Jeanine Añez, la insensible que ordenó la cacería de dirigentes y militantes del MAS boliviano. En realidad, no es insensible. En una serie de tuits y entrevistas publicitarias, aparece como una protectora de animales. Que recoge perros abandonados y les ofrece un hogar y cariño.
Pero ella puede jurar sobre los viejos evangelios que ocupará el cargo de presidenta, al que solo pudo acceder luego de asesinatos, incendios, linchamientos, amenazas, extorsión y lo que el mundo conoce como golpe de estado, aunque en Bolivia le reserven nombres más primorosos.
Los integrantes de la UDI, el partido aliado del gobernante Sebastián Piñera, que quedaron a la derecha de Augusto Pinochet, posaron con fotos de un par de edificios ardiendo. Su sensibilidad selectiva les permitió conmoverse por esas pilas de ladrillos, pero no les tiembla la voz al anunciar que devolver Chile a la normalidad tendrá un alto costo en vidas humanas. Evidentemente, se refieren a vidas humanas descartables, a las vidas humanas que no habitan en sus barrios privilegiados, ni detentan dobles apellidos de abolengo o de las 100 familias que se apropiaron del país.
Estoy siendo injusto, lo sé. Jair Bolsonaro tiene cariño por los feligreses de las iglesias donde lo bendicen y lo bautizan Mesías. De hecho, hasta autorizó a los terratenientes del Amazonas que puedan exterminar a los pueblos originarios díscolos. Tienen hijos predilectos, tienen puntos sensibles. En el caso de Bolsonaro no sería ni una hija, ya que las mujeres vienen al mundo para ser violadas, ni un hijo gay, porque lo mataría, pero bueno, atrás de su coraza de balas, tiene un corazoncito.
Igual que la señora de barrio residencial cordobés que logró junto a la policía “rescatar” a una yegua que tiraba de un carro de cirujas. Es decir, un joven y un niño que buscaban cosas rescatables de la basura que les permitiera llevar algo de comer al buche. Pero bueno, la pobre yegua se merecía una vida mejor, en un club de cabalgatas como el que la señora representaba, un hipódromo o un campo de polo, esos lugares donde los animales son los privilegiados. Bueno, tampoco sé si privilegiados, pero al menos tienen una vida más digna que los botelleros que tenían la yegua.
¡Qué mundo más enfermito! ¿No? Mucha gente muy perdida, muy trastornada. Y me acuerdo de la señora de Piñera que calificaba a quienes habían salido a las calles a movilizarse como alienígenas. No, señora, los alienígenas son ustedes.
Los alienígenas son ellos, aquellos que sienten todo con “distancia”, que no quieren tocar para no mancharse, que no pueden tolerar el espejo que refleja sus miserias. Miserables, alienados, alienígenas, eso es lo que son.
Este editorial fue pronunciada durante la emisión de Continentes y contenidos el viernes 29 de noviembre de 2019 por Radio Hache: