Por Dolores Pizarro Vidal
En vísperas de terminar el año, y siendo parte de un suceso histórico, desde las entrañas de un movimiento social y único, no sólo en Chile, sino también en sintonía con el mundo, rescato dos sucesos dentro de la cadena de situaciones anómalas y de liberación de verdades.
La primera surge de una loca geografía, que desde el caos mismo (que no implica indiferencia) hacia las demandas de la agenda colectiva, busca el lado positivo desde lo adverso. El estadillo social en Chile nos otorga un reflector extraordinario para exponer un país, un pueblo, que quizás algunos individuos aún en el Siglo XXI no conocen siquiera por referencia. Pero que sin duda, a partir de los conflictos internos que además han integrando a otros países dentro de la región, o señalando modelos en el mundo (como Las Tesis) debiera también re-descubrir a un Chile nuevo en una América Latina con una exuberante naturaleza, climas y legado ecológico, símbolo de esperanza para las generaciones del futuro.
Chile, al fin del hemisferio Sur. Una angosta y extensa franja de tierra cubierta completamente al Oeste por el Océano Pacifico y Cordillera de la Costa, al Este por la poderosa y nevada Cordillera de Los Andes. Entre estos dos macizos se ha construido el carácter del pueblo chileno, que antes de la globalización fue cubierto de soledad y aislamiento. Lugar donde nacen frondosos valles. Un Sur lluvioso con archipiélagos y Tierra del Fuego que dan paso al Polo Sur. Al Norte, uno de los desiertos más áridos del mundo. En ambos extremos se han sentado las bases de científicos que buscan entre las estrellas y la Antártica las incógnitas y soluciones futuras del Universo.
Y para concluir cual obra de arte, aparece en el vértice oriental de la Polinesia, la Isla de Pascua – Rapa Nui – y sus “Mata Ki Te Rangi, ojos que miran al cielo”. Cultura que en su extremo aislamiento se favoreció con una sabiduría única en el mundo.
Y como segundo rescate, completo esta geografía con su gente, sus raíces. Reconstruir la relación con los pueblos originarios. Devolver la dignidad. La obra de Tomás Guevara es una fiel expresión de la historia nacional mapuche en su libro Las últimas familias y costumbres araucanas (1913). Una obra de arte realizada por el profesor “sociólogo criollo” de Temuco, que nos permite la notable historia de la antropología chilena y de la sociedad mapuche.
Tal como no existe la casualidad sino la causalidad (en el contexto de la investigación), según explica Jorge Pavez (Magister en Historia U. de Chile -Laboratorios Etnográficos de Chile):
…”Al mismo tiempo, en esos años, el diálogo con los investigadores africanistas en Francia y sucesivas lecturas de historia de la antropología y la colonización de África, me fueron mostrando que el “gabinete etnográfico” que operaba en Temuco se había constituido también en diferentes partes del mundo colonial de la primera mitad del siglo XX. Letrados y dirigentes “indígenas” de África, Asia y América habían colaborado de diferentes maneras en el trabajo de dar forma escrita a la historia y la cultura de las sociedades colonizadas.
Ahí se me hizo evidente el enorme despliegue de las redes disciplinarias europeas que impregnaron de diversas maneras las formas criollas latinoamericanas de comprensión de la alteridad, ya sea indígena amerindia o afroamericana. Por mucho que reclamaban la independencia de “nuestra América”, los precursores del pensamiento etnológico en Latinoamérica y el Caribe estaban atrapados en los marcos conceptuales y empíricos de la ciencia imperial europea y norteamericana…”
Simón Bolivar, máximo exponente de la emancipación hispanoamericana frente al imperio español, en su carta de Jamaica (1815), tiene una alusión a Chile que el curso de los hechos hizo profética:
…”El reino de Chile –dice- está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos de Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república.
Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de la Europa y Asía llegarán tarde o nunca corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es ilimitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas, en una palabra: Chile puede ser libre…”.