enfocarnos en la condición de las niñas trabajadoras remuneradas del hogar y nos aliamos con varias organizaciones, ONU-Mujeres, Plan Internacional -Ecuador y el Consejo Nacional de Igualdad de Género. Era importante aliarnos porque los datos son difíciles de conseguir y el estudio lo ratifica.
Se ha confirmado con mucha fuerza que el hecho de que las niñas abandonan su hogar y su proyecto de vida no es cosa del pasado. Es cosa del presente. Encontramos niñas que han dejado la escuela para trabajar en hogares porque es el único medio que encuentran de contribuir económica en sus hogares. Es una realidad dolorosa, que no está registrada, que pasa debajo de los sistemas de inspección laboral que existen en el país y que se da en ciudades grandes, intermedias y pequeñas a nivel nacional.
¿Y los principales hallazgos?
Claramente una vulneración terrible de los derechos de las niñas, de sus derechos a la educación, a continuar un proyecto de vida y sobre todo, su derecho a una vida libre de violencia. Encontramos testimonios de niñas que son obligadas a iniciar sexualmente a los hijos de los patrones, es decir, prácticas que creíamos que eran del tiempo de la esclavitud y la colonia, siguen vigente. La modalidad que se denomina “puertas adentro” debería ser abolida en Ecuador, porque es una condición de riesgo terrible para las niñas. Además, encontramos que no existen estadísticas claras y actualizadas. En el Ministerio del Trabajo hay datos que giran alrededor de 100 contrato registrados y sabemos que son miles porque hicimos el estudio con la Unión de Trabajadoras del Hogar y Afines. Ellas conocen los casos, nos ayudaron a generar los grupos focales y entrevistas. De hecho, ninguna de las adolescentes que participaron en los grupos focales desarrollados en el estudio tenía contrato inscrito en el Ministerio de Trabajo ni contaba con seguro social.
Conocimos también que este trabajo se ha precarizado, Además de lo que ya se conocía sobre las largas horas de trabajo, falta de pago y de seguridad social, encontramos también que, con la aceleración de la crisis económica, los hogares “reducen sus costos” y comienzan por reducir las horas de pago, los días o la prestaciones sociales a las trabajadoras del hogar, aunque no les quitan las funciones. De hecho, los sueldos que reciben están entre los $40 y los $100 mensuales, lo que constituye un indicador claro de explotación.
El gran hallazgo es que la economía formal de este país descansa sobre las espaldas de las niñas y las mujeres pobres de este país. Ellas hacen doble y triple jornada en condiciones de explotación para sostener la economía y claramente, el Estado no ha cumplido con su obligación de trazar políticas públicas para sumir la economía del cuidado.
En el trabajo del hogar no se cumplen las condiciones que exige la ley para mayores de 15 años pero también hay niñas menores de 15 años, por eso estamos reclamando un proceso de inspección laboral y un sistema que sea adecuado.