Contexto
El martes 10 de diciembre, el equipo francófono de Pressenza se desplazó al terreno de juego en París para seguir de cerca la segunda gran manifestación contra la reforma del sistema de pensiones en Francia. En los últimos días, el diálogo entre los interlocutores sociales y los miembros del Gobierno se ha estancado, y cada una de las partes considera que su perspectiva es la única manera posible de resolver esta importante cuestión social, que nos concierne a todos.
“La jubilación afecta a todo el mundo, es un tema que une”
En la ruta de la plaza Vauban a la plaza Denfert-Rochereau, tuvimos la oportunidad de discutir con unos diez manifestantes. Profesores, personal hospitalario, jubilados, jóvenes estudiantes, etc. Sus discursos fueron muy similares, pero iban mucho más allá del tema de las pensiones. Más bien, era una acumulación de sufrimiento: precariedad, sufrimiento en el trabajo, falta de reconocimiento, falta de recursos, etc.
Para los manifestantes, la reforma de las pensiones es una oportunidad, porque afecta a todos y se convierte así en un tema unificador.
El gobierno se mantiene firme
Un día después de la manifestación, el miércoles 11 de diciembre, el Primer Ministro Edouard Philippe se dirigió al Consejo Económico, Social y Medioambiental (CESE) al medio día, anunciando la necesidad de un sistema universal de pensiones puntuales y que el Gobierno lleva en curso. Para el Primer Ministro, uno de los puntos esenciales es eliminar gradualmente los 42 planes de pensiones especiales actuales (funcionarios, empleados privados, liberales, artesanos, agricultores…), pero sin duda los temas que mantienen intacta la ira de los sindicatos son la obligación de los franceses de trabajar más duro para mantener su jubilación a pleno rendimiento, y el segundo es el valor y la estabilidad de los puntos de jubilación. Para Laurent Berger, secretario general del sindicato CFDT, “la línea roja está cruzada”.
Cuando la situación se vuelve insostenible, llega el momento de la catarsis
Cuando la situación individual y social se vuelve insostenible, los individuos y los grupos entran en un proceso liberador de curación, llamado catarsis. Esto permite la “purga de las pasiones” (estar en contra sistemáticamente, tener ira, tomar responsabilidad por uno mismo), o la purificación emocional (ser capaz de reconocer las propias emociones y canalizarlas). En definitiva, la participación en una manifestación permite a cada uno hacerse cargo de su propia vida y asumir plenamente su responsabilidad como ciudadano. Participar en la construcción de una nueva democracia.
Vemos desesperación, tristeza, pero también movimiento. La esperanza está en lo desconocido, no en la repetición de lo conocido. Salir de la repetición es pasar de una democracia representativa y formal a una democracia real y participativa.
Como resultado de este proceso catártico, un ciudadano consciente puede eventualmente liberarse emocional y espiritualmente de una situación de confrontación, vinculándose al todo. Por último, en términos absolutos, no debería haber un pensamiento binario de este tipo: El gobierno es malo, y la gente es buena. Esto no tiene sentido, porque el gobierno refleja a todos los ciudadanos. Claramente, cada uno de nosotros es responsable de lo que sucede.
Reportaje fotográfico de Pressenza:
Traducción del francés por Michelle Velez