Por José Antonio Bueno Saucillo*
Cuando nos ocupamos de algo intensamente, nos desocupamos en cierta medida de otros algos.
Cuando hemos sido tocados por acontecimientos colectivos, como puede ser el presente de México, al menos con las posibilidades reales de que el panorama social, nocivo para el pueblo, cambie, pues nos ocupamos de eso de alguna manera, dependiendo ésta de cada uno.
Si nos ocupamos de considerar quiénes son los agentes de este cambio y por qué surge el fantasma de la mentira, la traición, los intereses particulares y, más que nada, descubrir que hay personas capaces de lo que sea con tal de resultar beneficiadas y que su capacidad mimética es casi camaleónica o pulpística, pues claro que nos ocupamos de eso de alguna manera más intensa.
Ocupados pues en eso, porque la misma vida está de por medio, perdemos casi la noción de lo demás, mucho demás.
O bien, llegamos a comprender que eso es parte de todo lo demás.
Mientras nos enajenamos con la violencia vuelta hacia nuestra civilidad y la amenaza permanentemente del hambre que acosa un día y otro también al grueso de la población, mientras nos preocupamos y ocupamos de nuestra imagen, y en buscar e instalar nuevas aplicaciones de Internet para sentirnos mejor y ser superiores… entidades electrónicas, relativamente desconocidas para la mayoría, nos espían; las fuerzas que las dirigen están alertas, registrando y clasificando nuestros actos, deseos, intenciones, bienes, posibilidades, intereses, relaciones, comunicaciones, patrones de alimentación, necesidades, vicios, padecimientos, economía, ideología, pasado, presente, objetivos, secretos, ubicaciones, padecimientos, terapias, medicinas, todo… y además creando en cada uno de nosotros nuevas necesidades.
Nos ocupamos de otros asuntos varios cotidianamente porque también nos han creado lo que llamamos, y estamos convencidos de que son, valores inalienables… la libertad, la vida, la dignidad, el poder, la superación, y, en el colmo, la fama, la popularidad, el trabajo sin descanso, el pragmatismo para aprovechar el esfuerzo de los demás, los negocios emprendedores, la sobrevivencia por malvivencia, lo cool, lo chingón…
Sucede que no son la vida, la libertad y la dignidad reales, sino la vida, libertad, dignidad que nos han diseñado y por lo cual nos han puesto a luchar usando también las armas que nos han diseñado para luchar por ellas.
Luego pues, la vida va resultando una fatuidad, si es que nos percatamos de ello; si no, adoptamos precisamente esa fatuidad como forma de vida.
Y seguimos en esa normalidad con el predominio del mundo digital, en primera instancia a través de las redes sociales.
Curiosamente, el Internet apuntaba a ser un instrumento que, entre otras cosas, sería el gran facilitador de la comunicación entre los seres humanos y, por ende, el gran contribuyente a terminar con el aislamiento individual de los seres humanos, fundamentalmente de los oprimidos por el sistema capitalista, presos de su convicción de ser superiores; sin embargo, está siendo todo lo opuesto, la soledad del individuo es cada vez mayor y más intensa, y, por lo tanto, lo mismo sucede con los padecimientos físicos y mentales como la depresión, la bipolaridad, la hipoquinesia, la hipercinesia, las fobias sociales, y el más frecuente e inadvertido: el multitasking.
El multitasking no es notablemente advertido porque ha sido reivindicado como un valor, y no señalado como una patología con las graves consecuencias que todos conocemos, que no muy tarde se manifiestan en caos, disolución familiar y social: la autodestrucción.
Mientras nos ocupamos de adquirir o no perder estas metas, estos objetivos, que nos hacen «humanos superiores», «capital humano emprendedor», alguien se ocupa de saber todo de nosotros y estar creándonos nuevas metas, nuevos valores, nuevos principios, nuevos ingredientes para ser superiores y nos mantienen ocupados, luchando por ser lo que ellos han decidido que seamos… somos lo que ellos quieren.
Sólo como ejemplo… ¿nos hemos percatado de que practicamos o, al menos, hemos observado en los demás un culto al propio ego?
¿Hemos pronunciado o presenciado decir alguna vez: «no sabes con quién te metes», «¿con quién crees que hablas?», «¿sabes quién soy yo?»…
¿De dónde proviene esa soberbia?
Ese culto narcisista, que se puede observar en todos los niveles de la vida social capitalista, en esencia es la misma: el desprecio a los demás, que creemos inferiores, es casi común, hasta cierto punto normal y sólo presenta una diferencia: los soberbios que sostienen su soberbia con dinero y los soberbios sin dinero que la sostienen con ira, desprecio y agresión exacerbada.
Eso sí, todos estos ejemplares comparten elementos comunes, como un sentimiento muy íntimo de inferioridad, egocentrismo, y el sentimiento de indestructibilidad.
Big Data… ¿qué es?
Es ni más ni menos la acumulación monstruosa de datos vinculados directamente de toda la población mundial.
¿Quién la hace y para qué?
Desde luego que los que la hacen son otros humanos poseedores de grandes empresas, con capitales tan grandes que ni siquiera podemos imaginar; estas empresas, en casi todos los casos, vinculadas con gobiernos imperialistas; es decir, estamos hablando de los diseñadores del mundo, de las formas de vida en el mundo y de los rumbos que han de tomar esas formas de vida. Curiosamente, no persiguiendo la vida plena de la humanidad, sino su vida plena a costa de la del resto de la humanidad.
Han convertido a la información en el elemento más valioso para que el imperialismo de cualquier catadura lo use para seguir en busca del poder absoluto.
Desde luego hay que acotar que no se trata del único instrumento que utilizan para diseñar al sujeto de este tiempo, al ciborg que se autoprograma en la supuesta libertad para rendir y desaparecer.
Uno de los filósofos contemporáneos más importantes, de origen coreano, Byung Chul Han, ha puesto al alcance nuestro importantes textos de su autoría, en los que aborda Big data como un elemento fundamental de la transformación de la sociedad disciplinaria definida por Foucault a la sociedad de finales del siglo veinte y lo que va del veintiuno como sociedad del rendimiento, del cansancio, del hombre que cree que es libre porque puede acceder digitalmente a toda la información que quiera, y que termina alejándose en ese mundo digital hasta llegar a negar su humanidad conscientemente, hasta creerse máquina e inmortal.
Es decir, se auto explota hasta morir, creyendo que es libre.
¿Qué ha creado al hombre para ser la bestia de trabajo que ahora es, aparentemente convencido por él mismo, convertido en su propio agente de explotación?
Sin duda la convicción de que se es libre porque se puede acceder aparentemente a todo lo que se desee y eso es lo que se ha diseñado utilizando Big Data como fundamento.
Nosotros mismos nos encargamos de darle los elementos a través de Internet, abstrayéndonos de la realidad, sin cortapisas.
Podemos acudir, pues, usando esos mismos medios, a lo escrito por Byung Chul Han: La sociedad del cansancio, En el enjambre, La agonía del eros, Psicopolítica, La sociedad de la transparencia, La salvación de lo bello, Muerte y alteridad… y más.
Es un atrevimiento, sin duda, pero… ¿sería posible que recortáramos el tiempo que estamos frente a nuestros dispositivos electrónicos, y seguirlos con reservas… como una medida para no seguir alimentando al monstruo que nos está devorando?
Los dispositivos inteligentes (smart), precisamente, nos están alejando de la inteligencia.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo, de Celaya, Guanajuato (México), al que pertenece el autor.
Foto de portada: EV (@ev) / Unsplash.