Por Claudia Aranda
Como corresponsal extranjera tenía una credencial para ingresar al Congreso de la Nación para observar la asunción y juramento de Alberto Fernández a la presidencia de Argentina. Hice algunas entrevistas, a mi juicio demostrativas, de los sentires y los discursos en la arena política en las afueras del edificio legislativo, dentro del clásico ambiente de arribo de autoridades e invitados, en donde algunos llegan raudos como pavos reales y hay que perseguirlos y empujarse para obtener una declaración (de esas no hice, por principios), y otros pocos, los menos, deambulan un rato por la calle frente a las cámaras dispuestos a ser consultados.
No iba a evitar preguntar por sus apreciaciones respecto del estallido social en Chile y los cuestionamientos al modelo neoliberal y sus consecuencias, que propiciaron y son fundamento de la masiva revuelta chilena que completa ya dos meses, y aquí les comparto ese paneo variopinto de declaraciones, pero luego decidí no entrar al Congreso y me perdí el bostezo de Macri en pleno acto solemne, porque decidí irme a las calles, de hecho, creo, que lo decidí desde el día anterior, producto de escuchar y observar por cada esquina de Buenos Aires a la gente hablar y expresarse de mil formas y a viva voz acerca del cambio de mando, en un revuelo de esperanzas que ha desembocado en jolgorios catárticos no tan sólo porque “asumieron Alberto y Cristina”, como los llaman, sino porque es también el día en que terminó el gobierno de Mauricio Macri.
Fue el día de una parte, una mayoría del pueblo en festejos, y en las calles todos quieren hablar y, argumentos más, argumentos menos, hay líneas argumentativas en que muchos coinciden. Como Mirta, una mujer de mediana edad que viajó especialmente desde Tucumán en donde trabaja como empleada administrativa, y quien expresa que fue un gran esfuerzo llegar a Buenos Aires, pero que “es el momento del año que esperaba, lo esperé durante cuatro años, porque no me podía privar para estar en los festejos, que es entre comillas decir festejos, porque la verdad es que llevás muy adentro todo lo que está pasando en América Latina, es algo que te conmociona, te perfora el hecho de pensar en que hay masacres, desapariciones, en lugares tan cercanos a nuestros sentimientos porque son nuestros hermanos, la verdad es que me emociona”, me dice y le caen las lágrimas.
Mirta estaba sentada en un típico café bonaerense, de mesitas en la acera y toldos para capear un sol que azota. Bastó cruzar una sonrisa y compartir un cigarrillo para ponernos a conversar. Para ella lo más grave que ha padecido el pueblo argentino en los cuatro años del gobierno de Macri, fue “retroceder más de cincuenta años, porque todas las conquistas que se habían logrado y que se habían recuperado con los doce años de kirchnerismo, es un retroceso que no sé si se va a volver a recuperar culturalmente. Y digo culturalmente porque había una consciencia de que el neoliberalismo era un tema acabado para la Argentina por lo menos, enfocando el país hacia una mirada más equitativa, y con Macri se reforzó mucho más lo que hizo la dictadura militar, buscando un anclaje por muchos años más”.
“Por suerte logramos recuperar la Patria en esta última elección, pero tengo un poquito de miedo porque la región está tan convulsionada, y los poderes son tan grandes, que es como que hay que estar constantemente y, desde ahora en más, despiertos, alertas, porque también hay muchas cabezas para abrir, porque lo que más te da pena es que son las clases bajas las que sufren y también las que votan el neoliberalismo”, y argumenta que en parte hoy se debe, entre otros factores, a la manipulación mediática que el Poder neoliberal ha utilizado, “las fake news y las tergiversaciones, se manipula mucho más y más rápidamente” a la población.
Siempre he pensado que los argentinos son un pueblo al que en general se le puede atribuir tener la gracia de una verborrea vibrante. Ocurre con el taxista que para darte su opinión prefiere parar el taxi y no cobrar ese rato con tal de explicarte con la mayor claridad posible lo que piensa de esto y aquello. O con el tipo que te vende un choripán, o con el del almacén y la señora de la frutería. Es un don transversal. Y con la clase política ocurre igual. No es difícil, más allá de la opinión que a una pueda caberle respecto de lo que afirmen, obtener de ellos declaraciones interesantes.
Deseos y augurios sobre un modelo en jaque
Daniel Filmus, diputado desde hace dos años por la ciudad de Buenos Aires, ex ministro de Educación en el gobierno de Néstor Kirchner, lo primero que destaca es que “en la calle hay mucha esperanza, donde vas caminando, la gente lo que te dice es que tiene esperanza en que se construya algo nuevo, que recuperemos la posibilidad de crecer, de ser un país más justo, que ese beneficio de crecimiento se distribuya entre todos, que volvamos a ser un país industrial, un país en donde la fuerza del trabajo sea la forma de generar condiciones de vida que permitan llegar a fin de mes y de mejorar las condiciones de consumo de los argentinos que están tan deterioradas”.
Y es cierto. En una u otra medida, la palabra “esperanza” es denominador común. La coalición de Alberto Fernández ha apostado a un gran acuerdo nacional para sacar a flote el país y también ha puesto la esperanza en conseguir la legitimidad de su gestión en base a consensos sociales de capitán a paje, levantando el discurso de que de ello son todos parte.
Diputado Daniel Filmus ex ministro de educación de Kirchner
Y así ha parecido el puntapié inicial, porque entre que el nuevo Presidente juró y luego se trasladó en vehículo todas las cuadras que separan la sede legislativa de la Casa Rosada, nada más a metros del recorrido, la gente saltó o tumbó las vallas y corrió en masa tras el coche. Miles de argentinos corriendo cual maratón tras el vehículo del recién jurado Presidente de la Nación, hasta que fue alcanzado y acompañado por el pueblo presente, por la muchedumbre hasta el ingreso de los portones de llegada al palacio de gobierno. Yo corrí con la gente y fue increíble de presenciar. Nadie los reprimió, nadie los intentó hacer retroceder, menos aún los criminalizaron por ello. Y Alberto Fernández jamás corrió peligro alguno. Es lo que sucede cuando un Presidente no sólo goza de la legalidad de su cargo, sino que además de la legitimidad.
Y justamente en el marco de la crisis de legitimidad del gobierno de Sebastián Piñera, el estallido social y las violaciones a los derechos humanos, que son de conocimiento planetario, el diputado Filmus aseguró que “venimos siguiendo la situación de Chile día tras día y esperamos que en primer lugar, las expresiones de descontento popular que se están viviendo en Chile puedan ser canalizadas, que no haya violencia, que no haya represión, que se respeten los derechos humanos, nos parece que eso es fundamental”.
Otras voces
Mientras el diputado macrista del PRO, Domingo Luis Amaya, buscaba a la prensa dispersada en la entrada del Congreso de la Nación, la que más bien escogía a los representantes del nuevo oficialismo para entrevistar, un joven periodista accedió a tomarle unas cuñas y me acerqué. El diputado intentaba focalizarse en hablar de las obras de infraestructura del gobierno saliente y yo me preguntaba por la gente, por las y los argentinos que acusan haber vivido cuatro años de absoluta falta de humanidad durante la administración de Macri. Me acerqué y le pregunté qué esperaba de este nuevo gobierno.
Me dijo que esperaba que “haga las cosas bien, que pueda corregir las cosas que hay que corregir y continuar las políticas que inició el gobierno de Macri”, argumentando que “son las política de Estado las que resuelven los problemas estructurales de los países”. Políticas de Estado. Le pregunté entonces, cómo es posible que en un país en el cual hay el doble de cabezas de vacas que de personas hayan niños que no tengan leche para beber.
“Hay una pobreza estructural de un país muy asimétrico”. ¿Y las políticas públicas? “Y… esas políticas públicas son las que se necesitan para resolver esas asimetrías”, explica y ve claramente que le levanté una ceja, entonces argumenta a modo de explicación que “si un país no tiene resuelta su matriz energética, si un país no tiene conectividad, si un país el cien por ciento de lo que produce lo saca por camiones, es un país que claramente no tiene posibilidades de desarrollo”, y puntualiza que “en estos cuatro años inició un proceso para tener un sistema de transporte multimodal” en donde el ferrocarril “después de cincuenta año está volviendo a funcionar en Argentina”.
Maravilloso lo del ferrocarril, le dije, pero le aclaré que no le estaba preguntando por cosas, sino por la alimentación de los niños, que yo le estaba hablando de seres humanos, por la leche, por la desnutrición infantil del norte en un país que es el primer productor de proteínas de la región. “Hay un índice de pobreza que hay que resolver”, explica y aclara que el 70% del presupuesto nacional hoy está destinado a la asistencia social”. Por un momento pensé en insistir en el punto, pero palpé claramente el divorcio existente en cómo se aprecian los conceptos, porque una cosa es el presupuesto existente y otra en qué debiera derivar, y son justamente las políticas públicas en las cuales se invierte dicho presupuesto.
Decidí consultarle la opinión acerca de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Chile en el marco del estallido social, frente a lo cual sostuvo que “en todos los países se aplican la Constitución y las leyes y se respeta el principio de igualdad ante la ley, sin impunidad” y frente a mi insistencia de una respuesta directa, agregó que “condena totalmente las violaciones a los derechos humanos cometidas”.
El recibimiento que tendría Piñera
La diputada Romina del Plá, sindicalista del conglomerado Frente de Izquierda, se plantó en la mitad de la calle frente a la entrada del Congreso, levantando una bandera chilena donde se leía “Piñera, un violador en tu camino”, y, luego, se arrimó al diputado de la misma coalición, Nicolás del Caño y juntos levantaron otra bandera chilena aún más grande en la que se leía “Piñera asesino”. La pregunta para mí era obvia, pero obligada. ¿Por qué?
“Mira, los estábamos esperando, junto a Nicolás del Caño que es el otro diputado del Frente de Izquierda, con quien íbamos a levantar esa bandera frente a Piñera justamente cuando estuviera en la ceremonia de asunción de Alberto y Cristina Fernández, porque nos parece que es realmente un agravio a la población trabajadora, a la juventud chilena que está sufriendo la brutal represión de Piñera, los muertos, los cientos de manifestantes que han perdido sus ojos, las violaciones, las torturas que han sufrido, y, justamente, porque apoyamos el reclamo de “Fuera Piñera”, de asamblea constituyente para una reorganización integral de ese país, como está reclamando la inmensa mayoría de la población”, explica, enfatizando que “el que lo reciba, el nuevo gobierno Argentino, es una afrenta y en este sentido lo íbamos a manifestar”.
Pero Piñera no viajó. Se quedó en Chile excusándose por causa de un accidente aéreo que ocurrió sobre el mar, en la región de Magallanes camino a la Antártica, con consecuencias fatales. “Que no haya venido no quiere decir que no reforcemos nuestro planteo” para exigir “fuera Piñera, por las denuncias de la represión que ejerce y, también, planteando el repudio al golpe en Bolivia, que es otro tema que a los trabajadores y a la juventud latinoamericana nos tiene que interesar”, explica la diputada puntualizando que “la presencia del FMI, la presencia del imperialismo en América Latina, es una presencia que ataca a los trabajadores tratando de imponer sus planes mayores de ajustes, nuevas reformas jubilatorias, nuevas reformas laborales, y esto es lo que tenemos que rechazar”.
Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han dado cuenta de violaciones de los derechos humanos en Chile y han constatado delitos de lesa humanidad que son juzgables en todos los países miembros de la ONU. Antes de estos informes, Baltazar Garzón, el mismo juez español que procesó al dictador chileno Augusto Pinochet y emitió orden de captura internacional, la cual se concretó en Londres, hace días advirtió públicamente a Sebastián Piñera que justamente eso arriesga, eventualmente, si se presume su responsabilidad en los crímenes, los cuales luego fueron consignados por los organismos internacionales de derechos humanos mencionados.
“Yo misma he viajado a Chile a fines de octubre, a participar en las movilizaciones y a informarme en primera persona de la situación que está atravesando, así que estamos a disposición de todo lo que sea necesario para detener esto”. La diputada aseguró que de ser Piñera requerido judicialmente por delitos de lesa humanidad, juzgable casi en cualquier país, ella y su conglomerado apoyarían una acción judicial internacional contra el presidente chileno si eventualmente, en dicho escenario, este pisara territorio argentino.
Sin embargo, admitió que no cree que la justicia Argentina “se anime a semejante cosa”, así es que “lo vamos a tener que hacer con la movilización popular”, pues “acá hay que encontrar a un juez que esté dispuesto y acá eso es muy difícil, porque la justicia está totalmente sometida a los intereses políticos, situación propia del capitalismo, en todos los países”.
Para la izquierda es un plan de gobierno inviable
La izquierda de la izquierda argentina no es optimista respecto al nuevo gobierno argumentando que la contraposición de intereses dentro del mismo programa hacen inviable el cumplimiento del programa, en un escenario en el que lo uno terminaría impidiendo lo otro.
Nicolás del Caño, diputado del Frente de Izquierda, sostiene que frente al nuevo gobierno “hemos sido claros en plantear que es incompatible lo que ha sostenido hasta el momento el Frente de Todos (coalición del nuevo gobierno de Alberto Fernández), que es, por un lado, cumplir con el Fondo Monetario Internacional, con los acreedores internacionales, más allá de las especulaciones o de las eventuales renegociaciones, y al mismo tiempo beneficiar a las mayorías populares”.
Al respecto ilustra que “si vemos el ejemplo de lo que sucedió en Ecuador, te das cuenta de que en última instancia el FMI llega un momento en donde busca los ajustes de siempre para poder cobrar los créditos, y lo mismo los acreedores privados y, en función de eso, se especula con una renegociación que igualmente para los acreedores sería un negocio, porque si hoy Argentina tuviera que pagar sería como algunos hablan incluso de un 50%”, una cifra sin duda brutal.
Cabe mencionar que Argentina es el país más endeudado de América Latina con un porcentaje de 77,4 % del PIB. Su deuda actual es de 261.483 millones de dólares y en el 2017 era de 234.549 millones, lo que representa un incremento de 20,3 puntos porcentuales de su producto interno bruto. En tal sentido, el gobierno de Macri no podría recibir otro apelativo que no sea “desastroso”.
Nicolás del Caño, diputado Frente de Izquierda
Y si bien en dicho marco la esperanza popular es que sólo cabe mejorar, porque como dice cuanta gente consulté en las calles “ya no podemos estar peor”, del Caño aclara que “lo que están diciendo (en el nuevo gobierno), es que en dos o tres años van a poder pagar el conjunto de la deuda”, y enfatiza en que se trata de “una deuda que por otra parte no solamente es ilegítima, porque no benefició al pueblo”, sino que es “una deuda odiosa”, que como tal se define como aquellas deudas “que son no justamente para beneficiar al pueblo, sino que son deudas que se contraen para pagar deudas, como fue el caso de Argentina, y para beneficiar a los grandes grupos económicos”.
Entonces, en el marco de las “esperanzas”, el diputado dice estar atento a cuáles son las medidas concretas que el nuevo gobierno tomará, porque “está claro que la coalición política de gobierno, con este planteo, no va a responder de manera estructural a los principales problemas de las grandes mayorías, más allá de que todavía no hemos escuchado ninguna medida concreta”.
La apuesta del nuevo gobierno es consolidar lo que han llamado Acuerdo Social, el cual apunta a capitalizar políticamente la convergencia de intereses que ha producido el desplome de la rentabilidad de las empresas, la precarización del empleo y los salarios en los cuatro años de catástrofe neoliberal de Macri, para organizar en el consenso de los actores involucrados, planes que frenen la inflación y permitan la reactivación económica que impulsen al país a recuperar una dinámica sólida de desarrollo.
En este marco, el diputado cuestiona que estos consensos del Acuerdo Social van a “poner como eje central a las grandes patronales, a los grandes bancos, y a los dirigentes sindicales que siempre traicionaron a los trabajadores”.
El problema de fondo aquí y allá
El drama de Argentina es canción conocida dentro de los países que se aferran al modelo capitalista neoliberal a ultranza y cuyas consecuencias en Chile tienen hoy y desde hace dos meses al pueblo protestando incansablemente en las calles. “La enorme riqueza que tiene la Argentina, los enormes recursos que tiene la Argentina, se los llevan un pequeño grupo de grandes empresarios y de grandes terratenientes, los que están vinculado al agronegocio”, relata, asunto que de plano viene a explicar en parte el por qué la leche no es accesible para todos los niños de este enorme país.
“Las políticas de Estado, desde que llegó Macri, fue quitarles impuestos a los ricos permanentemente, las retenciones a las patronales agrarias, a las mineras, etc.”, sostiene, para explicar por qué se licúan las arcas del Estado, lo cual redunda, según Nicolás del Caño, en que “tenemos al setenta por ciento de los niños por debajo del límite de la pobreza, y a nuestros jubilados y jubiladas, si bien a diferencia de Chile nosotros tenemos un sistema de reparto, tenemos jubilaciones muy magras, que no alcanzan absolutamente para nada”.
Por lo mismo, dice, es muy importante lo que está pasando en Chile “porque ese lema de Chile Despertó es la muestra del cuestionamiento que no son 30 pesos, son 30 años, lo cual es un cuestionamiento profundo a todo lo que sucedió en el neoliberalismo. Y también ha mostrado cuáles son las políticas no solamente de la derecha y de la Concertación, sino que también a todos los que se denominan de izquierda, como el Frente Amplio, o en el caso también del Partido Comunista que se abstuvo en la votación de esta ley anti movilización, algo realmente terrible, que gente que se dice de izquierda voten por una ley que va a reprimir las protestas, es realmente una vergüenza”.
El diputado también estuvo en Chile a causa del estallido social. “Nos reunimos con distintas organizaciones de derechos humanos para constatar de primera manos cuáles son las violaciones a los derechos humanos y tenemos una cantidad enorme de información al respecto. Es brutal”, concluye.
Diputada Romina del Plá y diputado Nicolás del Caño, Frente de Izquierda
Y en el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos y a raíz de los delitos de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Sebastián Piñera en Chile en el tiempo transcurrido desde el estallido social, Hebe de Bonafini, co-fundadora de Madres de la Plaza de Mayo, al llegar al Congreso de la Nación fue enfática en sostener que “me parece que lo que está pasando en Chile es muy grave y me parece que lo que está haciendo el pueblo es extraordinario. Lo amo, les deseo lo mejor, y que sigan porque no hay otra, hay que defender lo que uno quiere”.
Casa Rosada y una plaza sin vallas
La gente llegó, la gente bailó, arribó de todas partes de la provincia y del país. Comió ahí, levantó pancartas y banderas de cuanta causa y organización existe, se lavó los pies y jugó con el agua de las piletas de la Plaza de Mayo, una tradición peronista, me explican. Y no habían vallas que impidieran al pueblo acercarse a su plaza. “Las vallas me las sacas”, comentan que Alberto Fernández le indicó a Mauricio Macri. Y es que una de las decisiones de Macri de vallar la plaza caló hondo en el pueblo argentino que lo tomó como una bofetada a la democracia, a sus tradiciones y a sus territorios conquistados.
“Eso nos dolió a todos, creo yo, me indignó tanto que ahora no puedo dejar de llorar al ver la plaza liberada, porque es nuestra, es del pueblo”, me relata una dulce mujer de las afueras de Buenos Aires que pasó la noche confeccionando ella misma chapitas conmemorativas en donde cita eslogan y los rostros de los Fernández y de Néstor.
Pero lo que más celebraron, casi como si se tratara de la más ansiada de las reivindicaciones, fue comer choripán durante todo el día. Cada tantos metros podías encontrar un puesto de este pan con embutido asado. Delicioso. Misma merienda popular y querida que el macrismo catalogó en un momento de “comida para esos negros”, según relata la gente, y que de hecho prohibieron su venta en las calles. “Dijeron que si ya no se veía venta de choripanes eso demostraba que el país avanzaba hacia el desarrollo”, explica indignado un hombre que portaba una bandera argentina pegada a otra del Whipala, que es símbolo indígena”.
El hombre me dio una mascada de su propio choripán con una sonrisa de oreja a oreja esperando que le diera mi aprobación. Muy rico, le dije, muy muy rico, gracias. Y luego pensé que, vaticinios más, vaticinios menos, y más allá de las complejidad de la situación de Argentina, si el choripán efectivamente había llegado al gobierno, entonces el mismo pueblo es quien ha recuperado su dignidad. Y ese es un muy buen punto de partida.
Todas las fotos son de Claudia Aranda