Con motivo del Día Internacional del Migrante, que se conmemorará este 18 de diciembre, Convergencia de la Culturas quiere llamar la atención sobre la dirección que lleva Europa hacia convertirse en una fortaleza, criminalizando a los migrantes, violando sus derechos más elementales y externalizando fronteras, y exige medidas concretas a implementar por parte de los gobiernos europeos.
Para Convergencia de las Culturas 2019 ha significado un año en el que los derechos del migrante han sido vulnerados de forma continua.
Desde la campaña de intoxicación realizada por grupos xenófobos mediante “fake news” o bulos en los que se muestra al migrante como vago, usurpador, aprovechado o delincuente, a la desidia de las administraciones para tramitar las citas en extranjería, resolver la tutela de menores no acompañados o asistir a las necesidades de refugio a los migrantes sin techo.
De todo ello hemos tenido suficiente noticia a través de los medios de comunicación, y también de cómo se ha ido gestando un caldo de cultivo anti-migrante que ha tenido como consecuencia actos racistas que van desde las “simples” agresiones verbales a la intimidación extrema con el lanzamiento de una granada en un centro de menores migrantes.
Sobre todos estos puntos Convergencia de las Culturas se ha pronunciado y seguirá pronunciándose oportunamente, pero en este 18 de diciembre, Día Internacional de las Personas Migrantes, quiere hacer hincapié en algo que no está en las noticias cada día: la sigilosa, silenciosa, premeditada y desproporcionada externalización de las labores fronterizas que está convirtiendo la Unión Europea en una Europa Fortaleza que vulnera flagrantemente los derechos del migrante.
La Unión Europea está buscando frenar la inmigración pero sin que se note mucho. Para conseguirlo está desplazando el control fronterizo lejos de sus propios límites: Turquía, Libia, Marruecos, Mauritania, Mali, Níger o Burkina Faso. Son países que precisamente no destacan por una escrupulosa observación de los Derechos Humanos, incluso en algunos casos están sumidos en conflictos bélicos o sociales, pero cuyos gobiernos no hacen ascos a “unos cuantos euros” a cambio de ejercer como verdugos aduaneros.
Estos “cuantos euros” provienen en su mayoría del presupuesto europeo para la cooperación al desarrollo que se condicionan o se desvían a actividades relacionadas con el control migratorio. Es el caso del Fondo Fiduciario de Emergencia para África, entre otros, en los que es casi imposible hacer un seguimiento de los proyectos a los que van dedicados esos fondos para las emergencias. Pero sí son palpables los logros de la “Europa Fortaleza” en estos países con la creación de puestos fronterizos, redadas, deportaciones, hacinamientos en campos de refugiados, creación de centros de inmigrantes… y todo ello sin las más mínimas garantías de respeto a los derechos humanos.
Por otro lado la decisión de externalizar nuestras fronteras a países limítrofes está teniendo un efecto boomerang al quedar Europa con las manos atadas frente a las decisiones arbitrarias que estos países puedan cometer contra su propia población o a terceros países. A partir de ahora o se les permite realizar cualquier tropelía o el chantaje de abrir nuevamente las puertas a la migración está servido. ¿Cómo podrá Europa influir en el respeto de los Derechos Humanos en Turquía o Marruecos, por ejemplo, si ya se les ha dado carta blanca para actuar en su nombre?
Todo lo anterior viene reforzado por el cada vez mayor presupuesto y mayores competencias que la UE destina al FRONTEX, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, agencia que juega un papel importante en la externalización de estas políticas migratorias. La criminalización del migrante ya se respiraba en el reglamento fundacional del FRONTEX al considerar las migraciones como un riesgo para la seguridad de la Unión Europea equiparándolas prácticamente con crímenes como el tráfico de drogas o el contrabando. Desde esa óptica, la Agencia está capacitada para tomar medidas excepcionales como, por ejemplo, la detección de migrantes considerados ilegales o la asistencia para organizar deportaciones a los países de origen.
El Mediterráneo ya se ha convertido en el foso de la Europa Fortaleza, un foso de sufrimiento y muerte, y ahora la externalización de las fronteras promete ser la trinchera avanzada para frenar a un supuesto delincuente, que es en lo que se quiere convertir al migrante.
En definitiva, la “Europa Fortaleza” está fracturando los cimientos de la real fortaleza de Europa que se sustenta en los pilares humanistas de democracia, solidaridad, igualdad, justicia social y Derechos Humanos. Y esto es así porque los gobiernos europeos han cedido a las posturas de los partidos xenófobos y racistas fortalecidos en los últimos años.
Por todo lo anterior, Convergencia de las Culturas urge a los gobiernos europeos a:
- Desmontar la Europa Fortaleza empezando por el derribo de muros y vallas en su frontera interna, siguiendo por asignar al FRONTEX la única competencia de hacer más seguro el tránsito por el Mediterráneo y, finalmente, suspender los acuerdos con terceros países relativos a la externalización de la frontera Europea.
- Asumir e implementar los compromisos de asilo y refugio así como garantizar los derechos del migrante contenidos en la Carta de los Derechos Humanos.
- Reformular las relaciones con terceros países involucrados en el flujo de migraciones creando un observatorio sobre el cumplimiento de los Derechos Humanos en todo el proceso.
- Una mayor transparencia en cuanto a los fondos destinados al desarrollo de los pueblos así como reconducir todo el presupuesto comprometido en la Europa Fortaleza en una atención efectiva al migrante.
Europa debe entender que no hay nada que pueda frenar las ansias de progreso de cualquier ser humano y que cualquier intento por obstaculizar esa intención está destinada al fracaso. Muchos sectores de la población así lo entienden y asumen que no habrá progreso si no es de todos y para todos. Por eso, una vez más, las poblaciones van por delante de sus dirigentes mostrando su solidaridad y no quedándose impasible frente al más débil. Es gracias a esa gente que este año se ha podido dar respuesta a situaciones extremas que los gobiernos no han sabido o no han querido gestionar.