Por Ignacio Torres
El amplio espectro de las izquierdas en Chile se encuentra dividido, con mayor notoriedad desde el inicio del estallido social que vive el país desde el 18 de octubre. Pero aquello no responde a una incapacidad endémica de las izquierdas o a luchas de egos de sus dirigentes, como afirman algunos, sino a diferencias al menos estratégicas que, si son bien administradas, paradojalmente pueden terminar empujando y fortaleciendo las posiciones de todas las izquierdas.
Como sabemos, las movilizaciones desarrolladas desde el 18 de octubre han impugnado fuertemente a los actores políticos y estos han resentido la crítica y las presiones y han actuado en consecuencia, desde una derecha que decidió sacrificar la Constitución que históricamente habían defendido, hasta un reacomodo general de todas las fuerzas políticas organizadas. Como nunca, las votaciones parlamentarias, las declaraciones de presidentes de partidos y los acuerdos y desacuerdos políticos han sido noticia.
Y, precisamente, una consecuencia insospechada de toda esa impugnación política puede ser, paradojalmente, una reactivación de la política y una politización de la sociedad. Ante la perspectiva de un plebiscito sobre Nueva Constitución y un ciclo de dos años con elecciones en el futuro cercano (de convencionales constituyentes, municipales, parlamentarias, presidenciales y de ratificación del nuevo texto constitucional), que probablemente serán con voto obligatorio, es posible prever un fortalecimiento de la participación electoral y un aumento de la actividad política en general.
En ese marco, queremos destacar un punto: todo parece indicar que ese reacomodo general de organizaciones políticas y la coyuntura próxima generará un nuevo cuadro político de cuatro cuartos. Así, tendremos a una derecha más reaccionaria, que hará campaña por el Rechazo a una Nueva Constitución y defenderá el actual estado de cosas; luego tendremos una derecha más liberal dispuesta a algunas transformaciones; y finalmente los dos cuartos de izquierda: una izquierda republicana y una izquierda anti-sistema.
La izquierda republicana ya reivindica el plebiscito y la Convención Constitucional como logros históricos y se la va a jugar por lograr que el estallido social tenga un efecto en la institucionalidad y haya cambios constitucionales. Por otro lado, va a haber una izquierda anti-sistema que rechazó el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” y que va a estar permanentemente impugnándolo y exigiendo más. Lo importante de aquello es tener una cuestión clara: ambas son posiciones de izquierda y, contrario a lo que afirman algunos, ambas pueden ser posiciones complementarias.
Esta complementariedad se verifica en el mismo “Acuerdo”: desde Unidad Social se convocó a la Huelga General más exitosa de las últimas décadas, el 12 de Noviembre, que generó las condiciones para la realización del “Acuerdo”. A su vez, hubo una izquierda que participó directamente en la redacción del “Acuerdo” y lo firmó. Por su parte, desde el día uno hubo sectores que rechazaron el “Acuerdo” y lo impugnaron fuertemente. Y, finalmente, se encuentran las organizaciones y militancias que se la jugaron por corregir el “Acuerdo” a través de elementos fundamentales como la paridad de género, cupos para pueblos originarios y la igualdad de condiciones para independientes.
Como puede verse, gracias a sus diferencias y distintos énfasis, todas las posiciones de izquierda han sido útiles para el avance de las demandas sociales y la conformación de un nuevo cuadro político. Los resultados concretos del “Acuerdo” son el fruto de una negociación con la derecha, pero también de una preeminencia de ciertas posiciones de izquierda por sobre otras, debido a la habilidad de los actores que las sostienen, a la coyuntura general o a la torpeza de los otros actores. Esa dinámica podría proyectarse al futuro, y tener traducción electoral.
Así, una versión constructiva de esa dinámica en el futuro cercano sería que el amplio espectro de las izquierdas se articule conscientemente en torno a sus ejes “republicano” y “anti-sistema” y cada eje intente desempeñar lo mejor posible su rol, considerando la situación general de disputa constitucional y el asentamiento de un sistema electoral proporcional en el Parlamento.
Esto último, el sistema electoral proporcional que ha sido refrendado para las elecciones de la Convención Constituyente, confirma que la política chilena va de salida de la lógica binominal y, al menos en el Congreso, habrá representación diversa de distintas sensibilidades políticas. En una democracia pluripartidista como la chilena, eso significa que es razonable que los partidos intenten representar a sensibilidades políticas específicas y potencien sus diferencias, reservando los grandes acuerdos nacionales solo para los grandes temas.
Para las izquierdas, aquello significa cambiar el tradicional llamado a la unidad. Hasta ahora, los llamados unitarios en las izquierdas implican, con mayor o menor énfasis, que un sector abandone sus posiciones y se sume a las del otro. Ya sea por la necesidad de ser “responsables” o “revolucionarios”, desde cada eje se emplaza al otro y se acusa de “irresponsable” o “traidor” al otro sector. Pero reconociendo que el cuadro político será de cuatro cuartos y el sistema electoral se mantendrá proporcional, tiene más sentido que cada eje de las izquierdas potencie su identidad y rol y la unidad de la izquierda se de en votaciones y acciones específicas cuando temas de relevancia nacional lo ameriten.
Así las cosas, el eje republicano y el eje anti-sistema de las izquierdas pueden profundizar en su rol, desarrollar su trabajo político y, a la vez, reconocerse mutuamente elementos posibilitarios para todas las izquierdas: el eje republicano la capacidad de diálogo y de concretización institucional de cambios y el eje anti-sistema la capacidad de tensionar a todo el sistema político y jalonear la discusión hacia temas antes vetados.
La articulación de las izquierdas en los dos ejes mencionados, para ser constructiva, requiere, eso sí, el reconocimiento de un par de elementos.
El primero de ellos es que la política desborda los partidos. Aquello se reconoce sin problemas en la derecha, en donde nadie duda que la SOFOFA y la CPC tienen un carácter político, aunque no sea electoral, y que las declaraciones del empresariado aceptando que debían haber cambios fueron un ingrediente relevante del nuevo cuadro político. Pero algún sector de las izquierdas tiene dificultades en reconocer que hay politicidad más allá de los partidos políticos. Sin embargo, la Huelga General del 12 de Noviembre y la lucha por la paridad de género en la Convención Constitucional demuestran que las organizaciones sociales y el referente Unidad Social junto a buena parte de las organizaciones feministas son, para lo que interesa acá, parte de las izquierdas y, de hecho, actores de primera línea y de la mayor relevancia, que desarrollan acción política desde las izquierdas.
Por otro lado, en lo estrictamente partidario, también se hace necesario reconocer la existencia y la relevancia de actores partidarios que cierta izquierda más tradicional suele invisibilizar, como el Partido Humanista o el Partido Ecologista Verde. Dado el desarrollo de los acontecimientos desde el 18 de Octubre, es posible pensar que el eje republicano de las izquierdas estará conformado por una alianza entre el Partido Socialista y Revolución Democrática como partidos-ancla, más otras organizaciones; mientras que el eje anti-sistema debería tener entre sus partidos al PH y al PEV. El Partido Humanista, que por años ha sido marginal y minoritario, tiene en esta coyuntura una posibilidad histórica de destacarse, al contar con tres diputados bastante notorios y conducir el Colegio de Profesores, que se ha posicionado con fuerza en el mundo de las organizaciones sociales. Así, una posibilidad de desarrollo del PH es que decida posicionarse como uno de los referentes del eje anti-sistema en el que podrían articularse las izquierdas y despliegue una actividad política efectiva y acorde con ello.
Finalmente, habrá de dilucidarse en el corto plazo el rol del Partido Comunista: ¿se integrará al eje anti-sistema, a propósito de su rechazo al “Acuerdo”, o privilegiará un acuerdo con el PS y RD, con quienes venía acercando posiciones antes del 18-O?
El tiempo dirá.