El fracaso de la COP25 constituye un violento y deliberado incumplimiento del contrato de confianza firmado por los grupos sociales dominantes con los habitantes de la Tierra en cuyo nombre se han celebrado 25 grandes conferencias mundiales desde 1994.
“Vergüenza”, “Deshonra” han sido gritadas en todo el mundo por millones y millones de personas que han luchado durante más de medio siglo contra la devastación ambiental, los desastres económicos y la depredación social y que creían que los líderes políticos públicos del mundo finalmente tomarían las decisiones correctas ante el verdadero espectro del desastre global.
Nada de nada. Los grupos sociales dominantes han proclamado, sin hipocresía pero con un cinismo miserable, que “no hay alternativa” al sistema actual; que no les importa la vida de todos los habitantes de la tierra, que sólo les interesa su vida, su poder y su supervivencia. Los demás pueden irse al infierno, porque no es su problema, convencidos de que su dinero y su tecnociencia (sus tecnologías «inteligentes») les salvarán, salvarán a sus nietos y descendientes, su parte de la ciudad, su lugar de placer y vacaciones. También creen que la mayoría de la población de su país los seguirá, subrayando que no han llegado a un acuerdo porque han defendido el sistema capitalista que seguiría siendo – en su opinión (¡pero contra toda evidencia!) – la fuente de la riqueza y la felicidad “colectiva” y que todos han querido defender sobre todo los intereses y la vida de sus propios ciudadanos, de su “nación”. ¡Qué mentiras tan grotescas!
Frente a tal ruptura, no podemos ya postergar lo que los sinceros defensores de la vida de todos los habitantes de la Tierra (todas las especies vivas incluidas) han tratado de evitar aceptando permanecer en el camino del diálogo, de la confianza, de la búsqueda de compromisos aceptables en nombre de la Humanidad y de la Tierra.
Los habitantes de la Tierra deben luchar ahora para liberarse del dominio de los actuales “señores” del mundo y poner fin a sus crímenes contra la Humanidad y la Madre Tierra. Ya no se trata sólo de reparar el daño causado por el fracaso del multilateralismo intergubernamental e internacional que pretendía gestionar la vida y las relaciones entre todos los habitantes de la Tierra (ONU, BM, FMI, FAO, OMS, UNICEF, OMC…), ni de detener el ascenso asesino de los nacionalismos, el racismo y el apartheid social según el trío miedo/odio/rechazo.
Se trata de liberar la vida de las cadenas con las que la han encarcelado y asfixiado quienes se la han apropiado en forma privada y soberana: las grandes corporaciones multinacionales globales, los estados militares y nucleares, los amos tecnológicos. Ya no debemos aceptar que una persona, un Presidente de los Estados Unidos, Trump, pueda iniciar una guerra de impuestos aduaneros, poniendo en crisis la existencia de miles de millones de seres humanos. Debemos prohibir un sistema económico que permite a un jefe de una empresa multinacional (Besoz/Amazon) pagar 36 mil millones de dólares a su ex esposa por el divorcio, de una fortuna personal de 152 mil millones, mientras que un maestro de escuela primaria en Italia que gana 1.500 euros netos al mes tendría que trabajar más de un millón y 900 mil años para ganar 36 mil millones. Es necesario luchar contra los depredadores para la descolonización del Planeta y de la Vida.
Hoy es el comienzo de la conquista de la independencia de todos los habitantes de la Tierra.
Traducción del francés por Michelle Velez