por Aram Aharonian
El primer asunto que deberá atender el nuevo gobierno argentino encabezado por el abogado Alberto Fernández, de 60 años, es el de la gobernabilidad, el de la situación interna, condicionada por una monumental deuda externa y el crecimiento constante del hambre y la pobreza en los últimos cuatro años.
Por eso, quizá su insistencia de la necesidad de un pacto social, que se espera que sirva para crear las condiciones del despegue y no causados por el miedo a lo que vendrá. A diferencia de su antecesor, el neoliberal Mauricio Macri, tendrá un país con paz social, el Congreso de su lado y también algo de tiempo antes de que se presenten los vencimientos de deuda.
Dónde está parado en América Latina
Poco antes de asumir, Fernández brindó su posición sobre lo que pasa en la región, en entrevista televisiva con el analista Pedro Brieger: “Para nosotros, Bolivia no tiene gobierno hasta que los bolivianos voten democráticamente. Un gobierno de facto no es un gobierno”, señaló. “Estoy muy seguro de que lo que está pasando en América Latina y de cómo estamos parados. Y estoy muy tranquilo”, añadió.
“Nosotros no estamos solos en el continente: estamos más acompañados que nunca, porque la realidad es que lo que uno observa en Chile, Ecuador, Colombia, son movimientos populares que reclaman el fin de las políticas conservadoras y, por lo tanto, son pueblos que piensan como nosotros. Sí, chocan con gobiernos que piensan distinto a nosotros”, dijo Fernández.
“Pero los movimientos que uno ha visto en Chile, Colombia, Ecuador, son movimientos impresionantes, de gente que reclama que en esos países se den políticas como las que nosotros proponemos para la Argentina. No estamos solos en el continente. Los que están solos son esos gobiernos que no tienen el acompañamiento popular y entonces tienen las crisis”, aseguró.
Los nefastos números que deja Macri
Ha prometido «poner a Argentina de nuevo en pie» Fernández y trae como aval su experiencia como jefe de gabinete en el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y durante el primer año del de Cristina Kirchner (2008), quien esta vez será su vicepresidenta y encabezará el Senado.
Los números resumen la dimensión de la tragedia colectiva argentina: en estos cuatro años la inflación tuvo un acumulado superior al 300%; el valor del dólar creció seis veces. En materia económica el país se achicó un 7,4% y la clase media pasó del 30 al 25% del total de la población; la pobreza evolucionó desde una cifra próxima al 30%, cuando asumió, a más del 40% este año.
El promedio del salario real registra una pérdida de aproximadamente el 22% y si se lo mide en dólares la caída salarial es cercana al 50%. En materia de haber jubilatorio la baja promedio es del 18%. La economía cerrará este año con una caída de 3,1%, inflación en torno a 55%, pobreza cerca de 40%, desempleo de 10,4% y una depreciación monetaria de casi 40%.
La deuda externa creció en unos 143 mil millones de dólares, de los cuales más de 88 mil millones se fugaron en el mismo período. Fernández deberá renegociarla, tanto con el Fondo Monetario Internacional (44.000 millones de dólares recibidos desde 2018) como con bonistas. En total, la deuda externa argentina asciende a más de 315.000 millones de dólares, cerca de 100% del Producto Interno Bruto.
Para esa tarea, escogió a Martín Guzmán, un colaborador del Nobel de Economía Joseph Stiglitz que considera «imperioso» reperfilar los vencimientos de capital y de intereses.
Para las primeras semanas de gobierno, los analistas prevén el mantenimiento del control de cambio impuesto en octubre por el macrismo, ante la debacle producida por ellos, mientras se analiza una nueva ley de presupuesto que reasigne fondos para combatir la pobreza, para Fernández un «imperativo moral».
Atacar esta realidad será lo prioritario. Para asumir los temas de dimensión global y la situación regional, habrá tiempo. Es la primera vez desde 1946, que el peronismo encuentra las tres dimensiones en estado crítico.
La complejidad de los problemas económico-sociales es el principal problema de los argentinos en su vida cotidiana y también respecto a sus perspectivas. Los temas son variados y van desde de la estanflación que desde hace largos meses acompaña a la economía, la impagable deuda externa y el modo de inserción en la economía mundial (más allá del agroexportador), hasta el hambre diario que padecen millones de argentinos.
Para eso habrá que pensar en la ampliación del mercado interno, estrechar las relaciones con los mercados regionales y promover la expansión productiva de sectores hoy escasamente explotados de las economías regionales y también con el despliegue de nuevas tecnologías
Ya se anunció la implementación del Programa “Argentina sin Hambre”, reclamado desde 2002 por organizaciones sociales, de la Economía Social, Solidaria y Popular. Es interesante la puesta en marcha de una “Tarjeta de Alimentación” a través de la cual se acreditarían a nombre de los beneficiarios una cantidad de dinero destinada a la compra de alimentos.
La situación lo ha colocado a la izquierda respecto de los demás gobernantes de la región, lo que puede servir como un mecanismo para aislarlo, pero también para que la Argentina tenga una digna posición en la región. Ya se ha comprometido en instalar provisionalmente la secretaría de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) en Argentina, tras el desalojo ordenado por el presidente neoliberal ecuatoriano Lenín Moreno, de la sede en la mitad del mundo.
El gobierno, el poder
Uno de los problemas será evitar que el virus de la competencia de poder y las diferencias políticas se instale en la cúspide del gobierno. Si bien Alberto es el presidente, no se debe olvidar que Cristina Kirchner le cedió el lugar para asegurar el triunfo electoral, compartiéndolo con alguien más cercano al peronismo tradicional y a un número importante de dirigentes del Partido Justicialista, además de la mayoría de los gobernadores peronistas del interior.
Néstor Kirchner, en 2002, asumió la presidencia con el aliento del boom de los commodities y el momento del resurgimiento progresista en la región. Hoy, Alberto Fernández llega a la presidencia con una evidente urticaria mundial resultante de la disputa geoestratégica entre Estados Unidos y China, y una inestable y explosiva Latinoamérica en la que Washington impone sus criterios incluso mediante golpes, rompiendo todas las reglas de juego democráticas.
Hoy los gobiernos neoliberales y endeudadores de la región sufren estallidos sociales y viven nuevas etapas de ingobernabilidad (Chile, Ecuador, Colombia). Ante esta realidad, paso a paso Washington insiste en crear y sostener la interrupción abrupta y violenta (un golpe fascista, racista, genocida) de los procesos populares, progresistas, como el de Bolivia, con un éxito macroeconómico que mostraba que el socialismo del siglo XXI podía ser aplaudido incluso por organismos internacionales de crédito.
La revista Crisis habla del quinto peronismo, después de los dos de Juan Domingo Perón (1945-55 y su esposa Isabel 1974-76), Carlos Menem (1989-99) Néstor y Cristina Kirchner (2002-2015).
Uno de los principales recursos con que cuenta Alberto Fernández es su habilidad como componedor y su experiencia en el poder, como jefe de gabinete de Kirchner, necesarios para liderar los distintos y disímiles estilos, ideologías, procedencias de quienes conforman no solo el Frente de Todxs, sino también su gabinete.
Repitiera Perón a Sócrates: la única verdad es la realidad. Fernández tendrá el acompañamiento expectante de la calle, en un momento histórico poco alentador de la Argentina.
Y enfrente, tendrá una derecha que tuvo un monumental fracaso en la gestión macrista, fortalecida a su paso por un Estado al que ordeñó, preparada para una resistencia activa, dogmática. Y dispuesta de ser posible y las circunstancias lo permitan, a sacar su as de espadas: la violencia, en una región donde nuevamente se oyen ruidos de botas.
Se va Macri, persiste el odio
A pesar del gigantesco mal producido, Macri se retira habiéndose permitido una movilización para despedirlo y con un 40% del electorado votando sus políticas, todo lo cual ayuda a quienes preparan futuras conspiraciones.
Entre expresiones de odio y violencia contra periodistas, transcurrió el sábado 7 el acto de despedida del presidente Mauricio Macri. Canales de televisión afines al macrismo no tuvieron pudor al transmitir los gritos de una mujer que pedía que mataran a la ex presidenta Cristina Fernández. Otros agitaban banderas argentinas y carteles donde se leía: “Esto recién empieza o Somos los que queremos un país normal”. No faltaron las descalificaciones para los peronistas: Negros de mierda, delincuentes, borrachos.
Expectativas
La búsqueda de equilibrio para mantener la unidad de la alianza le ha dictado su estilo sin estridencias y lo llevó a conformar un gabinete en el que están representadas todas las tendencias. «Quise que la unidad se refleje en el gobierno», dijo.
Los designados para ocupar los 21 ministerios evidencian. 1) el carácter “progresista” de su composición; 2) la baja cantidad de cargos ocupados por dirigentes provinciales, 3) la nula influencia de los gobernadores no kirchneristas, 4) es llamativo el escaso número de mujeres (4 de 21).
Asesores y miembros del futuro gobierno confían en que el dinero que van a insuflar en los primeros meses a la economía (vía “maquinita”) permitirá volver a poner en marcha al estancado aparato productivo, mejore el consumo y las expectativas del pueblo, sin que desborde la ya grave situación inflacionaria.
Esto debiera complementarse con un principio de acuerdo por la deuda externa (de los pagos previstos para marzo), que evite el default.
La cifra de 21 ministros se eleva a una treintena, con la incorporación de secretarías y organismos de primera línea, donde crece la presencia “albertista” para proteger y ampliar las decisiones y el marco de alianzas pretendido por el Presidente… y los consejos de Cristina, en especial en los sectores sociales críticos como Seguridad y Agricultura.
La presencia de Guillermo Nielsen al frente de la estatal petrolera YPF define un objetivo muy claro: los yacimientos de Vaca Muerta deben cumplir el mismo rol que tuvo la soja en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, “salvar” la economía, otogando muchos beneficios estatales, ventajas y seguridad para las inversiones extranjeras.
En el Poder Legislativo, el oficialismo está absolutamente hegemonizado por el cristinismo: tiene la primera minoría en Diputados (121 sobre los 129 necesarios para el quórum) y mayoría propia en el Senado (42 senadores para una mayoría propia de 37). En el caso del Poder Judicial éste arrastra sus propias reglas de juego, en un marco de deterioro, lawfare y descrédito que le hará muy difícil dictar justicia de un modo creíble.
Renace la esperanza en Argentina. Esperanza en romper las desigualdades, en recuperar la justicia, el respeto por el derecho de todos y todas. Esperanza en poder sonreir nuevamente y sentirse parte de la reconstrucción. La gente llena las plazas y festeja el fin del oprobio macrista.
Dicen que los nuevos gobernantes tienen 100 días de luna de miel con sus votantes. En Argentina, la realidad hace que los cambios deban producirse antes de ese centenar de días, aún cuando haya comenzado el verano, las vacaciones, el fin de año…
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige surysurtv.net y el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)