Análisis de Mario Osava
– Hacer enemigos suena como la consigna del gobierno de extrema derecha del excapitán Jair Bolsonaro, recalcada con signos de crueldad en la designación de los nuevos gestores de las instituciones culturales en Brasil.
El nuevo presidente de la Fundación Nacional del Arte (Funarte), órgano de fomento y difusión artística, Dante Mantovani, designado el 2 de diciembre, es un director de orquesta y profesor de lingüística que rechaza el rock como instrumento del comunismo y cree que la tierra es plana.
El mismo 2 de diciembre la Biblioteca Nacional adquirió un nuevo director, Rafael Nogueira, graduado en filosofía y derecho con postgrado en educación, nostálgico de la monarquía y un activista de la formación política derechista, que promueve una revisión conservadora de la historia.
Una semana antes la Fundación Palmares, destinada a combatir el racismo y apoyar la población afrodescendiente, sufrió el golpe más letal. Pasó a ser presidida por Sergio de Camargo, un periodista que niega la existencia de racismo en Brasil, un país con 2010 millones de habitantes, en que 55,8 por ciento tiene raíces africanas, según cifras oficiales de 2018.
Lo peor es que se trata de un negro. “La esclavitud fue terrible, pero benéfica para los descendientes. Los negros de Brasil viven mejor que los negros de África”, ha asegurado en redes sociales.
Defendió la extinción del movimiento negro, porque “fortalecerlo es fortalecer la izquierda”, y también la eliminación del brasileño Día de la Conciencia Negra, el 20 de noviembre, ya que a su juicio “celebra la esclavización de mentes negras por la izquierda”.
La contradicción es tan contundente que un juez de Sobral, una ciudad del noreste de país, suspendió el nombramiento, acogiendo el pedido de un ciudadano basado en las numerosas declaraciones racistas de Camargo.
La medida podrá ser anulada en una instancia superior, pero refleja el rechazo que ya habían manifestado decenas de miles de firmantes, en una protesta contra su designación, encabezada por su propio hermano.
“Siento vergüenza de ser hermano de ese capitán del mato (antiguo cazador de esclavos)», reaccionó Wadico Camargo. El padre de ambos, Oswaldo de Camargo, fue un escritor y líder del movimiento negro que ahora uno de sus hijos quiere desaparecer.
“Es asustador” lo que ocurre desde la toma de posesión del presidente Jair Bolsonaro, el 1 de enero, cuya “saña destructiva” tiene como uno de sus blancos preferenciales el sector cultural, comentó Eric Nepomuceno, quien entre 1995 y 1998 fue secretario de Intercambio y Proyectos Especiales del Ministerio de Cultura.
“El gobierno encara como enemigos a abatir” a los artistas y “la cultura nunca fue tan acosada como ahora, ni siquiera durante la dictadura militar” (1964-1985), acotó en diálogo con IPS.
De hecho, Bolsonaro empezó por eliminar el Ministerio de Cultura al iniciar su gobierno, bajando su rango a una secretaria del Ministerio de la Ciudadanía. El 7 de noviembre transfirió esa dependencia al Ministerio de Turismo.
En ese acto nombró como secretario de Cultura a Roberto Alvim, un director teatral de éxito precoz, pero polémico por sus posiciones políticas. Despertó la ira del mundo artístico, en septiembre, al insultar a la actriz Fernanda Montenegro, la gran dama del teatro brasileño, llamándola “sórdida” y “mentirosa” por haber criticado a Bolsonaro.
Alvim volvió a desafiar el sector cultural al nombrar los nuevos dirigentes de las fundaciones, la Biblioteca Nacional y otros órganos culturales del gobierno, sin el currículo adecuado a sus funciones, aparentemente solo por afinidades políticas.
Mientras, las creencias del nuevo presidente de la Funarte provocaron indignación y también burlas, no solo en el medio artístico.
El rock, con Elvis Presley, nació de la infiltración del servicio de inteligencia soviético en la industria fonográfica estadounidense desde los años 1920, para destruir la moralidad de la juventud y la familia, “sostén del capitalismo”, dijo Mantovani en un video difundido por YouTube.
Es que ese ritmo musical “activa (el consumo de) la droga, que activa el sexo (libre), que activa la industria del aborto”, que “alimenta el satanismo, explica el doctor en Estudios del Lenguaje.
Como ejemplo cita a John Lennon, quien a su juicio “hizo un pacto con el diablo”, y mensajes sutiles insertados en las tapas de los discos de los Beattles, los grandes reyes del pop mundial.
Woodstock, el famoso festival de 1969 en Estados Unidos, tuvo amplio consumo de la droga sintética LSD, distribuida por agentes secretos de la Unión Soviética infiltrados en la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA, según Mantovani.
Por detrás de todo estaría la Escuela de Frankfurt, de intelectuales que difundieron la “dialéctica negativa”, que invalida los avances del pasado, y el marxismo cultural con que la izquierda busca controlar las mentes a favor del comunismo.
Son creencias generalizadas entre dirigentes de varios ministerios del gobierno actual brasileño, incluyendo los de Educación, Relaciones Exteriores y de la Mujer y Derechos Humanos, y que justificarían las actuales políticas oficiales.
No les interesa explicar el fracaso del comunismo en el mundo occidental, cuya civilización seria el principal blanco, pese a las insidiosas armas culturales usadas por los enemigos.
Los funcionarios de la Biblioteca Nacional, por su parte, protestaron contra la imposición de un director desconocido en el sector y sin calificación visible para conducir la mayor biblioteca de América Latina y principal repositorio de la memoria nacional.
Los negros temen perder su gran conquista en la Constitución Nacional de 1988, cuando se creó también la Fundación Palmares que, además de promover su cultura y mejores condiciones de vida, cumple la tarea de identificar y certificar las comunidades quilombolas (descendientes de esclavos) que preservaron su modo de vida peculiar.
Hay 3 404 de esas comunidades certificadas, pero son pocas las que ya tienen su territorio demarcado y asegurado, y aún quedan por lo menos 3 000 por reconocer.
Un drama específico vive el sector audiovisual. Muchas pequeñas productoras suspendieron sus actividades y las demás enfrentan dificultades, reveló Cleyde Afonso, productora ejecutiva de Plano Geral.
“Nosotros tenemos tres proyectos aprobados, pero el gobierno retiene el dinero del Fondo Sectorial del Audiovisual”, compuesto por parte de las utilidades y dividendos que empresas del sector remeten al exterior, ejemplificó a IPS.
De esa forma quedan paralizados numerosos proyectos. En este semestre no se liberó ningún recurso del Fondo, destinado a financiar obras nacionales de cine, televisión y otros medios.
Plano Geral, que tiene cinco trabajadores fijos y multiplica ese número por cuatro cuando amplia su actividad, “no cuenta con ningún proyecto nuevo desde agosto y sobrevive porque ganó un concurso para producir programas televisivos de salud”, es decir un trabajo permanente, apuntó Afonso.
La incertidumbre afecta igualmente a la Agencia Nacional del Cine, órgano de fomento y regulación, que también ha debido reducir su producción. Bolsonaro ya amenazó con eliminarla y su dirección ya fue cambiada este año.
“La situación es horrible y no se entiende tantas medidas absurdas”, se quejó la productora.
Generar descontento parece ser el deporte gubernamental. En cuestiones ambientales se acumula la repulsión, ante los desastres y el infantilismo de acusar a las organizaciones no gubernamentales o al actor Leonardo Dicaprio de incendiar bosques amazónicos, por ejemplo.
Las universidades públicas enfrentan la mengua de recursos y amenazas de control policíaco. Centenares de foros que permitían la participación de la sociedad civil en decisiones gubernamentales fueron eliminados o drásticamente reducidos.
Las acciones de Bolsonaro y sus partidarios tienen método y objetivos para mantener el poder e imponer una sociedad ultraconservadora, dicen algunos analistas, desafiando la lógica que apunta al desconcierto, la desinformación y atrabiliarias creencias que tienden a aislar el gobierno.