La personalidad de Donald Trump encajaría plenamente en la descripción medica del trastorno conocido como psicosis paranoica, pues su pensamiento es rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y aunque esté aquejado de dicho trastorno delirante sería bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño excepto como resultado directo de la idea delirante (léase la construcción del Muro con México). En el caso concreto de Trump, estaríamos ante un caso típico de paranoia megalómana, delirio de grandeza que provoca que el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios, elegido por las deidades para una alta misión (restaurar el White Power en una sociedad en la que la evolución demográfica provocará que la población blanca será minoritaria para 2043).

Otro rasgo de su personalidad sería el histrionismo que le impele a “llamar la atención pública y ser temerario en sus afirmaciones sin importarle la opinión de los demás debido a su evidente falta de moralidad”, con lo que se abrió un nuevo frente en EEUU para intentar declarar a Trump «inestable mental» y aplicar la Enmienda 25 de la Constitución que dispone la sucesión del presidente «si el vicepresidente y la mayoría de su gabinete considera que está mental o físicamente inhabilitado para ejercer su cargo» Esta iniciativa se fue diluyendo por la inexistencia de un candidato de consenso republicano para sustituir a Donald Trump.

¿Por qué no se activó el impeachment contra Trump?

La nueva doctrina geoestratégica conocida como “Guerra híbrida” sería atribuible al Jefe de Estado Mayor de las FF.AA. Rusas, Valery Gerasimov quien afirmó que “cada vez es más frecuente que se dé prioridad a un uso conjunto de medidas de carácter no militar, políticas, económicas, informativas y de otro tipo que estarían sustentadas en la fuerza militar. Son los llamados métodos híbridos”, concepto que según medios de comunicación estadounidenses se habría puesto en práctica por primera vez con ocasión de las recientes elecciones presidenciales en EE.UU. Así, en la web de investigación “Mother Jones” apareció una versión reducida del informe de los servicios de inteligencia de EE.UU. en el que acusaban directamente al gobierno de Putin de estar detrás de “supuestos ataques cibernéticos de hackers rusos para desequilibrar la campaña electoral de Hilary Clinton e inclinar la balanza a favor del candidato supuestamente preferido por los rusos, Donald Trump”.

Según el citado documento de los servicios de inteligencia de EEUU, el Departamento Central de Inteligencia ruso (GRU), con sede en Moscú y considerado el “servicio de espionaje más poderoso y efectivo ruso en la actualidad tras asumir las funciones del anterior Servicio de Inteligencia Exterior (SVR)“,se habría servido del pirata informático Guccifer 2.0 así como de la página web DC Leaks.com y de WikiLeaks para “difundir públicamente información de los correos secretos de Hillary Clinton obtenidos mediante hackeo cibernético”. Dicho extremo fue negado por el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, así como por Donald Trump, quien habría negado insistentemente la existencia de la llamada “conexión rusa”, acusando a la Agencia Nacional de Seguridad y al FBI de “caza de brujas” y de estar implicadas en la filtración de informaciones perjudiciales para su Administración.

Dicho affaire (conocido como “Rusiagate”), tuvo como primera víctima colateral al asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, Michael Flynn, tras filtrarse que habría mentido al vicepresidente Mike Pence sobre sus conversaciones con el embajador ruso en Washington. El último golpe de efecto del fiscal especial Robert S. Mueller sería Rick Gates, quien aceptó declararse “culpable de conspiración financiera”, todo lo cual amenazaba seriamente la estabilidad del “Acorazado Trump”. Sin embargo, finalmente el impeachment fue desechado tras la presentación ante el Departamento de Justicia del informe del fiscal especial Mueller en el que afirmaba “que no hubo colusión de Trump con la trama rusa”.

¿Provocará la trama ucraniana el ocaso de Donald Trump?

Hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central del gobierno de los Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono. Pero los grupos de presión militar y financiero (ambos fagocitados por el grupo de presión judío) no pudieron resistir la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente (el complejo militar-industrial, en palabras de Eisenhower), refractario a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos. En la actualidad, la “Compañía” se habría transmutado en el llamado Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) y de la hidra-CIA habrían nacido 17 nuevas cabezas en forma de agencias de inteligencia que integrarían la Comunidad de Inteligencia de EEUU ( la «Cuarta rama» del Gobierno, según Tom Engelhardt), agentes patógenos de naturaleza totalitaria y devenidos en Estado paralelo, verdadero poder en la sombra fagocitado por el “Club de las Islas” de George Soros y que se habría conjurado contra un Trump partidario de una geopolítica tipo Primus Inter Pares entre EE.UU. y Rusia (G2).

Para evitar un segundo mandato de Trump, la Alianza por la Democracia (DA), megaorganización fundada por George Soros en el 2005, habría diseñado una estrategia que constaría en una primera fase de utilizar la medios de comunicación de masas de EEUU para inocular en la sociedad civil norteamericana las bondades del repliegue de las fuerzas que este país tiene diseminadas por todo el mundo y destinar su costo a inversiones en educación, sanidad e obras de infraestructura vitales. Así, según recoge el portal ruso mundo sputniknews.com, citando al diario The Boston Globe, “está prevista la pronta aparición del Instituto Quincy, think tank patrocinado por los multimillonarios George Soros y Charles Koch para terminar con las guerras sin fin de EE.UU. y cambiar su política exterior”, lo que se traducirá en una drástica reducción en los presupuestos de Defensa. En consecuencia, la segunda fase de la trama diseñada por la Alianza por la Democracia (DA) de George Soros sería truncar la carrera política de Trump mediante un impeachment por la trama ucraniana y tras la victoria del candidato demócrata en las Presidenciales del 2020, lograr que EE.UU. retome la senda de las seudodemocracias tuteladas por el verdadero poder en la sombra (Cuarta rama del Gobierno).