La izquierda ante la encrucijada de las elecciones generales del 10N en España. Del proceso que ha conducido a la convocatoria de las nuevas elecciones generales del 10 de noviembre, después del bloqueo que frustró la investidura, primero en julio y después en septiembre, impidiendo la formación de un gobierno progresista mayoritariamente deseado por la ciudadanía española, merece una reflexión especial el comportamiento y la estrategia de los partidos de izquierda.
Por José María Sánchez Ródenas (Anonimous Rebellis)
Con independencia de los relatos de todas las fuerzas políticas del arco parlamentario, el bloqueo político que ha impedido la formación de gobierno tiene dos actores fundamentales, el PSOE de Pedro Sánchez y UP de Pablo Iglesias. Si algo ha quedado claro es que Pedro Sánchez, una vez que constató el descalabro de UP en las elecciones autonómicas y municipales, nunca se planteó seriamente pactar con él, y siempre tuvo en mente la convocatoria de nuevas elecciones generales, tratando de debilitar a la única fuerza política que compite por una parte de su electorado de izquierdas. Por su parte, Pablo Iglesias, preso de su prepotencia y de su instinto de supervivencia, no fue capaz de frenar el impulso de ruptura de las negociaciones, lo que le llevó a cometer, seguramente, el mayor error de su carrera política, al rechazar la oferta que con la boca pequeña le hizo el PSOE, aceptando la entrada en el gobierno de UP, cuando hábilmente dio un paso atrás renunciando a entrar personalmente en el gobierno como líder de su formación.
Esta situación de confrontación entre PSOE y UP, es el fiel reflejo de un proceso de lucha por capitalizar el electorado de izquierdas. En tan sólo tres años se ha pasado del intento de «sorpasso» de UP al PSOE, en el año 2016, fruto de su falta de madurez política y de una estrategia cortoplacista, al intento del PSOE de «eliminación» de UP, fruto de su quimérico intento de revivir viejas mayorías absolutas, y de la negación de la nueva realidad política que se está imponiendo en toda Europa.
Estas pretensiones, antes que nada, encierran en sí mismas una gran torpeza política, quizás, derivada de unas estrategias mal calculadas, en las que ambas formaciones no han sabido, o no han querido asumir, que el mundo ha cambiado, que la geopolítica se mueve por parámetros distintos, y que las actuales situaciones político-electorales son cada vez más volátiles, y por tanto, ya no hay lugar para mayorías absolutas, ni para hegemonías perdurables. Sólo podrá construirse una alternativa auténticamente progresista entendiendo que el futuro de la izquierda pasa por construir amplias mayorías sociales, donde los pactos entre los partidos políticos no se cimenten en la confianza entre sus líderes, sino en el convencimiento de que una gran parte de la ciudadanía ya no mantiene posiciones políticas inamovibles, ni fidelidades inquebrantables, y que su pluralidad y capacidad crítica exige que sus preferencias electorales se traduzcan en formas de gobierno que surjan de pactos basados en la negociación entre diferentes, caracterizadas por la flexibilidad, el pragmatismo y la tolerancia.
Pero este comportamiento cainita de la izquierda, escenificado por PSOE y UP, va más allá del posible hiperliderazgo de sus dirigentes, por inmaduros y carentes de sentido de Estado que puedan parecer; lo más relevante de la situación de bloqueo a la que hemos asistido es la incoherencia de los discursos políticos de ambos partidos.
El PSOE plantea unas políticas neoliberales con cierto maquillaje progresista, acordes con los poderes económicos a los que defiende, pero empleando un discurso clásico de la izquierda socialdemócrata de cara a mantener fidelizado a un electorado de izquierdas fácilmente seducible, aunque realmente vacío de contenido. UP propugna unas políticas económicas y sociales que no pasan de intentar frenar el desmantelamiento del Estado del Bienestar, pero eso sí, con un rancio discurso neocomunista, apelando al voto obrero mayoritariamente urbano.
Resulta evidente que dos partidos que íntima y estratégicamente compiten por el mismo electorado, pugnando por la hegemonía de la izquierda, uno proponiendo aplicar políticas realmente liberales con un lenguaje socialdemócrata, y el otro proponiendo aplicar políticas estrictamente reformistas con lenguaje neocomunista, es muy difícil que se pongan de acuerdo, porque su incoherencia lo impide, aunque escenifiquen un acuerdo programático realmente inexistente.
Está claro que el PSOE, que modificó el artículo 135 de la Constitución para supeditar el mantenimiento del Estado del Bienestar al pago de la deuda, como garante del cumplimiento de las directrices económicas que representa la UE, en principio, no tiene intención de derogar las reformas laborales, blindar constitucionalmente las pensiones, reconocer el derecho subjetivo a la vivienda o regular el precio de los alquileres. Por otro lado, la inconsistencia presupuestaria de muchas de las medidas económicas de UP, que desprenden un radicalismo bienintencionado, pero con escasas posibilidades de llevarse a cabo, no pasan en muchos casos de ser meros artificios de cara a su electorado.
Sólo desde la coherencia sería posible un acuerdo de mínimos que pusiera en primer término de la negociación los intereses de la ciudadanía, por delante de los intereses de los partidos o de sus líderes respectivos.
Con este panorama afronta el electorado de izquierdas las Elecciones Generales del 10N, con una novedad, la aparición de MÁS PAÍS como un nuevo actor en el escenario político de la izquierda. Ante la irrupción de Más PAÍS, las preguntas del millón son si la nueva formación tiene ahora sentido de la oportunidad y si tiene un espacio para desarrollar un nuevo discurso político.
Las respuestas pueden encontrarse recapitulando en la trayectoria política de Íñigo Errejón, antes de liderar Más Madrid, primero, y Más País, después. Como una de las dos almas de Podemos, junto a Pablo Iglesias, frente a una concepción clásica de izquierda, Errejón introdujo un discurso basado en la transversalidad y en la dialéctica de los de arriba frente a los de abajo, superando el paradigma de la izquierda frente a la derecha; lo que suponía por un lado, asumir que en el mundo actual los problemas sociales ya no pueden explicarse en clave izquierda-derecha; y por otro, plantear una estrategia para romper el frentismo electoral, abriendo cauces para la creación de un espacio político donde pudiera tener cabida una mayoría social, a la que se podía aglutinar por sus necesidades comunes y sus aspiraciones de cambio.
Es esta concepción transversal de la acción política de Más País, lo que le otorga en estos momentos de bloqueo político de la izquierda, el sentido de la oportunidad. Porque, al margen de otras consideraciones teóricas, es innegable la utilidad política de una nueva formación, de izquierda progresista y transformadora, que sea capaz de aportar coherencia al debate político de la izquierda, sobre el principio de que ni PSOE ni UP son adversarios a batir, impulsando que el PSOE asuma con comodidad su papel centrista y que UP pueda abordar sin rubor políticas reformistas alejadas de su discurso radical. El papel que MÁS PAÍS puede jugar es el de convertirse en el instrumento que facilite el diálogo, la negociación y el acuerdo entre las formaciones políticas progresistas del arco parlamentario, incluidas las nacionalistas.
En cuanto a si MÁS PAÍS puede encontrar un espacio político-electoral propio, e incluso ampliando la pregunta, si puede ocupar un espacio a la izquierda del PSOE y a la derecha de UP, hay que señalar que resultaría una torpeza constreñirse al espacio izquierda derecha que PSOE y UP pudieran dejar vacío en función de sus estrategias electoralmente coyunturales. Por el contrario, parece lógico, por la propia concepción progresista ideológicamente abierta con la que se presenta MÁS PAÍS, que aspire a tener su propio espacio político, un nuevo espacio definido por un discurso programático en el que se articulen, transversalmente, propuestas tendentes a solventar los problemas comunes de amplios sectores de la ciudadanía, desde los situados más a la izquierda de UP a los situados más a la derecha del PSOE.
En definitiva, creo que el protagonismo al que debe aspirar Más País, en el futuro, pasa por que sea capaz de ejercer un arbitraje político, ética y programáticamente irreprochables, que facilite la formación de gobiernos progresistas amplios y estables, en los que, con acuerdos de mínimos, se puedan afrontar los grandes retos a los que se enfrenta la España del siglo XXI, desde la modernización del Estado y la creación de un nuevo marco territorial que satisfaga a todas las CCAA, permitiendo el encaje de las comunidades históricas, hasta abordar el colapso medioambiental, provocado por el cambio climático, en el marco del proceso de transición hacía una economía verde y el cambio de modelo productivo.
José María Sánchez Ródenas (Anonimous Rebellis) es Arquitecto Urbanista